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CLÁSICOS CASTELLANOS

FRAY LUIS DE LEÓN

DE LOS NOMBRES DE CRISTO

II

EDICIÓN Y NOTAS DE FEDERICO DE OM3

MADRID

EDICIONES DE «LA LECTURA>

1917

247402

INTRODUCCIÓN

II

La obra de fray Luis de León sorprende, desde luego, por su rara complejidad bajo una aparente sencillez. Si tratamos de investigar las influencias en ella reflejadas, las corrientes espirituales que vinieron a concurrir en la formación del espíritu de su autor, encontraremos unas sendas divergentes que nos encaminarán a los puntos más diversos y distantes de la historia del pensamiento y del arte. Al mismo tiempo, estos puntos resultarán ser, por rara selección y acierto, aquellos culminantes y decisivos en que las varias formas de la espiritualidad humana han llegado a encontrar una expresión más profunda y permanente.

De modo tan equilibrado y tan intenso que es difícil decidir cuál de las tres es la dominante, se reflejan en el espíritu y en la obra de Luis de

León las tres grandes corrientes de la civilización: la judaica, la pagana y la cristiana. Claro es que esta última era ya históricamente una superación de las otras dos y que desde sus orígenes en mucha parte las llevaba ya en su seno; pero en rigor sólo en el mismo tiempo de fray Luis de León, en el Renacimiento, es cuando se llega a una honda asimilación de la civilización antigua por el cristianismo; y siendo fray Luis uno de los fraguadores de esta fusión, o más bien integración, característica de los tiempos nuevos, ha de ser en su espíritu, como lo es en ella, el cristianismo la fuerza esencial y reguladora.

Ha podido llamarse a fray Luis de León "el Horacio español"; pero al mismo tiempo ha podido decirse de él que tenía "alma hebrea". Alma y no sabiduría hebraica. Tenía desde luego sabiduría de las letras orientales, como la tenía de las letras clásicas, y de la teología y la filosofía escolásticas. La Sagrada Escritura era la materia de su enseñanza universitaria; hasta qué punto estaba versado en la filología semítica se ve a través de sus obras, que son, en general, interpretaciones y exégesis de los libros bíblicos. Pero toda esta su ciencia escrituraria, así como sus humanidades clásicas y su cultura filosófica y teológica, que le colocarían en un lugar más o menos distinguido entre sus contemporáneos, no

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