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más. En este tiempo los Moros caminavan a gran priessa con sobrado ánimo y gallardía, y assí como llegaron en derecho de Lorca, cautivaron un cavallero della, llamado Quiñonero, que avía salido a requerir el campo. Y como ya la gente de Lorca y Murcia a gran priessa viniesse, y los Moros viessen las vanderas que contra ellos venían, se maravillaron en ver tanta cavallería junta, y no podían ellos creer que de Lorca se pudiesse juntar tanta gente de cavallo y de a pie. Y assí el Malique Alabez, Capitán y Alcayde de Vera, le preguntó a Quiñonero, aviéndole quitado el cavallo y las armas, esta pregunta que se sigue en verso.

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CAPÍTULO SEGUNDO, EN QUE SE TRATA LA MUY SANgrienta batalla de los Alporchones, y la gente que en ella se halló de Moros y Christianos.

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Apenas el Capitán Malique Alabez acabó estas palabras de dezir, quando el esquadrón Christiano arremetió con tanta braveza y pujança que, a los primeros encuentros, a pesar de los Moros que lo defendían, passaron la rambla. No por esso los Moros mostraron punto de covardía, antes con mas ánimo se mostravan en la batalla. El buen 5 Quiñonero que vido la batalla rebuelta, de presto llamó un Christiano que le cortasse la cuerda con que estava atado, y siendo libre, al punto tomó una lança de un Moro muerto, y un cavallo de muchos que andavan ya sueltos por el campo, y una adarga, y con valor muy crecido, como era valiente cavallero, hazía maravillas. A esta sazón los valerosos Capitanes Moros, especial los Maliques Alabezes, se mostravan con tanta fortaleza que los Christianos ayna tornaran a passar la rambla mal de su grado: lo qual visto por Alonso Faxardo y Alonso de Lisón y Diego de Ribera y los principales cavalleros de Murcia y Lorca, hizieron tanto, peleando tan bravamente, que los Moros fueron 15 rompidos, y los Christianos hizieron muy notable daño en ellos. Los valientes Alabezes y Almoradí, Capitán de Guadix, tornaron a juntar su gente con grande ánimo y valentía; dieron en los Christianos con bravo ímpetu y fortaleza, matando muchos dellos y hiriendo. Quién viera las maravillas de los Capitanes Christianos? Era cosa de ver la 20 braveza con que matavan y herían en los Moros. Abenaciz, Capitán de Baça, hazía gran daño en los Christianos; y aviendo muerto a uno de una lançada, se metió por la priessa de la batalla, haziendo cosas muy señaladas. Mas Alonso de Lisón, que le vido matar aquel Christiano, de cólera encendido, procuró vengar su muerte. Y assí con gran pres- 25 teza fué en seguimiento de Abenaciz, llamándole a grandes vozes que le aguardasse. El Moro bolvió a mirar quién le llamava, y visto, reconoció que aquel cavallero era de valor, pues traya en su escudo aquella Cruz y Lagarto de Santiago. Y pensando llevar dél muy buenos despojos a Baça, le acometió con grande braveza por le herir; mas el 3o buen Lisón, que no era poco diestro en aquel menester, súpose defender y offender al contrario: de manera que en dos palabras le dió dos

heridas. El Moro, viéndose herido, como un León bramava de coraje, y procurava la muerte al contrario; mas muy presto halló en él la suya, porque Lisón le cogió en descubierto del adarga un golpe por los pechos, tan bravo que no aprovechando la fuerte cota, le metió la 3 lança por el cuerpo: luego cayó el Moro del cavallo y fué muerto brevemente entre los pies de los cavallos. El cavallo de Lisón quedó mal herido, por lo qual le convino con presteza tomar el cavallo del Alcayde de Baça, que era muy estremado, y con él se metió por la mayor priessa de la batalla, diziendo a vozes: <Santiago y a ellos. AlonTo so Faxardo andava muy rebuelto con los Moros, y el Corregidor de Murcia. Y tanto hizieron los de Murcia y los de Lorca, que los Moros fueron segunda vez rompidos; mas el valor de los cavalleros Granadinos era grande y peleavan muy fiera y crudamente, y como llevavan muy buenos caudillos, se mantenían en la batalla muy bien. Mas era 15 el valor y esfuerço de Alabez tan grande, que en un punto tornó a juntar su gente, y bolvió a la batalla tan furioso como si no fueran rompidos ninguna vez, y andava la batalla muy sangrienta: ya se hallavan muchos cuerpos de hombres y cavallos muertos, la vozería era muy grande, los alaridos crecidos, la polvoreda era terrible, que 20 a penas se podían ver los unos a los otros: mas no por esso se dexava de mostrar la batalla muy sangrienta y rebuelta; de manera que era tan grande la barahunda y gritería que no se oyan ni veyan los unos a los otros. El valiente Alabez hazía por su persona maravillas y grande estrago en los Christianos, de manera que delante dél no parava 25 hombre con hombre. Lo qual visto por Alonso Faxardo, valeroso Alcayde de Lorca, arremetió con él con tanta braveza que Alabez se espantó de verle con tanta pujança; mas no morando en él punto de covardía, con bravo ánimo resistió á Faxardo, dándole muy grandes golpes de lança, que a no yr bien armado el buen Alcayde, allí mu30 riera a manos de Alabez, por ser el Moro de gran fortaleza, aunque aquella vez muy poco le valió, por ser la bondad de Alonso Fajardo de muchos quilates más que la suya; aviendo el Alcayde quebrado su lança, en un punto puso mano a la espada y arremetió con Alabez con tanta presteza que no tuvo lugar de aprovecharse de la lança, y 35 fuéle necesario perderla y poner mano a su alfange para herir a Alonso Faxardo; mas el valeroso Alcayde, no parando mientes al peligro que de allí se le seguía, cubierto de su escudo muy bien, se pegó con Alabez tanto, que dándole un golpe sobre el adarga, que muy fina era, cortándole della gran parte, tuvo lugar con la mano izquierda, 40 aviendo puesto el escudo a trás pendiente de su cuello, de asille de la

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misma adarga, con tal fortaleza que estuvo en punto de sacársela del braço. Alabez que a Faxardo vido tan cerca de sí, como aquel que lo conocía muy bien, le tiró un golpe con el alfange a la cabeça, pensando de aquel golpe acabar la guerra con él: y sin duda Alonso Faxardo lo passara mal, por no tener el escudo en el braço, sino que el Moro fué desgraciado en aquel punto, porque su cavallo se dexó caer en el suelo, porque estava mal herido, y por esto no tuvo lugar de hazer aquel golpe. Apenas Alabez fué en el suelo, quando los peones de Lorca le cercaron, hiriéndole por todas partes. Visto Alonso Faxardo al Moro en aquel estado, en un punto se apeó y se fué á él, echándole 10 los braços encima, con tanta presteza y fuerça que Alabez no pudo ser señor de sí. Los peones de presto le echaron mano, porque muchos le conocían, como aquellos que cada día recebían dél notables daños: y assí le prendieron, mandando Alonso Faxardo que lo sacassen de la batalla; los peones lo hizieron ansí. En esta sazón todavía andava 15 la batalla muy rebuelta y sangrienta, y de los capitanes de los Moros no parecía ninguno: lo qual visto por ellos andavan muy desmayados, y no peleavan como solían, ni con tanta fortaleza; mas con todo esso hazían su poderío. Mostróse la gente de Lorca aqueste día muy brava, haziendo grandes cosas en la batalla, y no siendo menos que ellos los 20 de Murcia llevavan lo mejor del campo. El Capitán Abidbar, como no veya ningunos de los demas Alcaydes y Capitanes, maravillado dello, se salió de la batalla y se puso en un alto, por ver en el estado que estava, y algunos que le vieron salir le siguieron y le dixeron: qué aguardava, que no quedava Alcayde Moro a vida, y Alabez de as Vera estava presso. Lo qual oydo por Abidbar, de todo punto perdido el ánimo y del todo desmayado, tomó por consejo huyr, y escapar algunos de sus cavalleros, y luego mandó tocar a recoger. Los Moros, oyendo la señal, dexaron el pelear, y parando mientres por su general y sus vanderas, vieron cómo Abidbar yva huyendo por la 30 sierra de Aguaderas: luego ellos hizieron lo mismo, siguiéndole huyendo y atemorizados. Mas los Christianos les siguieron, matando y hiriendo muchos dellos, que no se escaparon de todos trecientos. Siguióse el alcance hasta la fuente de Pulpi junto de Vera. Quedaron los Christianos con singular victoria. Fué esta batalla día de S. Patricio. 35 Y las dos ciudades, Lorca y Murcia, celebran este día en memoria desta batalla. Los Christianos victoriosos se bolvieron a Lorca, yendo cargados de despojos, de armas y cavallos, y otras cosas. Alonso Fajardo se llevó a su casa al Capitán Malique Alabez, y queriéndolo meter por un postigo de un huerto del mismo Faxardo, dixo Alabez: «Que él 40

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