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POESIAS

DE

DON JERONIMO DE CANCER Y VELASCO.

COMPOSICIONES VARIAS.

COPLAS DE PIÉ QUEBRADO.

Anna dama, estando herido el poeta de una pedrada que le dieron

en la frente unos capeadores.

Contaros quiero esta vez (Muy sin nota de grosero En mi fineza)

Que anoche à mas de las diez
Tuve un cierto quebradero
De cabeza.

Yo iba imaginando en vos (Y aun os llevaba, colijo, Abrazada);

Y aquí para entre los dos,
Alguno, de envidia, dijo:
Pedrada.»

Dicho y hecho, al revolver
De una calle á buen compás,
Hétele aquí

Que me salen (á mi ver)
Seis ladrones de los mas
Lindos que vi.

La capa con gran ruido

Me pidió (mudando acera)
Un capeador;

Y vo, al verme acometido,
Si el me dejara, le diera
Un fiador.

Y yo rindiera por Dios

La capa y aun todo el mapa,

Al asombro;

Mas acordéme que vos

Me quisisteis con la capa
En el hombro.

Ella, Clori, me buscaba Una ocasion donde quiera Muy reñida;

Que aunque lo disimulaba, Bien sabía yo que era

Una raida.

Puseme en defensa, haciendo

(Como dicen) del valiente,
Y soy un pollo;

Y uno de ellos, esgrimiendo
Una piedra, hizo mi frente
Su rollo.

Yo os confieso que me vi
Afligido (ya lo veís)

A su abinco;

Que eran los ladrones seis; Y si son muchos, por mí Sean cinco.

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Una copia fiel y parecida,

Aunque ya vuestro ingenio la presuma.
Mandásteisme que os diese à la partida
De mí y de todo cuenta rigurosa;
Y lo que me mandais no se me olvida.
Mi oficio es el garito, y no otra cosa;
Y å las once me llama este cuidado,
Como la diligencia mas forzosa.

Ocio no vi jamás tan ocupado.
El ministro mas justo y mas estrecho
No acude à todas horas al Senado,

Como yo á esta costumbre, á mi despecho. ¡Oh efectos de un vivir mal repartido! Quedarse en el afan sin el provecho.

Muchos dirán que vivo entretenido,
Y serán maliciosos ó ignorantes;
Que por huir el ócio desabrido,

Me pusiera á amasar, como Cleantes, O como el docto Plauto, á hacer pasteles (A mi rudeza entrambos muy distantes). La fortuna, don Juan, no ve papeles, por costumbre envejecida ó vicio, Ciega reparte palmas y laureles.

Y

Servi à un señor; salíme sin oficio;
Mas de alguno dirá que no me ayudo,
Pero no puede ser de sano juicio.

Que pude encaminarme, no lo dudo;
Mas ya el precioso tiempo malogrado,
Nadie vuelve á poder lo que antes pudo.
No veo camino que no esté borrado;
Que este del escribir es tan torcido,
Que el que llega por él á acrecentado,

Por la puerta ha de entrar de entremetido. Mil veces en mi vana fantasía

Suelo llorar, don Juan, que no he seguido
El norte fiel de una secretaría;
Mas ya en mi edad dificil se me ofrece,
Debiendo ser desde la infancia mia,

Que allí el aumento con los años crece.
No hay santo grande puesto en escritorio ;
San Juanito ha de ser, si bien parece.

Si hago de mi vida expurgatorio,
La causa ignoro y los efectos siento;
Gran consuelo es ser todo transitorio.
Mas pasemos á cosas de contento;
Que ya os juzgo, don Juan, muy deseoso
De algun alegre cortesano cuento.

Las noches de este invierno riguroso
Las paso en casa de la Clori, aquella
De vuestra libertad estrago bermoso.
Acuden otras muchas, que con ella
Es poner à la noche con el día,
Y con el sol mal explicada estrella.
Hacen habilidades á porfía,

Y en esto cada cual lucir procura;

Y Clori no hace nada ( y aun no es fria);
Que inhábil vive siempre la hermosura.
Cántase mal, y canta Clori entonces;
No vi desentonar con mas dulzura.

Laura, don Juan, parece hecha de gonces;
Que hace unos movimientos tan extraños,
Que deshicieran mármoles y bronces,
Y todo lo destuce con los años;

En mucha edad no hay gracia que sea buena, Y aun no bastan con ella desengaños.

Aquí, don Juan, no hay dama que sea ajena, Y yo el corriente de los otros sigo. Trátase de cenar, mas no se cena;

Que siempre falta el plato de un amigo.
Lo que mas se tragina es el conceto.
Anoche entró un señor á ser testigo,

Y nuestro gusto se volvió en respeto.
Hizo que le cantasen cuatro tonos;
Estuvo al escuchallos muy inquieto;
Manoseó las damas y dejónos.
Ya reconozco que vuestra ansia es mucha
Por escuchar de Clori los abonos,

Que un fino amante entre sus dudas lucha.
Ella asiste al festin de mala gana,
Todos la dicen, pero á nadie escucha.
Mas vamos á otra nueva cortesana

(Si es que atendella vuestro amor consiente).

Ya visteis muy envuelto en su sotana

Aquel nuestro vecino pretendiente;
Pues despedidos tuvo los dotores,
Y una plaza le dieron de repente,

Ya de puro cansados, los señores. ¿Qué hay que espantar? Yo estaba el otro dia Viendo jugar dos bravos paradores,

Y mi barato en verza le tenia,

Y un hombre que pesaba diez quintales
A cuestas se me puso y me molia.

Túvele así dos horas bien cabales,
Y al fin, amigo, le dejé el asiento,
Que tambien hace el ódio liberales.

Aquel mozo andaluz, de cuyo aliento
Se hablaba con alguna indiferencia,
Por no haber extremado el ardimiento,
Tuvo bien ordenada una pendencia;
Ya nadie con aquesto le ocasiona.
Y el que queria hacer dél experiencia,
Le agasaja, le admite ó le perdona:
Mucho importa, á mi ver, andar lucido.
La paz entre la guerra se sazona,

Menos riñe, don Juan, el que ha reñido;
Salió al campo con otro, y solo alabo
El que al campo saliese sin ruido.

Yo vi desafiar á mas de un bravo, Y gastarse el enojo muy en balde. Y en estos casos, de admirar no acabo El mucho esfuerzo de un señor alcalde, Pues el primero la campaña pisa. El dia del juicio (y esperalde),

Queriendo Dios, sabrémos el que avisa. No dudo que impedirlo un duelo pueda, No siendo del valor culpa precisa;

Pero por el escrúpulo que queda,
En los que no es posible que sea maña,
Será desgracia siempre que suceda.
Ya la amiga viuda no se araña,
Y dispensa el cabello por la toca,
Y al manto se le asoma la pestaña.
A todas horas pide vuestra loca
(Ya me entendeis) la música Menguilla,
Ó sea albaja rica ó fruta poca.

Pidióme antes de ayer una esterilla,
Que es pasamano ancho de á caballo,
Que un toro troncara desde la silla.

No valgo yo para poder comprallo; Neguéselo, y pidióme unas lantejas, Un cucharon, un asador y un rallo.

No os quiero referir, por cosas viejas, Que guardan todos mucho su dinero, Sin dejalle asomar ni aun á las rejas;

Que se conspira todo el mundo entero Contra nuestro monarca soberano; Que siempre fué delito el ser primero. ¡Oh! ruego à Dios que ya el bifronte Jano Cierre con suma paz los cien cerrojos, Que abrió en su templo descompuesta mano, Y que sin ver los propios campos rojos, Su generoso carro en quieto alarde, Le tiren corazones por despojos.

Ya me parece que se os hace tarde, Tened esta memoria en grande aprecio, Pues veis mi flojedad, y Dios os guarde, Y respondedme, amigo, aunque sea récio.'

SONETO.

Á Píramo y Tisbe.

El cendal de que Tisbe se despoja,
Piramo advierte y reconoce atento,
Y creyendo por el su fin violento.
Sobre su acero intrépido se arroja.

En brazos ya de la postrer congoja
Vió Tisbe al alma de su pensamiento,
Y por mezclar su aliento con su aliento,
Solo la duda de morir la enoja.

«Espera á quien te adora,» Tisbe clama, Al penetrarse el pecho enamorado,

Y unieron las dos almas desta suerte.

¡Oh siempre injusto amor! ¿quién no te infama?

Que la deuda á que estabas obligado, Fué menester cobralla de la muerte.

TERCETOS.

Carta á un amigo suyo, que le encargó que asistiese à una dama que habia dejado en Madrid.

En verso, gran don Luis, he de escribiros
(Si bien con torpe acento, humilde y rudo),
Por ver si puedo un rato divertiros,

Que en un ausente amor mucho lo dudo;
Pero, con todo, que me oigais os ruego,
A tanta ocupacion ó sordo ó mudo.

Di vuestra carta á Lisi, amigo, luego
Que vuestro gusto conocí en la mia;

Y aunque (ya os acordais) era de un pliego,
Así como la abrió, su vieja tía
Conoció que una letra le faltaba;
Que en esto sabe mucha ortografía.
Lisi de cuando en cuando la miraba,
Y como la gobierna su semblante,
Bien detenidamente se alegraba.

¿Cómo puede sufrir un pobre amante
Una tia que, á modo de colegio,
Se puso la sobrina con no obstante,
Por ser tia no mas de privilegio?
Dichoso yo, que desta cárcel dura
Sali quizá con mas que indulto régio.
Mandaisme que vea á Lisi, y es locura
Asistir á la dama de un ausente,
Aunque blasone de la mas segura.
Dejo el peligro, en todos evidente,
Hijo de la ocasion y la belleza,
Mas vivo en el mayor inconveniente.
¡Oh cuánto persuade una belleza!
Ello, amigo, jamás me ha satisfecho
Hacer aqueste modo de fineza,

Que mas se inclina al daño que al provecho;
Y el mayor fundamento es que la dama
La voy a ver, y piensa que la acecho.

Yo no sé cierto con qué mano llama
Á una puerta cerrada, y solicita
Entrarse á una mujer hasta la cama

El que armado de otro la visita.
Si la veo con mucho cumplimiento,
Se cansa la mas fina, y aun se irrita.
Si cortesano despejarme intento,
Una amistad, que en nada me dispensa,
Tambien se infama en el esparcimiento.

No hay cosa en la materia sin ofensa.
Si la regalo, cuando mas la obligo,
Mudando el fin, que la enamoro piensa.
Si la acompaño, dice que la sigo,
Y por cualquiera falso presupuesto,
Basta á descomponerme con mi amigo.
Y es lo peor que no haya nada desto.
Pero en Lisi no corre esta malicia;
Mas, con todo, mil veces os protesto

Que encamineis por otro la noticia,
De vuestra fiel correspondencia amante;
Que temo de su tia la avaricia.

Siempre que veo su infernal semblante,
Me muestra los cien cuellos, uno á uno,
Del dragon que guardaba vigilante

Las manzanas que á Júpiter dió Juno,
Undécima de Hércules fatiga.
Dichoso yo otra vez, que el importuno
Fuero de amor en nada no me obliga,
Y libre de sus leyes me contemplo,
Encarecer la libertad amiga.

Ya suple la pared al claro templo
Del desengaño la cruel cadena,
Que yo ofrecí por voto y será ejemplo.
Ya es indicio fiel la rota entena,
De que vencí del piélago la saña,
Y que el cielo piadoso se serena;

Que á él solo se reserva aquesta hazaña.
No quiero yo apropiarme tanta gloria,
Donde el valor no sirve ni la maña.

Mil veces examino la memoria,
Y solo, como en léjos, me parece
Que me ayudó el contrario á la victoria.

Ya distingo las formas y amanece
El claro sol, á mi discurso ciego,
Que la tiniebla oscura desvanece.

Ya se aumenta mi vida en mi sosiego,
Ya muy puntual me da un recibo
El tiempo de las horas que le entrego.
Dichoso yo, que para todos vivo.
¿Quién el estado escribirá penoso

De un pobre amante (aun con su gusto esquivo)?
Tibio esta el rato que no está celoso.
Y si lo llega á estar, todo le enfada,
Y de mal satisfecho ó de quejoso,

Aborrece lo mismo que le agrada.
Ó llamese (don Luis) muerte una vida
Adonde la inquietud es destemplada
Y la tranquilidad es desabrida.
Ahora entiendo el verse en los umbrales
Del templo que erigió Roma advertida,
A Vénus Livitina, funerales
Aparatos de luto y de tristeza;
Que fué decir en actos desiguales

Que aquel que se consagra à la belleza,
Olvidado de sí, viviendo muere,
Si no es que por lugar donde tropieza
La juventud, su engaño nos refiere.
Yo me recojo, en fin, casi de dia,
Para que mi familia no me espere,

Que es la que vos sabeis, por dicha mia.
Rezo y ceno tan poco, que atrevido
Suelo desafiar la apoplejía.

Hasta acostarme paso entretenido,
A mi bija celebrándole algun chiste,
De mi mujer contado y añadido.

Solo el que aspira á holgarse vive triste; No hay placer que á este gusto se le iguale, Que en la quietud del ánimo consiste.

El sol con nueva luz apenas sale,
Cuando gustosamente me levanto
A buscar con qué el dia se acabale,
Y de las aves acompaño el canto.
Voy a cobrar adonde nadie espera,
Que en la casa de Dios se adquiere cuanto
Para su alivio un pobre considera,
Y yo en su providencia soberana
Un juro tengo en situacion primera.

Sucede el mediodía á la mañana,
Y mi familia, en fin, come gustosa,
Hasta cubrir la línea de la gana.

Entra la tarde, y faltame otra cosa; Quiso Dios que el maná solo durase Un dia, y fue cautela misteriosa;

Porque su pueblo dél no se olvidase. Pero en mi echa mas cortos los niveles; Que porque sin pedille nunca pase,

Se acaba mi maná con los manteles; Mas, con todo, mis horas son felices, Que tal vez, rotos estos aranceles,

Suele llover el cielo codornices. Solo el vivir al mal tan inclinado, Hace mis necios años infelices;

Que todo lo que tengo granjeado Con esta austeridad y esta clausura, Es variar personas al pecado.

Pero desde este estado mas segura
Miro la enmienda, porque no embaraza,
En siendo mas de una, la hermosura.

Mas volviendo á mi vida, no hallo traza
De seguir yo por mí senda ninguna
Que salga sin rodeos á la plaza.

Sentada pintó Apéles la fortuna,
Depuestas las insignias inconstantes,
Como gozando de quietud alguna.
¡Válgame Dios, que tantos siglos antes
Fuese mi vida objeto de su vida,
Que previesen sus lineas elegantes!
¡Que la fortuna varia, negra y fea
Habia de ballar en mi descanso firme,
Naciendo para fin de su tarea!

Mas no quiero afligiros ni afligirme;
Ya sabeis que con vos siempre soy fino,
Y á vuestro gusto nunca he de eximirme.
Pues amistad tan grande me previno,

Yo veré á Lisi por mañana y tarde,
Y de vuestra aficion seré asesino;

Y con esto, don Luis, el cielo os guarde.

SONETO.

A una rosa deshojada.

Esa mustia beldad, que enamorado
Tuvo al abril su verde lozanía,
Fragrante joya, que al romper del dia
Saco la primavera en el tocado;

Substituta del sol, astro esmaltado,
Que igualmente alumbraba y influia,
Y en su verde apacible tiranía,
Por reina se hizo coronar del prado;

A mano descortés, segur villana,
Rinde cuanto esplendor y pompa adquiere,
Pagando como culpa el nacer rosa.

¡Oh! no se fie la belleza humana;

Que es breve flor, que cuando nace muere, Mucho mas que por frágil, por hermosa.

SÁTIRA.

Que haya novio tan honrado,

Que en aquesta edad escasa
A su familia y su casa
Sustente con un cornado;
Y viéndole descuidado,
Su mujer supla estos ócios,
Y ande en algunos negocios
La vez que se pone el manto,
No me espanto.

Pero que saque la niña,
Con caños y garapiña,
Aqueste y aquel vestido,
Y que crea el tal marido
Que lo hace de su hucha,
Cosa es mucha.

Que ande un galan con vejiga,

Sin valelle su razon,

Y en vez de satisfacion,
La damisela le diga

Que con celos no la obliga;

Y él la presente en sus males
Las causas originales,
Cuando ella le pide un tanto,
No me espanto.

Mas que la dé cuanto tenga,
Y que cuando á verla venga
Le cueste al pobre silbar,
Y no se atreva á llamar

A la puerta si no escucha,

Cosa es mucha.

Que hasta encontrar buena paga, Muy hazañera y prolija, Tenga una madre una hija Doncella hasta que se haga; Y porque se satisfaga Todo vecino enemigo, Siempre la traiga consigo, Y la pierda el Jueves Santo,

No me espanto.

Mas que la entregue despues

A un muy rico milanés,

Y sea el lance apretado,
Y ella y él hablen cerrado

Al empezar de la lucha,
Cosa és mucha.

Que si gasta una pobreta,
Sin valello la persona,
Sea su casa Ratisbona,
Con una y con otra dieta;
Que tenga la gana quieta
Con menudo aventurero,
Y que al gastar su dinero
Conozca el tanto mas cuanto,
No me espanto.

Pero que si hay un menguado
Que la asista con cuidado,
Diga que no come olla,
Y haga gestos á la polla

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Y melindres á la trucha,

Cosa es mucha.

Que salga con mucho adorno
Un soldado fanfarron,

Y que antes de la ocasion
Tome su caballo el torno;
Que esté de guarda en un horno,
Y no se le cueza el pan;
Y en fin, salga de este afan
Como Uchalí de Lepanto,
No me espanto.

Mas que sea tal su maña,
Que luego cuente en España
Que deja á Francia sujeta,
Y le dén una jineta,
Mereciendo una garrucha,
Cosa es mucha.

OTRA:

Enderezãos, Lucía;

Que vais torcida,

Que un viejo, en su edad mas alta, Solo porque se encariña,

Se case con una niña,

Y ella lleve quince y falta;
Que sin asistir en Malta,
Sea gran cruz de su velado,
Y que le pida al cuitado
Una gala cada dia,
Enderezáos, Lucía.

Que el otro por granjear
Se desvele y se trasnoche,
Y pudiendo andar en coche,
Ande á pié por el lugar;
Que trate su paladar

Aun peor que el de un vecino,
Por dejárselo á un sobrino,
Que apenas se pone chia,
Enderezáos, Lucía.

Que una vieja setentona,
Con una y con otra tacha
(Que del tiempo se emborracha,
Y se pone hecha una mona),
Aderece su persona,

Y se sujete al martirio
De la muda y del colirio,
Para que el mundo se ria,
Enderezáos, Lucia.

Que un amante maltratado,
Que ya la dama dejó,

Por disculpar que volvió
Contra todo lo jurado,
Al amigo y al criado
Diga (porque no lo dude)
Que de lástima la acude,
Y que peca de obra pia,
Enderezáos, Lucía.

Que una moza, por estar
Muy enamorada y loca,
No tenga á qué abrir la boca,
Si no es para bostezar;

Que se deje maltratar,

Y al dalle la bofetada,

Quede en su amor confirmada
Aun mucho mas que solia,
Enderezãos, Lucía.

OTRA.

Ande la rueda, y coz con ella. La que ayer era fregona, Ya luciendo en el lugar, Su cántaro va á llenar A los caños de Carmona, Ya tiene escudero y mona, Y en casa bate moneda, Ande la rueda.

El que era muy liberal Cuando era pobre y mal harto, Ya guarda muy bien su cuarto, Porque se ve con caudal,

Ya defiende su real,

Y no hay quien entralle pueda, Ande la rueda.

El otro mozo se inclina

A una vieja que se arruga,
Porque desde que conjuga
Con ella, ya no declina;
Y en la vena de su mina
Oro encuentra, plata y seda,
Ande la rueda.

La dama que aborrecia
Al galan, y muy preciada
Reñia con la criada
Porque la puerta le abria,
Ya le busca todo el dia,
Y en los portales se queda,
Ande la rueda.

El otro pobre estudiante,
Que en ajena librería,
Con tanta bellaquería,
Apenas era pasante,

Ya mudado en un instante,
En la China manda y veda,
Ande la rueda.

La dama que brinca y salta
Al galan del interés,
Si le ve entrar sin el mes,
Luego le cuenta una falta,
Ya todo la sobresalta,
Y la encuentra cariaceda,
Ande la rueda.

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Cuna de Jove y puerto á su deseo,
Donde tálamo halló mas oportuno
La robada deidad, que en bruta popa
Fió su nombre y su hermosura, Europa.
En esta pues, donde vertió Amaltea
(Nutriz del mayor Dios) su copia hermosa
(Bellísimo dibujo de su idea),
Siempre fragante y siempre deleitosa ;
En cuanto de las ondas se rodea,
Mínos impera con su incasta esposa,
Pasife, hija del Sol, que, inobediente,
Se hizo jurar por luz del claro oriente.
Un bruto airoso, cuya piel manchada
Pudo servir de nave á Europa bella,
а
Toro galan, que honor de la vacada,
Altivo entre los otros se descuella;
Corto de cuello, frente levantada,
Breve de asta y de ceñida huella,
De vista inquieta y de feroz postura;
Que tambien en lo fiero hay hermosura;
Pasife vió, y de humana desmentida,
Rompiendo leyes á naturaleza,
Quedó al deseo irracional vencida,
Infamando su ser y su belleza;

Ya obliga al bruto con la piel mentida,
Ya ejecuta su bárbara torpeza.
¡Oh cuánta ceguedad que le concedo,
Pues halló amor adonde todos miedo!

De aquesta junta fea, union disforme,
Concúbito jamás proporcionado
(Castigo á tanta culpa muy conforme),
Horrible fruto (al tiempo destinado)
El Minotauro fué, mónstruo biforme,
De dos formas distantes fabricado,
Mostrando de Pasife en vituperio,
Que aun pasó mas allá del adulterio.

Mínos, en vez de corregir su afrenta,
Mínos, en vez de ensangrentar la espada,
Juzgó la fiera por deidad exenta
Y á las humanas leyes preservada;
Y la misma maldad que representa
Hizo su neutra especie venerada;
Que en la gentilidad ciega y sin tino
Era lo mas culpable mas divino.

Susto comun el Minotauro crece,
Tan feroz, tan cruel y tan temido,
Que solo humanos pastos apetece
Contra su medio ser embravecido;
Y el mísero infeliz que se le ofrece,
O muere á su semblante ó su bramido;
Y luego el diente despedaza en vano
Cuanto asegura la terrible mano.

La tierra gime al intratable peso,
Cuando la ofrenda racional deshace;
La cara esconde el sol al grave exceso,
En vez de frágil heno, estragos pace;
Relaja el nervio, desbarata el hueso,
Y aun apenas su rabia satisface;
Y esta cruel apenas nos informa

Si es de la bruta ó de la bumana forma.
Cárcel (si templo no) del bruto horrible
El laberinto fué, ciego y confuso,
Cuya fábrica varia, imperceptible,
Artifice ingenioso la dispuso;
Dédalo, que, aspirando á lo imposible,
Alas de fácil cera se compuso,
Con que desvanecido el peso grave,
Gozó en el viento privilegios de ave.

La estanza estaba en calles dividida,
Con tanta confusion, variedad tanta,
Que entre una y otra senda parecida,
Duda suspensa la cobarde planta;
Muévese el paso y busca la salida,
Y solo en el empeño se adelanta;
Así encuentra en su amor, con alma errante,
La libertad un infeliz amante.

Ciego detiene el ignorante curso
El que el obscuro laberinto pisa;
El pié se informa del neutral discurso,
Y aqueste yerra cuanto aquel avisa;
Tal era de las líneas el concurso,
Tal la equivocacion, siempre indecisa;
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