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DE

LA

REAL

ACADEMIA

ESPAÑOLA

AÑO XII. TOMO XII.-Diciembre de 1925.-CUAD. LX

DON ANTONIO MAURA

El señor Rodríguez Marín hace pocas horas me decía, señores Académicos, lo que acabáis ahora de oír. (1). Acto de jurisdicción bondadosamente ejercida; por ser suyo, por invocar la memoria de quien tanta jurisdicción tuvo sobre mí, no pude, no supe oponer resistencia, aun siendo tan fundada como sentía, como ahora comprendo harto mejor.

Cuando una gran pena embarga por completo el espíritu, cuesta mucho salir de la soledad, romper el silencio. “No veo”, pudo todavía decir Maura volviéndose al mundo al salir de él, con ansia de visión que en el mismo instante le descubriría la eterna. El ascendió, y acá quedamos en desamparo y tristeza. Tampoco nosotros vemos si miramos; sin mirar vemos, y oímos sin oir. Falló el sentido; pero el espíritu, recogiéndose a la intimidad, se halla en la presencia de quien tan por entero le posee. No es recuerdo aún, el que imperecedero ha de transmitirse, de perpetuarse. Aquí quedan indelebles huellas, testimonios fehacientes de lo que Maura era y podía. Desde esta altura, serenado el ánimo, era la que recibía, la que le causaba el espectáculo de las mundanales contradicciones, impresión de conjunto muy de

(1) Se refiere a unas breves palabras del señor Rodríguez Marin, presidente accidental de esta junta, explicando por qué había delegado en el señor Marqués de Figueroa el llevar la voz de la Academia.

purada, muy cierta en su carácter impersonal. De mu chos Maura incomprendido, entre los mismos de que era admirado, falta algo esencial para el juicio del hombre al que no le conoció como Académico.

Unidad de vida, rica, fuerte; grande la variedad de manifestaciones, va ligándolas trabajo nunca interrumpido, que la dificultad, la oposición, aumenta y mejora, según perfecciona el consistente ánimo y le adiestra para sobreponerse a toda adversidad.

Era ya uno aparte, distinto, cuando escolar se recluía y concentraba en el estudio; anunciando mucho saber, no prometía tanto brillar. El independiente isleño mallorquín, notado por su áspero acento, no era de los que imaginan y proyectan, como después no sería de los que osan. Maura nunca aspiró a lo que sucesivamente fué. Se puso, sí, en la ruta del ideal; cara al ideal caminó siempre, impulsado por el deber. Los que siguen esa derecha vía, forzosamente han de ir viendo a muchos desviarse, tomando para abreviar distancia sendero de atajo, por la trocha.

Para Maura el foro fué también aula, donde al punto ejerció el magisterio. En plena actividad y en el mejor momento, el de suceso mayor, dejaría ese ejercicio profesional; no fué, ciertamente, el menor de los sacrificios. A la literatura jurídica -jurisperito, jurisconsulto debe formación la más adecuada para funciones de legislador; define en textos legales, textos vivos cuantos interpreta y aplica, dándoles virtualidad y eficacia.

Llega Maura al Parlamento por circunstancias ocasionales, ocasional para él entonces lo que pronto sería principalísimo. Comenzó a serlo apareciendo como abogado, en discusión de actas, de expedientes electo

rales; trabajo de crítica legal, de real análisis, obra de jurista ya reveladora del político; hubo de apre ciarse, de estimarse lo uno y lo otro en el gran orador orador insigne, diría a poco Cánovas- puesto al servicio de las mejores causas. Oí aquellos primeros discursos, asistente a una tribuna, y recibí, oyendo al desconocido, impresión que había de confirmar muchas veces en futuros días de considerada y amistosa relación. Revelando abusos, señalando lacras, procurando depurar y corregir, era ya Maura el que siempre sería; constantes, pero además crecientes, sus anhelos por la verdad en la representación. Así que cumplió el cometido a que mi recuerdo se refiere-fué su parlamentaria revelación y por eso debe mentarse- volvió Maura al silencio. Sólo lo había de interrumpir cuando fuere solicitado o requerido. Estaba en obediencia; más conten.to de la pasividad que de la acción, sin omitir la necesaria.

Prosiguió, preferentísimamente, las tareas de abogado, muy grande el número de los dictámenes y oraciones forenses, piezas de muy subido valor doctrinal y literario. Por razón de oficio, acompañándole, siguiéndole en su gobernación, hube de oírle, no pocas veces, fijar el sentido de los preceptos legislativos que aclararía, completaría y mejoraría de muchos modos. Prefiriendo referirme a lo menos conocido y aun bastante olvidado, recordaré cuanto esclareció con prácticas observaciones --preparación detenida, cuidadosa la muy interesante reforma hipotecaria, anteriormente intentada, al cabo por su gobierno conseguida. Esa vocación primordial en Maura, jurista, legislador, fija su carácter, da expresión a su fisonomía al darla a los trabajos en que se refleja mejor.

Serví, también por designación de Maura, en el

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