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ritu del hombre en este mundo no reposa; es un peregrino que no se para en ninguna parte, sino que camina siempre buscando nuevos horizontes y

cosas nuevas. A esta constante movilidad es a lo que algunos llaman progreso, por entender que siempre se va de lo mediano a lo bueno y de lo bueno a lo mejor; la experiencia demuestra que no es así. Siempre nos movemos; pero unas veces para mejorar, y para empeorar otras. Fray Luis, floreciendo en una generación ilusionada por las grandezas de la antigüedad, dijo resueltamente que ni lo antiguo es bueno por ser antiguo, ni lo moderno malo por ser moderno; de tocarle florecer hoy, en que la ilusión general es la contraria de la de su tiempo, habría construído la fra

se al revés, pero para expresar el mismo pensamiento.

C) Ciñéndonos a las bellas letras, digamos que la estrambótica exageración del clasicismo en que consistió el gongorismo en España y el marinismo en Italia no era un progreso ¿qué había de serlo?

LIBROS DEL SIGLO XVI

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poz el

La cozonación famoso poeta Juan de mena:al il lustre Lauallero don yñigo lopez de Øendoça marques de Santi flana: có otras coplas añadidas ala fin fechas poz el mesmo poeta

Mena (Juan de). —¡La Coronación. — Sevilla, 1517.- Portada.

sino una decadencia, pero una decadencia inevitable. Por el buen camino no se podía adelantar ya; habíase llegado a la perfección, y hubo que tomar por esa

trocha para no estacionarse. Esta ley, de veras biológica, manifiéstase en los poetas por un deseo irresistible de originalidad, por el ansia de hacer algo nuevo, y en el público por su aplauso a las extravagancias que le ofrecen los poetas. El público español por su parte, o quizás mejor dicho nuestro vulgo literario, propende naturalmente a la forma exquisita y complicada, conceptuando de tanto mayor mérito las obras cuanto más trabajo han costado a su autor; en este sentido, pocos españoles dejarán de ser más o menos gongoristas. Antes de Góngora, varios poetas habían iniciado el culteranismo; pero es indudable que el genio de Góngora consumó la revolución y la llevó a su extremo. Como Góngora

era gran poeta, aun en sus mayores extravíos no podía disimular su condición excelsa. Los que le siguieron, sin su estro y sin su cultura, se derrumbaron en el abismo sin fondo de las necedades extravagantes.

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100. El conceptismo: Ledesma y Bonilla. Durante mucho tiempo se ha confundido con el culteranismo, otro vicio literario - el conceptismo-que convivió con aquél. Hubo poetas y escritores - los más de la decadencia - que fueron a la vez culteranos y conceptistas; otros se contentaron con ser una cosa u otra.

P. Baltasar Gracián (Jesuita). (1584-1658)

El conceptismo consiste en el discreteo, en el alambicamiento de los conceptos, en la ingeniosidad excesiva. Para ser conceptista no es menester escribir obscuramente; con las palabras más llanas y la más natural construcción se puede conceptuar cuanto se quiera. Alonso de Ledesma (1552-1622), autor de los Conceptos espirituales (1600) (1) y del Monstruo imaginado, tenido por iniciador del conceptismo, nos ofrece varios ridiculos pero expresivos ejemplos de este vicio literario. Dirigiéndose a San Lorenzo, dice, verbi gracia:

Seréis sabroso bocado

Para la mesa de Dios
Pues sois crudo para vos
Y para todos asado.

(1) De este libro hay 1., 2., 3. y 4. partes. La 3. se titula Juegos de Nochebuena moralizados a la vida de Cristo, martirios de Santos, reformación de costumbres y tercera parte de los conceptos de Alonso de Ledesma. La 4.": Enigmas hechos para honesta recreación y cuarta parte de los Conceptos, etc. Esta última, no distinguida por los bibliografos, lo ha sido por el marqués de Laurencin: Un libro muy raro de Alonso de Ledesma en edición no conocida ni descrita. (Articulo en la Revista critica hispano-americana, Diciembre, 1915).

No cabe peor gusto que el de esta comparación; pero es ingeniosa, rebuscada, alambicada; tal es el conceptismo.

En Ledesma, en Alonso de Bonilla, autor de Horas divinas y Peregrinos pensamientos (1614-1624) y en otros malos poetas el conceptismo se muestra por el ridículo aspecto indicado; pero Quevedo y Gracián fueron también conceptistas, lo que no les impide figurar entre los grandes maestros de la literatura española.

101. Quevedo: A) Su biografía y carácter. B) Sus poesías. Ejemplos.

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Don Francisco de Quevedo y Villegas era de hidalga estirpe montañesa. La casa solariega de la familia, en el valle de Toranzo, estaba hacía mucho tiempo abandonada, y en tal ruina, que cuando el poeta fué a verla, escribió en sus muros:

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Es mi casa solariega más solariega que otras, pues por no tener tejado

le da el sol a todas horas.

Francisco de Quevedo. (1580-1654)

Quevedo nació en Madrid (26 Septiembre 1580) y fué bautizado en San Ginés. Vivió sesenta y cinco años. Estudió en Alcalá de Henares, o, mejor dicho, se pasó la vida estudiando. Cuéntase de él que hasta cuando paseaba en coche iba en su libro leyendo. Su vastísima cultura concentróse principalmente en la Teología, Filosofía, Moral y Política. Era un estoico, o, quizás mejor, un senequista cristiano; hasta sus más libres sátiras responden, por regla general, a su elevada y rígida concepción de la virtud y de la vida. Quevedo fustigaba despiadadamente todo lo que se oponía a su integrismo trascendental. Decía:

No he de callar por más que con el dedo
ya tocando la boca, o ya la frente,
silencio avises, o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?

¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Prescindiendo de las conveniencias sociales, arremete Quevedo con cuantas inmoralidades, errores, vicios y ridiculeces afligen y perturban a

la sociedad. Como buen integrista, creía que la virtud había reinado en los pasados tiempos, y que en los suyos estaba todo corrompido. En aquellos benditos tiempos antiguos

Nadie contaba cuánta edad vivía,
sino de qué manera; ni aun una hora
lograba sin afán su valentia.

La robusta virtud era señora,
y sola dominaba al pueblo rudo:
edad, si mal hablada, vencedora.

El temor de la mano daba escudo, al corazón, que en ella confiado todas las armas despreció desnudo.

Multiplicó en escuadras un soldado
su honor precioso, su ánimo valiente,'
de sola honesta obligación armado.

Y debajo del cielo aquella gente,
si no a más descansado, a más honroso
sueño entregó los ojos, no la mente.

Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja, primero que el vestido;
menos le vió galán que peligroso.

Acompañaba el lado del marido
más veces en la hueste, que en la cama;
sano le aventuró, vengóle herido.

Todas matronas y ninguna dama;
que nombres del halago cortesano
no admitió lo severo de su fama...

Todo esto se perdió por el lujo y por los vicios, y Quevedo pedía nada menos que al conde-duque de Olivares su inmediata restauración:

Lograd, señor, edad tan venturosa;

y cuando nuestras fuerzas examina
persecución unida y belicosa,

la militar valiente disciplina
tenga más platicantes que la plaza:
descansen tela falsa y tela fina.

Suceda a la marlota la coraza;

y si el Corpus con danzas no los pide,
velillos y oropel no hagan baza.

El que en treinta lacayos los divide, hace suerte en el toro, y con un dedo la hace en él la vara que los mide.

Mandadlo así; que aseguraros puedo que habéis de restaurar más que Pelayo; pues valdrá por ejércitos el miedo,

y os verá el cielo administrar su rayo.

Claro es que nada de lo que Quevedo quería restaurar se restauró; pero ¿quién puede quitarle el mérito de haberlo deseado, ni el de haber

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