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CRÓNICA GENERAL

Se ha inaugurado en Madrid una Exposición de libros franceses patrocinada por el Gobierno de la República Es un hecho instructivo. Aun figurando en esta exhibición muchos ejemplares primorosos y tipos nuevos de encuadernaciones y ediciones, imitando estilos antiguos, no podia ofrecer novedad para los bibliófilos madrileños, en razón a que en los mismos días y desde antes estaba abierta otra Exposición semejante en el Palacio del Libro de la Casa Calpe.

Por otras razones es instructiva la Exposición francesa. A la inauguración concurrió el embajador de Francia, que quiso presidirla, aunque se trataba de un acto reducido, al que asistieron contadas personas. Comprenden hoy, más o menos, todos los Estados la conveniencia de fomentar y estimular el comercio nacional, y más todavía si tal comercio no es sólo económico, sino además cultural. Guillermo II, en los momentos en que era el árbitro de Europa, se proclamó más de una vez el gran comisionista del comercio alemán. Aunque se comprenda esta conveniencia, no siempre se practica. Oyendo al embajador de Francia en la apertura de la Exposición francesa recordamos la Feria del Libro de Florencia. Aunque aquella ocasión era más importante, no pudo conseguirse que ninguno de los dos embajadores de España en Roma, acreditado el uno cerca del rey de Italia y el otro cerca de la corte pontificia, asistiera a la inauguración de la Sección española ni a la de la Semana española, en que tomaron parte varios ilustres conferenciantes.

Los dos embajadores eran a la sazón dos escritores justamente reputados, amigos de los libros y de la cultura, el marqués de Villaurrutia, conocido por sus trabajos históricos, y el de Villasinda, autor de novelas y otros libros de amena literatura. Mas por deficiencias de organización no fué posible que asistieran en aquellas ocasiones, en que su presencia hubiera dado merecido realce al esfuerzo de la librería española. Parece que al marqués de Villaurrutia se le avisó con un solo día de anticipación desde Madrid. El ejemplo del Gobierno.

MAYO, 1923..

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francés y del embajador de Francia en la ocasión que comentamos debe ser retenido para lo futuro.

Hay otro aspecto en la Exposición del Libro francés que conviene recoger. En la producción del libro, como en la de la mayoría de los productos de extenso consumo, se ha llegado a una sobreproducción. La competencia industrial inevitable y la necesidad de producir mucho para sostener Empresas editoriales considerables ocasionan, lo mismo en el libro que en otros géneros de producción, la creación de stocks excesivos y saturaciones del mercado, existiendo además en el caso del libro mayor dificultad para apreciar las posibilidades del consumo, puesto que en la fortuna de las obras literarias entran elementos imponderables.

Viendo la Exposición francesa reparábamos en un género de competencia que acaso es el menos cultivado en España: el de la edición artística y elegante. El tipo medio del libro español ha mejorado mucho, pero las ediciones artísticas son poco frecuentes y casi siempre están concebidas como ediciones de lujo. El tipo de la edición artística no extremadamente costosa, y que, sin embargo, pueda tener valor propio como edición digna de conservarse, está poco estudiado entre nosotros. Se publican libros más que ediciones, y puede que bajo una dirección inteligente fuese viable y provechoso publicar ediciones que atrajesen, por el esmero y atractivo estético, a un cierto público selecto. Hay en todo el mundo, entiéndese en el mundo culto, en el mundo de la Minerva, una gran competencia, no sólo de libros sino de ediciones. La librería italiana, por ejemplo, está realizando un gran esfuerzo de que hay ahora muestras en Madrid, y la Feria de Florencia fué concebida indudablemente, más para mostrar los adelantos de las artes editoriales de Italia, que para cotejarlas con las extranjeras.

Se ofrece en esto un campo de acción poco explotado a las iniciativas inteligentes. Es cierto que en nuestro público, por defectos de educación artística y de cultura en general, no abundan mucho los bibliófilos puros, los amantes de la edición por la edición.

Mas formar públicos nuevos es una de las necesidades de la industria. En el comercio y en la cultura hay que inventar al consumidor. A veces no basta descubrirle; hay que crearle.

Le livre espagnol en France, El libro español en Francia.

Le livre espagnol franchit-il les Pyrénées et se répand'il en France? La littérature, éclose dans la péninsule, reçoit-elle dans ce Paris, qui passe pour consacrer les grandes réputations, l'accueil dont elle est digne? Nul n'oserait répondre par «oui» ou par «non» à une pareille question. On peut du moins rechercher quelques éléments de la réponse, noter les indices favorables, dénoncer des erreurs et des omissions. S'il ne s'en dégage pas une de ces conclusions qu'aiment les esprits tranchants, on trouvera peut-être dans l'indécision de la réponse un symptôme significatif.

Quiconque est familier avec l'histoire littérai

¿Pasa el libro español los Pirineos y se esparce por Francia? La literatura que en la Península florece, recibe en ese París, que pasa por consagrar las grandes reputaciones, la acogida de que es digna? Nadie osaría responder sí o no a semejante pregunta. Cabe al menos investigar algunos elementos de la respuesta, notar indicios favorables, denunciar errores y omisiones. Si no se deduce de aquí una de esas conclusiones que gustan a los espíritus absolutos, se encontrará quizá en la indecisión de la respuesta un síntoma significativo.

Nadie que esté familiarizado con la historia

re, n'hésitera pas à placer à trois siècles en arrière l'époque de la plus grande diffusion du livre espagnol en France. C'est au XVIIème siécle que le livre comme l'influence de l'Espagne ont pénétré en France par toutes les frontières: frontière du sud à travers les Pyrénées, frontière de l'Est par la Franche-Comté, frontière du Nord par les Flandres. On s'habillait en France à l'espagnole, on s'y armait à l'espagnole, on y combattait à l'espagnole, on y parlait en espagnol: comment n'y aurait-on pas lu des livres espagnols? De fait, toute bibliothèque digne de ce nom contenait un rayon de livres espagnols. Non pas seulement chez M. de Chalon, ce gentilhomme qui passe pour avoir prété au grand Corneille Las Mocedades del Cid, de Guillén de Castro, une quinzaine d'années après leur publication et qui devint ainsi le parrain du théâtre français classique à sa naissance. Tous ceux qui faisaient dans leur vie une part à la culture de l'esprit, étaient bien pourvus en livres espagnols. De là vient qu'aujourd'hui encore tant de bibliothèques publiques dans les villes françaises, même d'importance médiocre, gardent, pour les avoir reçus par donation ou par legs, des livres espagnols, parfois rares et précieux. A la Bibliothèque Municipale de Toulouse, l'âge d'or de la littérature est représenté par des livres dont plusieurs portent sur le feuillet de garde la signature du poète Maynard. Celui-ci, bien que son inspiration ne doive rien à l'Espagne, avait suivi la mode de son temps et s'était initié aux productions du génie espagnol.

On n'importait pas seulement des livres espagnols en France, on en imprimait et on en éditait dans les imprimeries fameuses de Rouen ou de Paris, de Toulouse ou de Lyon. Réim. pressions d'œuvres déja publiées en Espagne plutôt que révélation d'oeuvres nouvelles, et réimpressions, il faut bien le confesser, qui avaient souvent le caractère de contrefaçons. Elles n'en attestent que mieux la curiosité générale vers l'Espagne: la fraude a toujours été la consécration du succès. Aussi bien la notion de propriété littéraire, qui de nos jours trouve encore de la difficulté à se faire respecter, n'avait pas pénétré dans la jurisprudence ni même dans les conceptions de l'époque.

Pour acclimater le livre espagnol en Fran

literaria vacilará en hacer remontar a tres siglos la época de la mayor difusión del libro español en Francia. Ha sido el siglo xvi el momento en que el libro español, como la influencia de España, han penetrado en Francia por todas las fronteras: frontera del Sur, a través de los Pirineos; frontera del Este, por el Franco-Condado; frontera del Norte, por Flandes. Vestíase en Francia a la española, a la española se iba armado, a la española se combatía, se hablaba español. ¿Cómo no se habrían leído libros españoles? De hecho, toda biblioteca digna de este nombre contaba con un estante de libros españoles. No solamente en casa de M. de Chalon, el hidalgo que pasa por haber prestado al gran Corneille Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro, unos quince años después de su aparición, y que vino a ser de esta suerte el padrino del teatro francés clásico al nacer. Todos los que en su existencia concedían un lugar al cultivo del espíritu estaban bien provistos de libros españoles. De ello proviene que hoy todavía tantas bibliotecas públicas en las ciudades francesas, aun de escasa importancia, conserven, procedentes de donativos o de legados, libros españoles, a veces raros y de gran estimación. En la Biblioteca Municipal de Toulouse, la edad de oro de la literatura está representada por libros, algunos de los cuales ostentan en la anteportada la firma del poeta Maynard. El cual, aun cuando su inspiración no deba nada a España, había seguido la moda de su tiempo y se había iniciado en las producciones del genio español.

No solamente se importaban libros españoles en Francia, sino que se imprimían y se editaban en las imprentas famosas de Rouen o de París, de Toulouse o de Lyon. Reimpresiones. de obras ya publicadas en España, más que revelación de obras nuevas, y reimpresiones que, hay que confesarlo, con frecuencia tenían el carácter de fraudulentas, sirven para atestiguar más la curiosidad general por España: -el fraude ha sido siempre la consagración del éxito. De esta suerte, la noción de propiedad literaria, que en nuestros días tropieza aún con dificultades para hacerse respetar, no había entrado a formar parte de la jurisprudencia, ni siquiera en las concepciones de la época. Para que el libro español tomase carta de

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