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tiempo, enaltecen y honran sobremanera al editor que durante diez años costeó y mantuvo colección tan interesante.

En cuanto a lo literario, los elogios no pueden ser tan absolutos. Sedano no tuvo plan alguno para su obra, ni supo dar proporciones a los elementos que la componen. No hay cronología, ni orden de materias, ni método de ninguna clase. Dió excesiva importancia a las traducciones y al género didáctico, que por sí solos pudieran formar otra antología; hasta llegó a incluir obras dramáticas que, aunque curiosas y raras algunas, se despegan de una colección no muy extensa de versos líricos.

El desorden es tal que ni en un mismo tomo se ponen juntas las obras de un mismo autor, ni dejan de mezclarse los géneros. Por ejemplo, en el tomo I, que empieza por la traducción del Arte poética, de Horacio, hecha por Vicente Espinel, contiene además, y mezcladas, poesías líricas de autores del siglo xvi con otros del siguiente. Síguelas el canto épico de La Raquel, por D. Luis de Ulloa y Pereira; después, las Eglogas, de Virgilio, traducidas por tres diferentes poetas; luego, la extensa pastoral. Aminta, del Tasso, traducida por Jáuregui. Esto en el tomo I.

En el II vuelven a mezclarse los géneros, al incluir el canto segundo de La Araucana, de Ercilla, y la Gatomaquia, de Lope de Vega, con versos cortos de los siglos XVI, XVII y aun del xvIII (la Sátira, de Pitillas); y de nuevo copia versos de Espinel y de Quevedo, en gran número, que ya figuran con otros en el tomo I. En el III se ponen más versos de Espinel, Lope, Argensola, Villegas, aunque se añaden algunos autores nuevos. De Quevedo coloca el larguísimo e inoportuno poema Doctrina de Epicteto y Focilides.

En el tomo IV hay mejor elección: todo es lírico y de los poetas ya nombrados y alguno nuevo, como D. Diego Hurtado de Mendoza. Pero en el V, destinado a poesías sagradas, no hubo mucho acierto; pues a renglón seguido de algunas de Fr. Luis de León, se incluye el difuso poema heroico del Parto de la Virgen, del Sannazaro, traducido por Gregorio Hernández de Velasco, y luego algunas composiciones de Quevedo, P. Paravicino y A. de Le

desma, que son en verdad los mejores representantes del género.

El tomo VI es todo él dramático y contiene seis tragedias, a saber: las dos Nises, de Jerónimo Bermúdez; la Electra, de Sófocles, y Hécuba triste, de Eurípides, traducidas ambas por Fernán Pérez de Oliva, y la Isabela y la Alejandra, originales de Lupercio de Argensola. Este tomo puede considerarse como un paréntesis de la colección o como una obra aparte.

En el tomo VII, al lado de otros conocidos, suenan por primera vez los nombres de Herrera, Góngora (retraso a la verdad imperdonable) y Atanasio Pantaleón de Rivera, poeta de segunda fila, con muchas y buenas poesías de Lope y Francisco de la Torre.

El VIII, aunque también se despega de la colección, es muy curioso; porque reunió Sedano unos poemitas histórico-literarios, algunos muy raros. Son el Ejemplar poético, de Juan de la Cueva; el Canto de Turia, de Gaspar Gil Polo; el Canto de Caliope, de Cervantes; La Casa de la memoria, de Vicente Espinel, etc.

El tomo IX contiene versos de poetas ya citados y algunos nuevos.

En medio de este desconcierto y de tantas obras medianas se hallan no pocas joyas preciosas; composiciones muy raras y algunas inéditas que no merecían este castigo; otras muchas que nunca dejarán de figurar en las antologías; y todas fueron la base de las colecciones. ya más metódicas de Estala, Quintana, Böhl Faber, Durán, Castro y otros modernos.

Considerado así el Parnaso, es decir, como un hacinamiento, un montón de textos poéticos, según lo llamó Iriarte, adquiere un valor especial que no han podido quitarle las antologías posteriores: hasta las notas críticas y biográficas merecen aprecio para su tiempo y aun se leen con provecho. Pero la obra en esta forma. no podía continuar, so pena de hacerse de imposible manejo, por la dificultad de hallar lo que uno buscase.

Quizá tanto o más que la polémica de Sedano con D. Tomás de Iriarte sobre esta colección, la necesidad de ponerle término o rehacerla bajo otro plan hizo que Sancha la suspendiese; pero no sin merecer, por lo ya hecho, los elogios que sus contemporáneos y los que

después vinieron tributaron a su constancia, generosidad y talento. Y quizá también suspendió el Parnaso porque otros proyectos, aun de mayor alcance, germinaban ya en la mente de este gran fomentador de nuestra cultura.

II

Acabamos de ver que D. Antonio de Sancha, con la impaciencia de quien busca y no halla ambiente para el logro de sus ideas, había cambiado en el corto espacio de cinco años cuatro residencias. En 1768 estaba en la Plazuela de la Paz: en 1770, en la Plaza del Angel; en 1771, en la calle de Barrionuevo, y en 1773 en la Aduana Vieja, donde al fin hizo asiento por el resto de sus días. Hemos visto también que, simple librero-editor en los primeros años, desde 1772 aparece ya con imprenta propia y tan buena como la de Ibarra, que era hasta entonces la mejor de Madrid y de España.

Pero ¿dónde tenía Sancha su oficina tipográfica? ¿Qué era esa Aduana Vieja que, sin más señas y como cosa conocida de todos, estampa al pie de todas sus publicaciones durante largos años?

Por los de 1769 se terminó la edificación del actual Ministerio de Hacienda, destinado a ser Aduana pública y comercial. Esta oficina se hallaba antes en un viejo caserón (databa de 1645) de la Plaza de la Leña que, varias veces restaurado, fué muchos años, en época moderna, Bolsa de Comercio hasta la construcción reciente del actual palacio de la plaza de la Lealtad.

Al trasladarse la Aduana con sus dependencias a la calle de Alcalá, quedó sin uso el antiguo edificio, que ya empezó a llamarse « Aduana Vieja» en contraposición a la nueva y más sun

tuosa.

Habiendo resuelto D. Antonio de Sancha hacerse impresor, arrendó la antigua casa de la Aduana para instalar su industria, como lo hizo. por el año de 1773. El local era bueno, pues tenía amplitud suficiente para todas las secciones relativas a la tipografia, almacén de papel, taller de encuadernaciones y tienda de libros, que también trasladó allí en 1773, dispuesto a

proseguir sus grandes empresas editoriales (1).

Antes de esto, y como para probar sus fuerzas, dió al público algunas obras de menor importancia, aunque siempre dentro de su plan docente unido con la amenidad literaria.

En 1771, costeó la Gramática griega filosófica, según el sistema del Brocense, con las principales reglas en verso castellano, escrita por el M. Fr. Bernardo Agustin de Zamora... Con las licencias necesarias. Madrii. En la imprenta de Antonio Pérez de Soto. Año de MDCCLXXI. Se hallará en la Libreria de Antonio de Sancha, Plazuela de Barrio-Nuevo. 8.o; 8 hojas prels. y 519 ps.

Este libro fué texto en los R. Estudios de San Isidro, y años adelante los hijos de Sancha hicieron una nueva tirada con el mismo fin, añadiendo: Segunda edición. Madrid. En la Imprenta de Sancha. Año de MDCCXCVI. Se hallará en su Libreria a la Aduana Vieja. 8.o; XIV, 446 ps.

A este opúsculo siguieron las Obras que Fran cisco Cervantes de Salazar ha hecho, glossado i traducido... En Madrid. Por Don Antonio de Sancha. MDCCLXXII, 4.° En este tomo, que suele andar en tres volúmenes, porque cada uno tiene su paginación especial, reunió Sancha lo contenido en la edición de Alcalá de Henares, 1546, que es: 1.o, el célebre Discurso sobre la lengua castellana, de Ambrosio de Morales; 2.°, el Diálogo de la dignidad del hombre, del Maestro Ferrán Pérez de Oliva, continuado por Cervantes; 3., un Apólogo de la ociosidad y el trabajo, intitulado «Labricio Portundo», de Luis Mejía, moralizado por Cervantes y con un prólogo de Alejo de Venegas sobre el apólogo en general; y 4.o, la Introducción a la sabiduria, de Juan Luis Vives, traducida y adicionada por Cervantes. Esta nueva edición lleva notas y prólogo de Cerdá y Rico.

Cervantes de Salazar, más conocido hoy por su elegante Crónica de Nueva España, mereció a Sancha un recuerdo en su Noticia critica de

(1) En una lámina del Quijote de Pellicer (edición de 1797, tomo V, pagina 231) se ve un fragmento de la imprenta de Sancha, aunque al estampar la lamina se ha bo rado el nombre que consta en el original de dicha estampa, existente en la Biblioteca Nacional. Todavía en la lamina han quedado huellas visibles del letrero complet) en que solo se lee: «Imprenta», faltando el «de Sancha» que dice el dibujo primitivo.

varios libros curiosos impresos por D. Antonio de Sancha, Mercader de Libros e Impresor en esta Corte (4.o; 40 págs) que publicó en 1778, en la que copia dos cartas latinas, una inédita y otra proemial del Vergel de Sanidad, del doctor Lobera de Avila, impreso en Alcalá, por Juan Brocar, en 1542; esta última, traducida por su mismo autor, Francisco Cervantes.

En 1774 imprimió en linda edición Las Eróticas y traducción de Boecio, de Don Esteban Manuel de Villegas,.. Madrid, Por Don Antonio de Sancha. Año de M.DCC.LXXIV. Se hallará en su libreria, en la Aduana Vieja. 2 vols. en 8. marquilla; el primero, de xxxiv-435 págs. con una portada muy curiosa, dibujada por C. D. L. T. y grabada por M. S. Carmona, y el retrato de Villegas, grabado por Moles. El 2.o, que contienen los cinco libros de la Consolación, de Severino Boccio, traducidos en prosa y verso, tiene 12 hojas preis. y 224 págs.

Dirigió esta edición el escritor militar D. Vicente de los Rios, marqués de las Escalonias, que le ante puso unas eruditas Memorias para la vida y obras de Villegas, y corrigió la extravagante ortografía que afea la primera edición de las obras de aquel gran poeta, no menos insigne que en el género anacreóntico, al que debe su mayor fama, en sus inimitables epistolas y en sus agudísimas sátiras, dignas de Juvenal y de Horacio.

En la parte material de esta obra adoptó ya Sancha el tamaño, tipos, papel y adornos que conservó en otras ediciones de autores clásicos y que tan conocidas hacen estas bellas y amables publicaciones (1).

Uno de los protectores de Sancha fué aquel hombre ilustre, más que como político como sabio y gran propulsor de nuestra cultura y progresos materiales, que se llamó D. Pedro Rodríguez de Campomanes. Su innegable volterianismo y su conducta poco justa y benévola con los jesuítas, ya caídos y desterrados, no añadirán ninguna gloria a su nombre; pero sus trabajos históricos, juridicos y sociales, y, sobre todo, sus esfuerzos más que heroicos en

(1) En 1774 imprimió en un tomo eu 4. la obra latina de J. Francisco Ravnerio sobre el mejor modo de leer los Santos Padres (De optima legendorum Ecclesiae Patrum methodo) que original en francés había escrito el P. D. Buenaventura de Argonne, monje cartujo.

pro del bienestar de nuestra patria, de la conservación y aumento de sus fábricas, de la instrucción de los obreros, del establecimiento de nuevas y útiles industrias, colocan su nombre a la altura de los más dignos de loa y reclaman el afecto y gratitud constantes de España (1).

Por indicación suya publicó Sancha la utilísima colección de opúsculos, dispuestos por el mismo Conde de Campomanes y con los discursos preliminares, también obra suya, aunque impresos, anónimos. Son los siguientes: 1. Discurso sobre el fomento de la Industria popular, de orden de S. M. y del Consejo. Madrid. En la Imprenta de D. Antonio de Sancha, M.DCC.LXXIV, 8.o; 4 hojas prels. y 198 págs.

Es difícil incluir más ideas y proyectos beneficiosos en menos espacio. En este librito se propone la fundación de las Sociedades Económicas, que luego se establecieron en toda España y aún subsisten.

2.° Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento. En Madrid. En la Impr. de D. Antonio de Sancha, M.DCC.CXXIV, 8.o; 12 hojas prels. y 475 págs.

Obra es ésta la más importante que sobre la materia se escribió en el siglo xvi, no sólo por la mucha y buena doctrina que contiene, sino por las interesantes y entonces peregrinas noticias sobre las antiguas y ya olvidadas industrias españolas. Dan aún mayor valor y estimación a este tratado los que el autor llama «apéndices», y forman otros cuatro tomos que encierran diversos trabajos ajenos sobre tan importantes materias, con prólogos y notas del autor del Discurso. Son éstos:

3.o Apéndice a la Educación popular. Parte I, que contiene las reflexiones conducentes a entender el origen de la decadencia de los oficios y artes en España durante el siglo pasado (se entiende el xvi), según lo demostraron los escritores coetáneos que se reimprimen en este Apéndice, o cuyos pasajes se dan a la letra. En Madrid. En la Impr. de D. Antonio de Sancha Año de M.DCC.LXXV. 8.; LVI-500 págs.

Se reimprimen en este tomo tres Discursos de D. Miguel Alvarez Osorio, publicados en tiem

(1) En el presente año se celebró con mucha frialdad el segundo centenario del nacimiento de este grande hombre. Los tiempos que corren no son de gratitudes ni de centenarios.

po de Carlos II, y el estimable Epitome de Francisco Martínez de Mata, en el de Felipe IV.

4.° Apéndice a la Educación popular. Parte II, que contiene un Discurso sobre mejorar las fabri cas antiguas o establecerlas de nuevo; y además van colocadas por serie las Reales células, decretos y órdenes tocantes a las franquicias y gracias concedidas a las fábricas y a las primeras materias que vinieren de fuera, y se advierte lo que en esta razón disponen las leyes de España. En Madrid. En la Impr. de Antonia Sancha. Año de M.DCC.LXXV. 8.o; CCLXXII-271 págs.

5. Apéndice a la Educación popular. Parte III, que contiene un Discurso sobre la legislación gremial de los artesanos, contraido a lo que resulta de nuestras leyes y ordenanzas municipales de los pueblos. En Madrid. En la Impr. de D. Antonio de Sancha. Año de M.DCC.LXXVI. 8.o; CCLXXIV 306 págs.

Además de lo que expresa la portada contiene este tomo una extensa bibliografía de manuales de artes y oficios publicados en el extranjero, principalmente en Francia, en el siglo XVIII.

6.° Apéndice a la Educación popular. Parte IV, que contiene los ocho discursos de Francisco Martinez de Mata, con uno nuevo sobre el comercio nacional, en que se presentan las observaciones que parecen adaptables al estado presente. En Madrid. En la Impr. de D. Antonio de Sancha. Año de M.DCC.LXXVII. 8.°; xcVI-431 páginas.

El Memorial de Mata es la obra más importante que en materia económica se escribió en España durante el siglo xvii, en que tanto abundaron los arbitristas y reformadores. Así este tratado como los anteriores van acompañados de extensas notas que prueban la sabiduría del editor de ellos; y, en conjunto, esta colección resuita para su tiempo el mejor y más ordenado trabajo histórico sobre nuestro pasado social y de nuestra cultura material. Todavía hoy, después de ser explotada durante más de un siglo por economistas e historiadores, han podido hallar en ella datos y aspectos no estudiados sobre nuestra hacienda y vida industrial, extranjeros que como M. Hume y C. Haebler se han dedicado modernamente a estos estudios. Mucha parte de las alabanzas que desde su publicación se le han venido tributando

debe recaer sobre el editor, cuya no entibiada constancia y cuidadoso celo ayudaron a su buen éxito.

Esto no obstante, al año siguiente se publicó, también en casa de Sancha, el opúsculo siguiente: Discurso económico politico en defensa del trabajo mecánico de los menestrales y de la influencia de sus gremios en las costumbres populares; conservación de las artes y honor de los artesanos, por D. Ramón Miguel Palacio. Madrid, En la Impr. de D. Antonio de Sancha, 1778, 4.0

Era obra de D. Antonio Capmany de Montpalau; y el motivo de darla sin su nombre fué la peca simpatía que ya inspiraban en España los antiguos cuerpos gremiales y la oposición y censuras que les había, con razón, hecho el Conde de Campomanes en sus trabajos sobre la industria y la enseñanza del pueblo. Capmany que en otras materias estaba bien orientado, seguía en ésta, quizá por afecto histórico, una tradición que no podía ser alabada. Los gremios tal como estaban entonces organizados eran perjudiciales, como lo son toda clase de monopolios y privilegios exclusivistas. Hoy lo estamos viendo y padeciendo.

Capmany proponía dividir el pueblo en gremios o corporaciones, según la clase de artes usuales, y dictaba para ellos reglas y preceptos de buen gobierno, poco o nada practicables a causa de la natural propensión al abuso de todo aquel que se ve libre de competencias. Además quitaba la libertad de cambiar de oficio o profesión cuantas veces uno quisiese. Su libro cayó, como debía, en el vacío y en él permanece, a pesar de las muchas y buenas ideas parciales que contiene.

Relacionadas con la instrucción pública, imprimió Sancha por su cuenta otras obras en este período de su vida industrial, correspondiente al año 1776 (1). Fueron el Arte de traducir del idioma francés, en 4.0, primera obra del citado D. Antonio Capmany; la Historia de la milicia española, por D. Joaquín Marin y Men

(1) Antes, en 1775, había editado un libro del médico Barnades sobre lo aventurado de enterrar las personas sin estar bien se guros de su muerte, y de los socorros que debían prodigarse a los asfixiados, y una traducción del Tratado sobre las virtudes y los premios, de Dragoneti, hecha por D. Francisco de Hombrados Malo.

doza, tomo I, que sólo alcanza hasta la época de los godos, único publicado, y Arte de escribir, de Palomares, que es la más importante.

Compúsola el célebre calígrafo con el fin de extirpar la detestable letra que dominaba entonces en las escuelas y oficinas y restablecer la antigua y elegante bastarda española creada y perfeccionada por Juan de Iciar, Francisco Lucas, Morante, Casanova y algunos Padres Jesuítas. Y aunque Sancha no costeó esta publicación, que se hizo a expensas de la Sociedad vascongada de Amigos del País, como es una de las que más honran sus talleres, debemos incluirla entre las debidas a su iniciativa, que que quizá lo fuese. Su título es:

Arte nueva de escribir; inventada por el insigne Maestro Pedro Diaz Morante, e ilustrada con Muestras nuevas y varios discursos conducentes al verdadero Magisterio de Primeras letras, por D. Francisco Javier de Santiago Palomares. En Madrid. En la Imprenta de D. Antonio de Sancha. Año de M.DCC.LXXVI. Folio; xXVIIJ136 págs. y 40 láms. de muestras de escritura, trazadas por Palomares y grabadas, con una linda portada, por D. Francisco Asensio y Mejorada.

Si hay alguna obra que la tipografía española del siglo XVIII pueda presentar con orgullo, es ésta, entre las mejores; por su limpia y esmerada impresión, con nuevos y graciosos caracteres, así redondos como cursivos o grifos; por sus airosas cabeceras y lindos adornos finales de capítulo; preciosas letras capitales of iniciales, y excelente papel de hilo, de color ligeramente ahuesado y dulce al manejo, pero más aún por su impecable estampación de las primorosas láminas dibujadas, más que escritas, por Palomares y admirablemente grabadas por Asensio.

Al ver este hermoso libro se comprende el éxito inaudito que tuvo y su gran trascendencia para el desarrollo de la buena escritura en España.

En el mismo género y además de esta obra preeminente hizo Sancha, y ya a sus expensas, al siguiente año, una reimpresión de la de Pedro de Madariaga, con el siguiente título: Arte de escribir. Ortographia de la pluma y honra de los Profesores de este magisterio..... (1).

(1) Y aun sigue así: Obra dividida en XII Dialogos eruditos,

Las reglas teóricas de Madariaga no son malas, porque conoció los tres principales trazos de la pluma; pero la letra que hacía no era recomendable. Por eso es de extrañar que fuese Palomares, caligrafo práctico, quien eligiese este autor como modelo, cuando tantos pudo escoger mucho mejores. Quizá le movería a esta preferencia el tratado de ortografía, que es superior a las reglas y ejemplos de la simple escritura.

III

Muy varias, y aun heterogéneas, son las materias de que tenemos que hablar al enumerar las obras que costeó e imprimió Sancha en los veintidós años que estuvo al frente de su Casa editorial. Pero cuando lleguemos al fin se verá la grande unidad en que se resuelven: es, a saber, el fomento de las buenas letras y los buenos estudios, y en substancia, el progreso intelectual de España.

Después de no corta meditación, en el año de 1776 comenzó Sancha una de sus grandes publicaciones: por la materia, por el modo de conducirla y por las dimensiones que llegó a tener. Me refiero a la admirable colección de las obras sueltas de Lope de Vega, en veintiún

tomos en cuarto.

No se propuso hacer una obra de lujo, en el sentido corriente del vocablo, pues omitió casi todo adorno tipográfico; pero resultó serlo, sobre todo en los ejemplares estampados en papel superior (o gran papel, como dicen los bibliógrafos), por la hermosura de los caracteres nuevos en muchos tomos y como nuevos en los demás; por la elegante proporción y combinación entre las letras capitulares, versalitas, cursivas y otras especiales en relación con las comunes o redondas; por la buena distribu

en que además de la amenidad de noticias, se manifiestan los verdaderos principios que deben tener todos los Maestros, y se da un modo muy fácil para aprender a formar las letras en poco tiempo. Por Pedro Madariaga, Vizcaíno. Se unda impresión. Madrid. Por Don Antonio de Sancha. Año de M. DCC.LXXVII. Se hallará en su imprenta, y Librería, á la Aduana Vieja. 8.o; 16 hojas prels. y 255 págs.

El título, mucho más breve, que Madariaga dió a su obra es éste: Libro subtilissimo intitulado honra de escribanos. Compuesto y experimentado por Pedro de Madariaga, Vizcayno... Valencia, en casa de Juan Mey. Año de 1565. 8.o; 8 hojas prels. y 108 foliadas.

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