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DE FERNANDO DE HERRERA.

(En la vida de GARCILASO que precede à las anotaciones de la edicion de Sevilla
por Alonso de la Barrera, año de 1580.)

Es el estilo de GARCILASO inafectado (como se dijo de Jenofon), ó por mas cierto, que ninguna fectacion lo puede alcanzar. Habla con agudeza y perspicacia, dispone con arte y juicio, con grande copia y gravedad de palabras y concetos; que no podrá, aunque escriba cosas humildes, inclinar su ánimo á oracion humilde. Está lleno de lumbres y colores y ornato poético donde lo piden el lugar y la materia... Los sentidos, ó son nuevos, ó si son comunes, los declara con cierto modo proprio solo dél, que los hace suyos, y parece que pone duda si ellos dan el ornato ó lo reciben. Los versos no son revueltos ni forzados, mas llanos, abiertos y corrientes, que no hacen dificultad á la inteligencia sino es por historia ó fábula..... Es tanta la facilidad de la dicion, que apenas parece que puede admitir números, y tanto el sonido de los números, que apenas parece puede admitir lenidad alguna, etc.

En una anotacion al soneto primero escribe el mismo autor: GARCILASO es dulce y grave (la cual mezcla estima Tulio por muy difícil), y con la puridad de las voces resplandece en esta parte la blandura de sus sentimientos, porque es muy afetuoso y suave; pero no iguala á sus canciones y elegías, que en ellas se excede de suerte, que con grandísima ventaja queda superior de sí mismo, porque es todo elegante y puro y terso y generoso y dulcísimo, y admirable en mover los afectos, y lo que mas se debe admirar en todos sus versos, cuantos han escrito en materia de amor le son con gran desigualdad inferiores en la honestidad y templanza de los deseos, porque no descubre un pequeño sentimiento de los deleites moderados (¿mundanos?), antes se embebeee todo en los gozos ó en las tristezas del ánimo.

DE DON DIEGO DE SAAVEDRA FAJARDO.

(En su República Literaria, impresa en 1663.)

Ya en tiempos mas cultos escribió GARCILASO, y con la fuerza de su ingenio y natural y la comunicacion con los extranjeros puso en un grado muy levantado la poesía. Fué príncipe de la lirica, y con dulzura, gravedad y maravillosa pureza de voces descubrió los sentimientos del alma; y como estos son tan propios de las canciones y elogios, por eso en ella se venció á sí mismo, declarando con elegancia los afectos y moviéndolos á lo que pretendia. Si en los sonetos es alguna vez descuidado, la culpa tienen los tiempos que alcanzó. En las églogas con mucho decoro usa de dicciones sencillas y elegantes y de palabras candidas, que saben al campo y á la rustiquez de la aldea; pero no sin gracia ni con profunda ignorancia y vejez, como hicieron Mantuano y Encina en sus églogas, porque templa lo rústico con la pureza de voces propias, imitando á Virgilio.

P. XVI.

1

ό

DE DON JOSÉ DE VARGAS Y PONCE.

(En su declamacion contra los abusos introducidos en el castellano. Madrid, 1793.)

Boscan, por las exhortaciones del embajador de Venecia, Navajero y GARCILASO, á causa de sus viajes y estrecha amistad con el otro, y Mendoza por singularizarse, y Cetina en imitacion d ellos, se dedicaron con ardor á seguir la bella poesía italiana. El suceso fué harto, pero no completamente feliz, pues en medio de tanta belleza y discernimiento y gusto como manifestaron ó por haber sido los primeros, ó porque la lengua no estaba entonces formada del todo ni el oid tan castigado como el de sus maestros, sus versos no son, ni de mucho, tan armoniosos. Hay cierta dureza en los de don Diego y Boscan; mezclan con frecuencia las rimas agudas con las graves, mal grado las delicadas orejas; defecto que ya les notó Herrera. Y el mismo GARCILASO, quien la naturaleza se complació en distinguir por su dulzura y lindeza de metrificar, tiene ciertos trozos asonantados, que lastimosamente amortiguan su superior mérito. Oigase, entre otros aquel de la elegía á su grande amigo, donde parece que este noble ingenio vaticinaba su fin desgraciado :

¡Oh crudo, oh rigoroso, oh fiero Marte,

De túnica cubierto de diamante

Y endurecido siempre en toda parte!
¡Ejecutando por mi mal tu oficio,
Soy reducido á términos, que muerte
Será mi postrimero beneficio!

DE DON JOSÉ MARCHENA.

(En el discurso que precede á sus Lecciones de filosofía moral. Burdeos, 1820.)

En los primeros años del reinado de Cárlos V, GARCILASO DE LA VEGA y Juan Boscan, convencidos de la analogía que en la índole, y mas aun en la prosodia, de los idiomas toscano y castellano reinaba, trasladaron á España el metro florentino; y al fastidioso sonsonete de las coplas de arte mayor, al insípido ritornelo de las trovas de tres ó cinco versos de siete y cinco sílabas, se sucedieron las variadas estancias, las majestuosas octavas, el severo y dificultoso terceto. Oyóse entonces con melodía encantadora

El dulce lamentar de dos pastores;

la sonante cítara del amador de la flor de Gnido exhaló sus tristes querellas y pintó el merecido castigo de la cruda Anaxarte, convertida en piedra, en pena de su desamor, con no menos bric el lírico latino habia cantado los tormentos de las hijas de Danao, que con la sangre de sus esposos habian manchado el lecho conyugal.

que

Como en la égloga, habia presentado GARCILASO una de las mas hermosas, si no la mas hermosa, de las poesías pastorales de nuestra lengua. Su cancion á la flor de Gnido es tambien una de las mas bellas odas eróticas. Se ha de notar que las canciones de nuestros poetas clásicos son odas verdaderas, sin que se pueda entre ellas señalar diferencia ninguna. No pintó Horacio el castigo de las Danaides ni los desesperados lamentos de Europa con mas fuerza y brio que el poeta español la metamorfósis de la cruda Anaxarte,

En duro mármol vuelta y trasformada.

Las exhortaciones que de ablandar su fiereza hace á la despiadada flor de Gnido nacen naturalmente del asunto: primero le ha pintado la pasion que todo entero á su amador posee, y que cual ya á Sibaris, de Lidia prendado, le ha traido á paso tal, que huye de la palestra polvorosa, y ya

Como solia,

Del áspero caballo no corrige

La furia y gallardía,

Ni con freno le rige,

Ni con vivas espuelas ya le aflige.

POESIAS

DE GARCILASO DE LA VEGA.

EGLOGA PRIMERA.

A don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, virey de Nápoles (1).

SALICIO, NEMOROSO.

El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
He de cantar, sus quejas imitando (2);
Cuyas ovejas al cantar sabroso
Estaban muy atentas, los amores,
De pacer olvidadas, escuchando.
Tú, que ganaste obrando

Un nombre en todo el mundo,
Y un grado sin segundo,
Agora estés atento, solo y dado
Al inclito gobierno del estado
Albano; agora vuelto á la otra parte,
Resplandeciente, armado,

Representando en tierra el fiero Marte;
Agora de cuidados enojosos
Y de negocios libre, por ventura
Andes á caza, el monte fatigando (3)
En ardiente jinete, que apresura
El curso tras los ciervos temerosos,
Que en vano su morir van dilatando;
Espera, que en tornando

A ser restituido

Al ocio ya perdido,

Luego verás ejercitar mi pluma
Por la infinita innumerable suma
De tus virtudes y famosas obras;
Antes que me consuma,

Faltando á tí, que á todo el mundo sobras.

En tanto que este tiempo que adivino
Viene à sacarme de la deuda un dia,
Que se debe á tu fama y á tu gloria;
Que es deuda general, no solo mia,
Mas de cualquier ingenio peregrino
Que celebra lo digno de memoria;
El árbol de vitoria

Que cine estrechamente

Tu gloriosa frente

Dé lugar á la biedra que se planta
Debajo de tu sombra, y se levanta

(1) Se introducen en ella dos pastores, uno celoso que se queja por ver á otro preferido en su amor. Este se llama Salicio, y es ya comun opinion que se entiende por GARCILASO mesmo. El otro, que llora la muerte de su ninfa, es Nemoroso, y no, como piensan algunos, es Boscan, aludiendo al hombre, porque nemus es bosque; pues vemos en la égloga segunda, donde refiere Nemoroso à Salicio la historia que mostró Tórmes á Severo, que el mesmo Nemoroso alaba á Boscan, y en la tercera lloró Nemoroso la muerte de Elisa,

Entre la verde yerba degollada,

la cual es dona Isabel Freyre, que murió, de parto; y así se deja entender, si no me engaño, que este pastor es su marido, don Antinio Fonseca. Tal dice Fernando de Herrera.

2) He de contar, sus quejas imitando.-Texto de Herrera.

Asi me parece que debiera leerse.

(3) Andas dice la edicion de Alonso de Ulloa.

Poco á poco, arrimada á tus loores;
Y en cuanto esto se canta,
Escucha tú el cantar de mis pastores.
Saliendo de las ondas encendido,
Rayaba de los montes el altura
El sol, cuando Salicio, recostado
Al pié de una alta haya, en la verdura,
Por donde una agua clara con sonido
Atravesaba el fresco y verde prado;
El, con canto acordado

Al rumor que sonaba,
Del agua que pasaba,

Se quejaba tan dulce y blandamente
Como si no estuviera de alli ausente (4)
La que de su dolor culpa tenia;
Y así, como presente,
Razonando con ella, le decia.

SALICIO.

¡Oh mas dura que mármol á mis quejas (3), Y al encendido fuego en que me quemo Mas helada que nieve, Galatea!

Estoy muriendo, y aun la vida temo;
Témola con razon, pues tú me dejas;
Que no hay, sin tí, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
Ninguno en tal estado,

De ti desamparado,

Y de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
Donde siempre moraste, no pudiendo
Della salir un hora? (6)

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

El sol tiende los rayos de su lumbre
Por montes y por valles, despertando
Las aves y animales y la gente:
Cuál por el aire claro va volando (7),
Cuál por el verde valle ó alta cumbre
Paciendo va segura y libremente,
Cuál con el sol presente

Va de nuevo al oficio,

Yal usado ejercicio

De su natura ó menesterle inclina.

Siempre está en llanto esta ánima mezquina Cuando la sombra el mundo va cubriendo

O la luz se avecina.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Y tú, desta mi vida ya olvidada,
Sin mostrar un pequeño sentimiento
De que por ti Salicio triste muera,
Dejas llevar, desconocida, al viento
El amor y la fe que ser guardada
Eternamente solo á mí debiera?
¡Oh Dios! ¿Por qué siquiera,
Pues ves desde tu altura
Esta falsa perjura

Causar la muerte de un estrecho amigo,
No recibe del cielo algun castigo?

Si en pago del amor yo estoy muriendo,

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¿Qué hará el enemigo?

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Por ti el silencio de la selva umbrosa,
Por ti la esquividad y apartamiento
Del solitario monte me agradaba;
Por ti la verde yerba, el fresco viento,
El blanco lirio y colorada rosa
Y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!
Ay, cuán diferente era
Y cuán de otra manera

Lo que en tu falso pecho se escondia!
Bien claro con su voz me lo decia
La siniestra corneja, repitiendo
La desventura mia.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
Reputándolo yo por desvarío,

Vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estio
Llevaba, por pasar allí la siesta,
A beber en el Tajo mi ganado;
Y despues de llegado,
Sin saber de cuál arte,
Por desusada parte

Y por nuevo camino el agua se iba;
Ardiendo ya con la calor estiva,
El curso enajenado iba siguiendo
Del agua fugitiva.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Tu dulce habla en cuya oreja suena ?
Tus claros ojos ¿á quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿do la pusiste?
¿Cuál es el cuello que como en cadena
De tus hermosos brazos anudaste? (8)
No hay corazon que baste,
Aunque fuese de piedra,
Viendo mi amada biedra,

De mí arrancada, en otro muro asida,
Y mi parra en otro olmo entretejida,
Que no se esté con llanto deshaciendo
Hasta acabar la vida.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Qué no se esperará de aquí adelante,
Por dificil que sea y por incierto?
O ¿qué discordia no será juntada?

Y juntamente ¿qué tendrá por cierto (9),
O qué de hoy mas no temerá el amante,
Siendo á todo materia por ti dada?
Cuando tú enajenada

De mí, cuitado, fuiste (10),
Notable causa diste

Y ejemplo á todos cuantos cubre el cielo,
Que el mas seguro tema con recelo
Perder lo que estuviere poseyendo.
Salid fuera sin duelo,

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Materia diste al mundo de esperanza
De alcanzar lo imposible y no pensado,
Y de hacer juntar lo diferente,

Dando á quien diste el corazon malvado,
Quitándolo de mi con tal mudanza,
Que siempre sonará de gente en gente.
La cordera paciente

Con el lobo hambriento

Hará su ayuntamiento,

Y con las simples aves sin ruido
Harán las bravas sierpes ya su nido;
Que mayor diferencia comprehendo
De ti al que has escogido.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Siempre de nueva leche en el verano
Y en el invierno abundo; en mi majada
La manteca y el queso está sobrado (11);

(8) De tus hermosos brazos añudaste.-Tertos antiguos, y tambien el de Tamayo y Marchena.

9) Así Herrera. Textos antiguos y el de Azara y Marchena dicen terna.

(10) De mi cuidado fuiste.-Texto de Herrera.

(11) Herrera lee :

Siempre de nueva leche en el verano

De mi cantar pues yo te vi agradada (12),
Tanto, que no pudiera el mantuano
Titiro ser de tí mas alabado.

No soy pues, bien mirado,
Tan disforme ni feo;

Que aun agora me veo

En esta agua que corre clara y pura,

Y cierto no trocara mi figura
Con ese que de mí se está riendo (13);
Trocara mi ventura.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Cómo te vine en tanto menosprecio? Cómo te fui tan presto aborrecible? Cómo te faltó en mí el conocimiento? Si no tuvieras condicion terrible, Siempre fuera tenido de ti en precio, Y no viera de ti este apartamiento (14). ¿No sabes que sin cuento Buscan en el estio

Mis ovejas el frio

De la sierra de Cuenca, y el gobierno
Del abrigado Extremo en el invierno?
Mas¡ qué vale el tener, si derritiendo
Me estoy en llanto eterno!

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Con mi llorar las piedras enternecen
Su natural dureza y la quebrantan,
Los árboles parece que se inclinan,
Las aves que me escuchan; cuando cantan,
Con diferente voz se condolecen,

Y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras que reclinan
Su cuerpo fatigado,

Dejan el sosegado

Sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mi te endureciste,
Los ojos aun siquiera no volviendo
A lo que tú hiciste (15).

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Mas ya que á socorrerme aquí no vienes,
No dejes el lugar que tanto amaste;
Que bien podrás venir de mí segura;
Yo dejaré el lugar do me dejaste;
Ven, si por solo esto te detienes.
Ves aquí un prado lleno de verdura,
Ves aquí una espesura,
Ves aquí una agua clara,
En otro tiempo cara,

A quien de ti con lágrimas me quejo.
Quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,
Al que todo mi bien quitarme puede;
Que pues el bien le dejo,

No es mucho que lugar tambien le quede. —
Aquí dió fin á su cantar Salicio,

Y sospirando en el postrero acento,
Soltó de llanto una profunda vena.
Queriendo el monte al grave sentimiento
De aquel dolor en algo ser propicio,
Con la pasada voz retumba y suena.
La blanda Filomena (16),
Casi como dolida

Y á compasion movida,
Dulcemente responde al son lloroso.
Lo que cantó tras esto Nemoroso (17)
Decídlo vos, Pierides; que tanto
No puedo yo ni oso,

Que siento enflaquecer mi débil canto.

NEMOROSO.

Corrientes aguas, puras, cristalinas; Arboles que os estáis mirando en ellas,

Y en el invierno abundo en mi majada; La manteca y el queso está sobrado. (12) De mi cantar pues yo te via agradada.-Texto de Ulloa. (13) Con ese que de mí se está reyendo.-Id. (14) Y no viera tan triste apartamiento.-Texto de Azara. (15) Así en Tamayo y Azara; Ulloa, Herrera y otros ponen:

A los que tú heciste.

(16) Sanchez el Brocense y Azara leen blanda; Ullos y Herrera, blanca; Tamayo opina en favor de la primera leccion.

(17) Del nombre Nemoroso se formó un adjetivo, que poéticamen

Verde prado de fresca sombra lleno,

Aves que aquí sembrais vuestras querellas, Hiedra que por los árboles caminas, Torciendo el paso por su verde seno;

Yo me vi tan ajeno

Del grave mal que siento,

Que de puro contento

Con vuestra soledad me recreaba,
Donde con dulce sueño reposaba,
O con el pensamiento discurria
Por donde no hallaba

Sino memorias llenas de alegría:

Y en este mismo valle, donde agora Me entristezco y me canso, en el reposo Estuve ya contento y descansado (18). ¡Oh bien caduco, vano y presuroso! Acuérdome durmiendo aqui algun hora, Que despertando, á Elisa vi á mi lado. ¡Oh miserable hado!

Oh tela delicada,
Antes de tiempo dada

A los agudos filos de la muerte!

Mas convenible fuera aquesta suerte (19)
A los cansados años de mi vida,
Que es mas que el hierro fuerte,

Pues no la ha quebrantado tu partida (20).
¿Dó están agora aquellos claros ojos
Que llevaban tras sí como colgada
Mi ánima do quier que se volvían? (21)
Dó está la blanca mano delicada,
Llena de vencimientos y despojos
Que de mí mis sentidos le ofrecian?
Los cabellos que vian

Con gran desprecio al oro,

Como á menor tesoro,

¿Adónde están? Adónde el blanco pecho? (22) ¿Dó la coluna que el dorado techo

Con presuncion graciosa sostenia?
Aquesto todo agora ya se encierra,
Por desventura mia,

En la fria, desierta y dura tierra.

¿Quién me dijera, Elisa, vida mia, Cuando en aqueste valle al fresco viento

te se ha aplicado á las cosas propias de bosques, al lugar lleno de bosques, y aun á lo que tiene mucha frondosidad.

Cairasco de Figueroa, en su Templo militante, al tratar de los reyes magos, dice:

Ya del rico Oriente van dejando

Atrás el nemoroso sitio ameno.

Lope de Vega, en la Arcadia, escribe: Donde con leche de cabras Bontesas, nemorosas ciervas y silvestres osas fué criado. (18) Estuve yo contento y descansado.-Texto de Azara. (19) Mas convenible suerte.-Así Ulloa, así la edicion de Anvers de 1576 y otros. Debe ser verso endecasilabo.

(20) Pues que no la ha quebrantado tu partida.-Texto de Ulla. (21) Ulloa, Herrera y Tamayo ponen:

Mi alma do quier que ellos se volvian.

(22) El texto de Ulloa dice:

¿Adónde están? Adónde el blanco pecho
De la columna que el dorado techo.

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Andábamos cogiendo tiernas flores,
Que habia de ver con largo apartamiento
Venir el triste y solitario dia

Que diese amargo fin á mis amores?
El cielo en mis dolores

Cargó la mano tanto,

Que á sempiterno llanto

Y á triste soledad me ha condenado;
Y lo que siento mas es verme atado
A la pesada vida y enojosa,
Solo, desamparado,

Ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa.

Despues que nos dejaste, nunca pace En hartura el ganado ya, ni acude (23) El campo al labrador con mano llena.

No hay bien que en mal no se convierta y mude (21):
La mala yerba al trigo aboga, y nace
En lugar suyo la infelice avena;
La tierra, que de buena
Gana nos producia

Flores con que solia

Quitar en solo vellas mil enojos,
Produce agora en cambio estos abrojos,
Ya de rigor de espinas intratable;
Y yo hago con mis ojos

Crecer, llorando, el fruto miserable (25).
Como al partir del sol la sombra crece,
Y en cayendo su rayo se levanta
La negra escuridad que el mundo cubre,
De do viene el temor que nos espanta,
Y la medrosa forma en que se ofrece
Aquello que la noche nos encubre,
Hasta que el sol descubre
Su luz pura y hermosa;
Tal es la tenebrosa

Noche de tu partir, en que be quedado
De sombra y de temor atormentado,
Hasta que muerte el tiempo determine
Que á ver el deseado

Sol de tu clara vista me encamine.

Cual suele el ruiseñor con triste canto
Quejarse, entre las hojas escondido,
Del duro labrador, que cautamente
Le despojó su caro y dulce nido
De los tiernos hijuelos entre tanto
Que del amado ramo estaba ausente,
Y aquel dolor que siente
Con diferencia tanta

Por la dulce garganta
Despide, y á su canto el aire suena,
Y la callada noche no refrena
Su lamentable oficio y sus querellas,
Trayendo de su pena

Al cielo por testigo y las estrellas;

Desta manera suelto yo la rienda (26)
A mi dolor, y así me quejo en vano
De la dureza de la muerte airada.
Ella en mi corazon metió la mano,
Y de allí me llevó mi dulce prenda;
Que aquel era su nido y su morada.
¡Ay muerte arrebatada!

Por ti me estoy quejando

Al cielo y enojando

Con importuno llanto al mundo todo;
Tan desigual dolor no sufre modo (27).
No me podrán quitar el dolorido
Sentir, si ya del todo

Primero no me quitan el sentido.

Una parte guardé de tus cabellos (28),
Elisa, envueltos en un blanco paño,
Que nunca de mi seno se me apartan;

(23) En hartura el ganado, ya ni acude

El campo al labrador con mano llena.-Texto de Ulloa. (24) Lope se sirvió de este verso en el segundo terceto de un soneto escrito con versos del Camoes, de Ariosto, de Horacio, etc. (25) Asi Sanchez y Azara; Ulloa, Herrera y Tamayo ponen lloviendo por llorando.

(26) Desta manera suelto ya la rienda.-Asi Ulloa, Sanchez, Herrera y Tamayo. Azara siguió la enmienda propuesta por este. (27) El desigual dolor no sufre modo.-Texto de Herrera. (28) Tengo una parte aquí de tus cabellos. - Textos de Ulloa y Herrera.

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