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Lazo de oro cruel, dulce tormento,
Confusion de locuras y de antojos;

Bellas flores mezcladas con abrojos, Manjar que al corazon trae hambriento, Daño que siempre huye el escarmiento, Minero de placer, lleno de enojos;

Esperanzas inciertas, engañosas,
Tesoro que entre el sueño se parece,
Bien que no tiene en sí mas que la sombra,
Inútiles riquezas, trabajosas,
Puerto que no se halla, aunque parece,
Son efectos de aquel que Amor se nombra.
SONETO X.

Si de una piedra fria enamorado,
Pudo Pigmaleon mover el cielo ;
Si pudo à tanto ardor poner consuelo
Falso espíritu, en ella trasformado;

Siendo retrato vos tan bien sacado De la mayor beldad que hay en el suelo, Y siendo ante mi ardor el suyo un hielo, ¿Por qué no me ha el Amor á mi engañado? ¡Ay de mi! ¿Para qué? ¿Qué es lo que pido? Si espíritu tuviese esta pintura, ¿Podria mejorarse mi partido?

No, porque en caso tal ¿quién me asegura
Se os hubiese en las mañas parecido
Tanto como os parece en la hermosura?
CANCION PRIMERA.

Guardando su ganado
Cerca el Bético rio,

Vandalio al pié de un álamo sombroso,
En la yerba sentado,
Que llena de rocio,

Mostraba el verde prado mas hermoso,
En un acto lloroso

La zampoña sonaba,

Y en las grutas oscuras

De sus desaventuras

Eco el último acento discantaba;

Y en voz baja cantando,

Decia de cuando en cuando:

Dórida, tus cabellos

Mas rubios son que el oro,

Y mas claros que el sol de mediodía;

Mas cara prenda que ellos

Ni mas rico tesoro

No lo alcanza á pensar la fantasía.
La triste vida mia

Colgada de ellos veo.

Veď si está bien librada,
De un cabello colgada,

Faltando la esperanza á mi deseo;
Pues se llaman cabellos
Porque estoy léjos dellos.

En sutil velo envueltos,

En trenzas por la frente,

O debajo de red tal vez guardados,

O prendados ó sueltos,

Si el sol está presente,

De invidioso, se esconde en los nublados.

¡Ay rabiosos cuidados!

¡Oh trabajosa suerte!

Cuando los veo muero,

Cuando no, desespero,

Y en morir el deseo se convierte.

¡Oh dichosos cabellos!

mas quien puede vellos.

A veces imitando

A la sacra Diana,

Los orna con guirnaldas de mil flores;

Y Amor, que está mirando

La beldad soberana,

Se enciende en el amor de sus amores.

Mil celosos temores

Tengo de enamorado.

Digo: «Si Amor la hiere,

Si para sí la quiere,

¿Para qué es mi pasion y mi cuidado?

Si Amor se inflama dellos,

¿Para qué quiero vellos?

Pensar poder gozallos,

Gran locura parece,

Que su valor cualquier valor apoca.
En vano es deseallos,

Pues sola los merece

La mano delicada que los toca. ¡Ay esperanza loca!

Ay tristes ansias mias!

Si gozar no se puede
Bien que al mayor excede,
Desdichado deseo, ¿en qué confias?
Ni puedes gozar dellos
Ni dejar de querellos.
De cabellos tejida
Fué la bella cadena

En que mi corazon se halla envuelto,
Con tal cautela urdida,

Que entonces da mas pena

Cuando pienso que estoy della mas suelto.
Si desta pena absuelto
Alguna vez me viese,

No prision trabajosa,
Mas libertad dichosa,

Seria para mí cuando así fuese;

Mas el no merecellos

Es el mal que hay en ellos.
Para el arco homicida

Hizo Amor con gran arte,
De tus cabellos, Dórida, la cuerda,
Por hacer que la vida,
Mientra del alma parte,

La gana de morir del todo pierda;
Que como se me acuerda
De aquel color divino,
Luego al vivir el paso
Suelto, cansado y laso,

Do la contemplacion muestra el camino.
Mas ¿quién podrá con ellos,

Si el Amor se arma dellos?

Aquel oro extremado,

Resplandeciente y puro,

Que el aurora nos muestra antes del dia, Dicen que no es hurtado;

Pero yo afirmo y juro

De tus cabellos ser, Dórida mia.

La Aurora, que sabia

Tu beldad extremada,

Te los robó durmiendo,

Yagora va huyendo

De aquel de quien fué ya tal vez burlada. Febo sigue tras ellos;

Yo me pierdo por ellos.

En la esfera del fuego,

De su calor mas fuerte,

De tus cabellos fué el color sacado,
Cuya calidad luego

Dió nuevas de mi muerte

Al hielo que en tu pecho está encerrado.
Así será forzado,

Entre contrarios puesto,
Que mi vivir se acabe,
Porque en razon no cabe

Sufrir la crueldad quien vió tu gesto.

Si hay fuego y hielo entre ellos, ¿Quién se guardará dellos?

Cabellos, mientra os miro,

De la cruel Medusa

La bella forma y el peligro veo.
Ardo, hielo y suspiro,

Y el alma, de confusa,

En los brazos se deja del desco.
¡Oh escudo de Perseo!
¡Amor, si por bazaña
Hora yo lo tuviese,
Porque Dórida viese

De sus cabellos la beldad extraña!
Mas si se vence dellos,
¿Cómo podré mas vellos?

Cancion, si en los cabellos,
Siendo la menor parte

De su beldad, hay tanta hermosura;
Si la señora dellos

Te llama, baja á darte,

Pues no cabe tal bien en tal ventura.

Dile que para amallos

Te sobra lo que falta en alaballos.

SONETO XI.

¿En cuál region, en cuál parte del suelo,

En cuál bosque, en cuál monte, en cuál poblado,
En cuál lugar remoto y apartado,
Puede ya mi dolor hallar consuelo?

Cuanto se puede ver debajo el cielo,
Todo lo tengo visto y rodeado;

Y un medio que á mi mal babia hallado,
Hace en parte mayor mi desconsuelo.

Para curar el daño de la ausencia
Pintoos cual siempre os vi, dura y proterva;
Mas Amor os me muestra de otra suerte.

No querais á mi mal mas experiencia,
Sino que ya, como herida cierva,
Do quier que voy, conmigo va mi muerte.
SONETO XII.

Con ansia que del alma le salia,
La mente del morir hecha adivina,
Contemplando Vandalio la marina
De la ribera bética, decia :

Pues vano desear, loca porfia A la rabiosa muerte me destina, Mientras la triste hora se avecina, Oye mi llanto tú, Dórida mia.

¡Oh si tu crueldad contenta fuese, Por premio de esta fe firme y constante, Que sobre mi sepulcro se leyese,

No en letras de metal, mas de diamante:
Dórida ha sido causa que muriese
El mas leal y el mas sufrido amante!>
SONETO XIII.

¡Ay sabrosa ilusion, sueño suave!
Quién te ha enviado á mí? ¿Cómo viniste?
Por dónde entraste al alma, ó qué le diste
A mi secreto por guardar la llave?

¿Quién pudo á mi dolor fiero, tan grave,
El remedio poner que tú pusiste?
Si el ramo tinto en Lete en mí esparciste,
Ten la mano al velar que no se acabe.

Bien conozco que duermo y que me engaño Mientra envuelto en un bien falso, dudoso, Manifiesto mi mal se muestra cierto;

Pero, pues excusar no puedo un daño, Ilazme sentir¡ oh sueño piadoso!

Antes durmiendo el bien que el mal despierto.
SONETO XIV.

Dulce, sabrosa, cristalina fuente,
Refugio al caluroso ardiente estio,
Adonde la beldad del idol mio
Hizo tu claridad mas trasparente,

¿Qué ley permite, qué razon consiente
Un pecho refrescar helado y frio,
En quien fuego de amor, fuerza ni brio
Ni muestra de piedad jamás se siente?
¡Cuánto mejor harias si lavases
De este mi corazon tantas mancillas,
Y el dolor que lo abrasa mitigases!

Aquí serian, Amor, tus maravillas Si en estas ondas un señal mostrases De mis penas á quien no quiere oillas. MADRIGAL PRIMERO.

Ojos claros, serenos,

Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me mirais, mirais airados?
Si cuando mas piadosos,

Mas bellos pareceis á aquel que os mira,

No me mireis con ira,

Porque no parezcais menos hermosos. ¡Ay tormentos rabiosos!

Ojos claros, serenos,

Ya que así me mirais, miradme al menos (2).

(2) Así se lec este madrigal en el códice del señor don José María de Alava. Sedano, en el Parnaso español, lo imprimió de esta suerte, que es como hasta hoy se ha conocido:

Ojos claros serenos,

MADRIGAL II,

Cubrir los bellos ojos

Con la mano que ya me tiene muerto,'
Cautela fué por cierto;

Que ansi doblar pensastes mis enojos.
Pero de tal cautela

Harto mayor ha sido el bien que el daño;
Que el resplandor extraño

Del sol se puede ver mientra se cela.
Así que, aunque pensastes

Cubrir vuestra beldad, única, inmensa,
Yo os perdono la ofensa,

Pues, cubiertos, mejor verlos dejastes.
SONETO XV.

Leandro, que de amor en fuego ardia,
Puesto que a su deseo contrastaba,
Al fortunoso mar, que no cesaba,
Nadando á su pesar, vencer queria.

Mas viendo ya que el fin de su osadia
A la rabiosa muerte lo tiraba,
Mirando aquella torre en donde estaba
Ero, á las fieras ondas se volvia,

A las cuales con ansia enamorada
Dijo: Pues aplacar furor divino,
Enamorado ardor no puede nada,

Dejadme al fin llegar de este camino,
Pues poco he de tardar, y á la tornada
Secutad vuestra saña y mi destino (5).»
SONETO XVI.

Padre Oceano, que del bel Tirreno
Gozas los amorosos abrasados
De gloria, si sintieses mis cuidados,
Cuanto yo de pesar estarias lleno.

En la parte del cielo mas sereno,
Para colmar la cima de tus hados,
Vi á tu hijo bañar los delicados
Piés de una niufa que nació en su seno.

¡Ay! ¿Quién fuese ora tú?» yo le decia; Y de puro celoso, lo enturbiaba Con llanto que del alma me salia.

Mas él, que tanto bien comunicaba
Mientra con millorar lo revolvia,
Claro en sus ondas mi dolor mostraba.

SONETO XVII.

¡Dichoso desear, dichosa pena, Dichosa fe, dichoso pensamiento, Dichosa tal pasion y tal tormento, Dichosa sujecion de tal cadena;

Dichosa fantasía, de gloria llena, Dichoso aquel que siente lo que siento, Dichoso el'obstinado sufrimiento, Dichoso mal, que tanto bien ordena;

Dichoso el tiempo que de vos escribo, Dichoso aquel dolor que de vos viene, Dichosa aquella fe que à vos me tira;

Dichoso quien por vos vive cual vivo, Dichoso quien por vos tal ansia tiene, Felice el alma que por vos suspira! SONETO XVIII.

La víbora cruel, segun se escribe, Si á alguno muerde, es ya caso sabido Que no escapa de muerto el tal mordido, Por poco que el veneno en él se avive; Pero, si por ventura acaso vive, Que aunque es dificultoso, ya se vido,

Si de dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me mirais, mirais airados?
Si cuanto mas piadosos,

Mas bellos pareceis à quien os mira,
¿Por qué á mí solo me mirais con ira?
Ojos claros serenos,

Ya que así me mirais, miradme al menos.

(3) Hállase este soneto tambien impreso en las Anolaciones à Garcilaso por Fernando de Herrera, el cual dice: «CETINA, que

parece quiso contender con Garcilaso en algunos sonetos, hizo este mesmo desta suerte..

Queda de otro veneno defendido,

Que ni le empece ni hay por qué lo esquive.
Ya que por mayor mal quiso ventura
Que no muriese yo, despues que el cielo
Me dejó ver en vos su hermosura,

No tengais en mi fe, dama, recelo;
Que el ser sujeto vuestro os asegura
Que no me encenderá beldad del suelo.
CANCION II.

A la esperanza.

¡Ay, mísera esperanza! ¿Qué me aprovecha andar desvanecido Contra toda razon, sin fundamento, Haciendo confianza

De cosas do jamás certeza ha habido, Engañando al cuitado entendimiento? ¡Tristes torres de viento.

Cuán cerca llega ya vuestra caida, Pues no puedo esperar ni quiero vida! ¡Esperanza engañosa,

Que con promesas falsas, aparentes, Me has tenido suspenso, embarazado! ¡Ay, alma deseosa

De salir ya de mil inconvenientes!

¿No es tiempo que se acabe este cuidado? ¡Ay, cuán desengañado

Está quien sabe bien que es mal que espere El que por menos mal la muerte quiere! ¡Esperanza perdida!

¿Qué me puedes poner delante ahora? Qué te puede quedar ya por mostrarme, Si yo no quiero vida,

Que cuanto dura mas, mas empeora? ¿Piensas me la alargar para matarme? ¡Ay! que no hay que mostrarme Razones mal fundadas; que es locura Hablar de vida al que morir procura. ¡Ay, esperanza incierta!

¡Cuánto fuera menor mi desventura
Si razon de esperar jamás tuviera!
Viera mi duda cierta;

Y pues no basta amor do no hay ventura,
Con mi fortuna el desear midiera.

¡Ay, cuánto mejor fuera

Que la razon del esperar faltara,

Y en lugar de esperar, desesperara!

¡Ay, esperanza loca!

En fuerza de tu fe solo pensabas

Salvarte de un engaño que asi engaña.

Ya la vida se apoca;

Que aquel mismo manjar que antes le dabas De su pasado error la desengaña.

¡Ay, pena fiera extraña!

¿Qué puedes ya hacer para dañarme

Ni para entretenerme ni engañarme?
¡Esperanza traidora!

Debajo de amistad me bas engañado;
Sufrese pues prender sobre seguro,
Si mi mal no mejora,

Ni lo sufre un dolor de un tal cuidado,
¿Cómo tarda el morir, pues lo procuro?
¡Ay, hado triste y duro!

Que es el mismo morir quien me entretiene,

Porque donde hay vivir muerte no viene. ¡Esperanza grosera,

De seso falta, falta de experiencia!

Sobre qué estribas ya, qué te sustenta, Vida rabiosa y fiera?

Acábame á lo menos la paciencia;

Ya que acabaste tú, no se consienta.

¡Ay, peligrosa afrenta!

Si la esperanza ha visto el desengaño,
¿Qué puede ya esperar sino mas daño?
¡Esperanza cuitada!

¡Ay, si supieses bien cuán caro cuesta
El manjar de que vives trabajoso!
¡Cuánto mas descansada

Te seria una muerte alegre y presta

Que un vivirtan cansado y enojoso! ¡Ay, último reposo,

No se dilate mas nuestra partida;

Que al que se ha de morir, muerte le es vida!
Cancion, permita el cielo

Que sea esta del cisne; y pues alcanza
De cuenta mi dolor á la esperanza,
Alcance ya el recelo

Que se acabe el vivir y el desconsuelo.
SONETO XIX.

Al secretario Gonzalo Perez.
« No mas, como solia, jocundo y vago
Te veo correr dorando tu ribera;
Mas turbio de mis lágrimas, la fiera
Llama crecer, que yo llorando apago.

Ya no te muestra el cielo aquel halago
Con que suele adornar tu primavera ;
Ya no es tu claridad la que antes era»,
Decia Pireno contemplando el Tago.

"¿Qué será de ti, misero Pireno, Tornó á decir llorando, si el pasado Tiempo no torna alegre cual solia?»

Vandalio, que el dolor de mal ajeno Hacia recordar su propio estado, Lloraba de piedad mientras le oia.

SONETO XX.

A la princesa de Molfeta.
Como al rayo del sol nueva serpiente
En virtud del calor sale y se aviva,
Muéstrase mas lozana y mas altiva,
Y el esfuerzo y valor doblado siente;

Y como mientra el sol no es tan caliente,
La falta del calor hace que viva
Tímida, solitaria, oscura, esquiva,
Do ni la pueda ver ni vea la gente;

Tal ha sido de mí, señora mia,
Que en virtud del calor de los favores,
Mientra el sol me duró, ledo vivia,

Hasta que los helados disfavores
Hicieron encoger mi fantasia,
Esconderme y huir de los amores.
SONETO XXI.

Como se turba el sol y se escurece
Si nube se interpone ó turbio el cielo,
Dejando oscuro y triste acá en el suelo
Todo cuanto con él claro parece;

Y como estando así nos aparece
Fuera de aquella nube y de aquel velo,
Y llevando lo oscuro el aire á vuelo,
La claridad del sol mas resplandece;

Tales me son á mí vuestros enojos;
Que mirándoos airada ó descontenta,
Se torna oscura noche el claro dia;

Mas en viendo la luz de vuestros ojos, Alegre luego el alma os me presenta Mil veces mas hermosa que solia.

SONETO XXII.

Al príncipe de Ascoli.

Cuando algun hecho grande y glorioso
O victoria de ejército alcanzaban,
Arcos, colosos, mármoles alzaban
Los romanos al que era victorioso.

Quedaba el nombre asi de aquel famoso,
Y de una envidia honesta despertaban
Los ánimos de aquellos que aspiraban
Venir á un fin tan alto y glorioso.

Estos escudos de armas, los trofeos, Las memorias que veis en cada parte, Principe digno de inmortal historia, Despertadores son de los deseos

Que à un hijo tal, cual vos, del nuevo Marte Harán subir á la paterna gloria.

ANACREONTICA.

De tus rubios cabellos, Dórida ingrata mia, Hizo el Amor la cuerda Para el arco homicida.

Ahora verás si burlas

De mi poder, decia,
Y tomando una flecha,
Quiso á mí dirigirla.
Yo le dije: « Muchacho,
Arco y arpon retira ;
Con esas nuevas armas,
¿Quién hay que te resista?>

EPISTOLA PRIMERA.

A don Diego Hurtado de Mendoza, Si aquella servitud, señor don Diego, Que con vos tuve, agora no tuviese, Seria de saber muy falto y ciego.

Aquel amor que solo de interese Nace, fué por divina providencia Ordenado que á tiempo pereciese;

Mas el de la virtud, el de la ciencia
No puede perecer, porque es tesoro
Que muestra siempre en sí mas excelencia,
Yo observo en el amaros el decoro,
Y como enamorado, os amo tanto,
Que casi como á un ídolo os adoro.

Anegada en el mar de un luengo llanto
Ha estado basta aquí la musa mia,
Sin poder acordar la lira al canto.
El cielo de mi dulce fantasía
Vi todo revolver y escurecerse
Cuando pensé que comenzaba el dia.
Y el sentido, que apena condolerse
Podia de su mal, siendo infinito,
No pudo en otra cosa entremeterse.

Esto causó, Señor, que no os he escrito, Como os prometí, cuando de Trento, Partisteis tan mohino y tan aflito,

Hasta agora, que el puro descontento
Puso al furor las armas en la mano,
No al poético, no, mas al tormento.
Y aunque parezca especie de liviano
Lo que Febo hallar dificultoso
Suele, la indignacion ha hecho llano.

En una confusion estoy dudoso,
Que no sé qué os escriba que os agrade,
Que pueda al gusto vuestro ser sabroso.
Desta guerra he temor que os desagrade;
Del suceso de corte no hay qué escriba;
De amor qué diré yo que no os enfade?

La imágen de Boscan, que casi viva Debeis tener, hará en vuestra memoria La mas hermosa para ser esquiva.

Y el Laso de la Vega, cuya historia
Sabeis, de piedad y envidia llena,
Digo de invidiosos de su gloria.

Yo, que á volar he comenzado apena,
Apenas oso alzarme tanto à vuelo,
Que no lleve los piés por el arena.

Vos, remontado allá casi en el cielo,
Paciendo el alma del manjar divino,
¿Quién sabe si quereis mirar al suelo ?
Mas ante que volverme del camino,
Acuerdo de decir alguna cosa
En estilo grosero ó peregrino,

Será el sugeto pues aquella honrosa Empresa que en este año ha César hecho, Tanto cuanto dificil, gloriosa.

Ver un tirano en dos horas deshecho,
Tan fuerte y atrevido, que hacia

A los mayores que él tremer el pecho.
No vencido de amor ni cortesía,
Ni fortuna en vencerle tuvo parte,
Mas de solo valor y gallardia.

Allí era de notar el nuevo Marte,
Fernando, capitan de aquesta guerra,
El ánimo, el valor, ingenio y arte;

Alli se vió en el sitio de una tierra, Dura de nombre, asaz dura y extraña, Si en ánimo español virtud se encierr

Con razon memorar puedes, ¡oh España! Entre las otras tantas memorables, Esta, que no será menor hazaña

Profundos fosos, muros impugnables Hierro, lanzas, saetas, piedras, fuego, Animos de leones indomables,

En un asalto, sin tomar sosiego,
El cual duró cuatro horas, poco menos,
Fueron domados à la fin del fuego.

Allí de cuerpos muertos se vian llenos
Los fosos, palpitando las heridas,
Lastimero espectáculo á los buenos;
Allí perdieron las honradas vidas
Doscientos alemanes caballeros,
De quien los nuestros fueron homicidas;
Sin otros paisanos y extranjeros,
Al número de mil, á quien la suerte
Tocó á pasar por tan extraños fueros.

El incendio cruel, la fiera muerte,
El robo, el mal que en Dura hacer vieron,
Junto con expugnar plaza tan fuerte,

Hizo que los demás merced pidieron,
Y con su Duque mal aconsejado
En las manos de César se pusieron.
Ellos absueltos, él fué perdonado;
Y el ejército nuestro victorioso,
De Gueldres en Henao presto pasado,
Do en llegando, llegó tempestuoso
Juntamente el invierno, y tan esquivo,
Que hizo el campear dificultoso.

Así fué fuerza de mudar motivo
Y contentarnos con menor ganancia,
Dejando el pensamiento mas altivo.

Opuso, Señor, cerca el rey de Francia,
Por si socorrer podia la villa,
Que á él era de honor y de importancia.
Y porque publicaba á maravilla
Deseo de hacer jornada cierta,
Nuestro César no quiso diferilla;

Antes se puso en la campaña abierta,
Y á tiro de cañon se le presenta,
Mostrándole, si quiere entrar, la puerta.
Mas él, que verse en semejante afrenta
No quiso, ni tentar mas su ventura,
Con socorrer su villa se contenta.

Carlo Quinto lo llama y lo importuna
Y ofrece la batalla, de que habia
El francés poca gana ó no ninguna.

Y bien nos lo mostró el tercero dia,
Que nuestro campo cerca de él pusimos,
Cuál era su intencion y á qué venia;

Fuésenos una noche, y no le vimos
Apenas ir, y al fin de la jornada
El veló bien, nosotros nos dormimos.

César dejó despues holgar la espada,
Que en las francesas armas fiera mella
Ha hecho, sin quedar escarmentada.

Y si bien de la fin de esta querella Cada cual á su gusto ordena y trata, Y sobre la verdad la pasion sella,

Yo querria decir, pues no me mata Nadie, que hizo el Rey la bella empresa Mala rima mi forza á dir cacata.

Por abreviar, nuestro César tenia presa Fortuna por el pelo, y hásele ido; Piadosamente pienso que le pesa.

El Rey se fué; digo que se ha huido
Sin daño y con vergüenza, y ha quedado
Quien lo dejó huir muy mas corrido.

La culpa cuya fué no he procurado
Ni procuro saber; mas cierto veo
A César en tal caso disculpado.

Ya me parece que tendréis desco
De saber los que mas se señalaron
Y quién llevó la gloria y el torneo.
Algunos caballeros se hallaron
En las escaramuzas, que de España
La fama gloriosa conservaron.

Los demás, y aun los mas, en una extraña
Escuadra ó escuadron contino puestos,
No pudieron de sí mostrar hazaña.

De la disposicion y de los gestos
Cómo las armas les estaban callo,
Pues ya todos á nos son manifiestos.
Lo bueno yo no sé sino alaballo;

Si algo hubo de mal, que nunca falta,
A la presencia pienso reservallo.

Mas quisiera decir, sino que salta
El furor por seguir otra materia,

Si no mas agradable, al fin mas alta.
Pensé deciros del novel de Feria
Cómo con su valor ha desterrado
Desta corte los vicios y miseria.

Y cómo en cuatro pasos ha alcanzado
Los que primero déi corrieron tanto,
Y algunos ó los mas atrás dejado.

Pero, tornando al comenzado canto,
El humo y vanidad de aquesta corte
Me tiene puesto en confusion y espanto.
No pienso decir mas sin pasaporte;
De la corte murmuro y della digo,
Mas de ninguno nada que le importe.

Yo pienso que es à Dios y á sí enemigo Quien niega la verdad, y por favores, Por amor ni temor de algun castigo.

¿Qué os parece, Señor, destos señores? De su ambicion y envidia ¿qué os parece? Qué de la multitud de servidores?

¿Qué decis de la pena que padece Un grande si otro le ha pasado en nada, Y como la igualdad mal compadece?

¿Qué decis del tener mesa parada Todas horas á todos, do hay algunos Que desean probar en él su espada?

¿Qué decis del sufrir mil importunos? Qué de la adulacion que ansí los ciega, Sin que della escapar puedan ningunos? Del cortesano triste que se allega A demandar al Rey alguna cosa, ¿Cuál queda, me decid, si se la niega? Y el otro que ni duerme ni reposa Por llegar á aquel grado que desea, ¡Qué vida tan estrecha y trabajosa!

El otro con envidia urde y no deja
Cómo podrá sacar de su privanza
A tal que en hacer toda la emplea.

¿Qué os parece, Señor, de la esperanza Que grande se le muestra en perspectiva? ¡Cuán poco fruto al fin della se alcanza!

¡Qué extraña presuncion vana y altiva Se halla en corte de un privado injusto, Y qué conversacion, seca y esquiva!

¡Cómo toma otro ser, muda otro gusto, El que, siendo ayer pobre, hoy se ve rico! Tirano es hoy aquel que era ayer justo.

¿Qué os parece cuál es tratado el chico Del grande hecho á fuerza de fortuna, Del poderoso el triste pobrecico?

¿Qué juzgais de la turba que importuna A quien hacelle bien tan poco cuesia, Sin poder dél haber merced ninguna? Del ansia por salir en una fiesta Mas galan que no el otro y mas costoso, Tanto gasto y trabajo ¿qué le presta? El otro va trotando presuroso A acompañar al Duque, si cabalga, Como si sin él fuera peligroso.

Aquel está esperando que el Rey salga En sala por hacer antes presencia; Si esta no es ignorancia, que no valga. ¿Qué decis del que teme haber sentencia En contra el sobornar de su letrado Cual del uco y del otro la conciencia? El cortesano cuerdo y avisado Que no quiere nadar con la corriente Del vulgo, me decid, ¿cómo es tratado? Dicen que es importuno el diligente, Mentir y trampear es beneficio, El cauteloso dicen que es prudente.

Han convertido el juego en ejercicio Comun; juegan los grandes, los plebeos; Armas y letras van ya en precipicio.

Ya cesaron las justas y torneos;
La crápula y lascivia en lugar destos
Entraron, con mil otros actos feos.

¡Cuántos veréis en alto asiento puestos, Soberbios, insolentes, desleales, Hipócritas, viciosos, deshonestos! ¿Por qué hizo fortuna desiguales Sus leyes? Por qué es rico un avariento? Por qué mendigan tanto liberales? ¿Por qué no viviria yo contento,

Y el que mejor que yo vivir podria
En casa y del paterno nutrimiento?
¿Para qué es ocupar la fantasía
En desear mandǝr, y en grandes cargos
Andar embebecides noche y dia?

Los años de los ricos ¿, son mas largos,
Por aventura, ó viven mas quietos,
O muertos no han de dar de si descargos?
¿No son, como los pobres, tan sujetos.
Los ricos á mil casos desastrados,
Si bien no corresponden los efelos?

¿Cuál rico hay que no tenga mil cuidados Mas que yo, que el temor de caso adverso No interrumpe mis sueños reposados?

¡Oh cuánto es su vivir del mio diverso! ¡Cuánto es la mia mas alegre vida! ¡En qué piélago está ciego y submerso! Yo, que por experiencia conocida Tengo la corte ya, voyme riendo De quien sigue tras cosa tan perdida. Y digo que es la corte, si la entiendo, Una cierta ilusion, una apariencia Que se va poco a poco deshaciendo. á De la corte no hago diferencia Al espejo, que muestra algunas cosas Graves, que nada son en existencia.

Ciertas honras inútiles, costosas, Ansioso desear, vivir inquieto, Esperanzas inciertas, trabajosas,

Un nunca responder con el efeto El pensamiento, que contino hace Mil torres en el aire, de indiscreto.

Pero, porque he temor que no os aplace Tan luenga historia, aquí harémos punto, Pues que tampoco á mi me satisface.

Y de todas las cosas que pregunto,
Con el primero me enviad respuesta
Cual la deseo yo, cual la barrunto;

Que pues mi servitud está tan presta
A vuestra voluntad para serviros,
Cualquier demanda se me debe honesta.
Olvidado me habia de pediros
Una cosa que mucho he codiciado,
Y he pensado mil veces escribiros,

Y es que de ver gran tiempo he deseado
Del famoso Ticiano una pintura,
A quien yo he sido siempre aficionado.
Entre flores y rosas y verdura
Deseo ver pintada primavera
Con cuanto de beldad le dió natura.

Mucho pido, Señor; mas no debiera
Pedir menos á quien fuera muy poco,
Si cuanto puede dar fortuna os diera.
En este punto que postrero toco
De pediros, veréis que soy poeta,
Si no lo habíades visto en que soy loco.
Llegado ha ya mi canto á aquella meta
Do pienso poner fin á mi camino,
Si, como temo, á vos no fuere aceta,
Haced de ella un presente al Aretino.

EPÍSTOLA II.

Al principe de Ascoli. Señor, mas de cien veces be tomado La pluma y el papel para escribiros, Y tantas no sé cómo lo he dejado.

Y no os maravilleis, porque son tiros Que del pasado mal de los amores Quedaron en lugar de los suspiros.

Ya no canto, Señor, por los temores Que solia cantar, ya mudo verso, Ya se pasó el furor de los furores.

Un modo de escribir nuevo y diverso Me hallé, poco há, para holgarme, Y por huir del otro tan perverso Solia cantar de amor y desvelarme, Andar fantasticando mil dulzuras, Que paraban despues en degollarme.

Ya no escribo, Señor, delicaduras; Escríbalas quien es mas delicado; Yo soy loco y me agrado de locuras. Ya no pretendo mas ser laureado;

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