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Africa se aterró de parte á parte.

«Ondas, pues no se excusa que yo muera, Dejadme allá llegar, y á la tornada (48) Vuestro furor ejecutá en mi vida.»

XXX.

Sospechas, que en mi triste fantasía Puestas, haceis la guerra á mi sentido, Volviendo y revolviendo el afligido Pecho, con dura mano, noche y dia; Ya se acabó la resistencia mia Y la fuerza del alma; ya rendido Vencer de vos me dejo, arrepentido De haberos contrastado en tal porfia. Llevadme á aquel lugar tan espantable, Que por no ver mi muerte allí esculpida, Cerrados hasta aquí tuve los ojos.

Las armas pongo ya; que concedida No es tan larga defensa al miserable; Colgad en vuestro carro mis despojos.

XXXI.

Dentro de mi alma fué de mí engendrado
Un dulce amor, y de mi sentimiento
Tan aprobado fué su nacimiento
Como de un solo hijo deseado;

Mas luego nació dél quien ha estragado
Del todo el amoroso pensamiento;
En áspero rigor y en gran tormento
Los primeros deleites ha trocado (49).

¡Oh crudo nieto, que das vida al padre Y matas al abuelo! ¿por qué creces Tan desconforme á aquel de que has nacido? ¡Oh celoso temor! ¿á quién pareces? ¡Que aun la invidia, tu propia y fiera madre, Se espanta en ver el monstro que ha parido!

XXXII.

Mi lengua va por do el dolor la guia;
Ya yo con mi dolor sin guia camino;
Entrambos hemos de ir con puro tino,
Cada uno á parar do no queria,

Yo, porque voy sin otra compañía,
Sino la que me hace el desatino;
Ella, porque la lleve aquel que vino
A hacella decir mas que querria.

Y es para mi la ley lan desigual,

Que aunque inocencia siempre en mí conoce, Siempre yo pago el yerro ajeno y mio.

¿Qué culpa tengo yo del desvario De mi lengua, si estoy en tanto mal, Que el sufrimiento ya me desconoce? (50)

XXXIII.

A Boscan desde la Goleta.

Boscan, las armas y el furor de Marte,
Que con su propia sangre el africano
Suelo regando, hacen que el romano
Imperio reverdezca en esta parte,

Han reducido á la memoria el arte

Y el antiguo valor italiano,

Por cuya fuerza y valerosa mano

za del libro con este epígrafe: Soneto de GARCILASO, que se olvido poner à la fin con sus obras.

(48) Lope, despues de citar en su novela Las fortunas de Diana el verso, Ondas pues no se excusa que yo muera, dice:

Yaquí de paso advierta vuestra merced que a muchos ignorantes que piensan que saben espanta que con tales vocablos se dé à GAR'CILASO el nombre de príncipe de los poetas en España. Tornada y otros vocablos que se ven en sus obras era lo que se usaba entonces; y así, ninguno de esta edad debe bachillerear tanto, que le parezca que si GARCILASO naciera en esta no usara gallardamente de los aumentos de nuestra lengua..

(49) Sigo el texto de Herrera; Tamayo, Gracian y Azara dicen: Los primeros deleites ha tornado.

(50) Tamayo cree que no es de GARCILASO este soneto. Herrera debió creer lo mismo, pues no lo incluye en su edicion. Sanchez lo tiene por auténtico, y lo mismo Azara.

Aquí donde el romano entendimiento, Donde el fuego y la llama licenciosa Solo el nombre dejaron á Cartago,

Vuelve y revuelve amor mi pensamiento, Hiere y enciende el alma temerosa, Y en llanto y en ceniza me deshago.

XXXIV.

Gracias al cielo doy que ya del cuello
Del todo el grave yugo he sacudido,
Y que del viento el mar embravecido
Veré desde la tierra sin temello.

Veré colgada de un sutil cabello
La vida del amante embebecido
En su error, y en su engaño adormecido,
Sordo á las voces que le avisan dello.

Alegrárame el mal de los mortales (51); Mas no es mi corazon tan inhumano En aqueste mi error como parece, Porque yo huelgo, como huelga el sano, No de ver å los otros en los males, Sino de ver que dellos él carece.

XXXV.

A Mario Galeota.

Mario, el ingrato amor, como testigo
De mi fe pura y de mi gran firmeza,
Usando en mi su vil naturaleza,
Que es hacer mas ofensa al mas amigo;

Teniendo miedo que si escribo y digo
Su condicion abato su grandeza (52),
No bastando su esfuerzo á su crueza,
Ha esforzado la mano á mi enemigo.

Y así, en la parte que la diestra mano
Gobierna y en aquella que declara
Los concetos del alma, fuí herido (53).

Mas yo haré que aquesta ofensa cara
Le cueste al ofensor, ya que estoy sano (34),
Libre, desesperado y ofendido.

XXXVI.

A la entrada de un valle, en un desierto, Do nadie atravesaba ni se via,

Vi que con estrañeza un can hacia
Extremos de dolor con desconcierto;
Agora suelta el llanto al cielo abierto,
Ora va rastreando por la via;
Camina, vuelve, para, y todavía
Quedaba desmayado como muerto.

Y fué que se apartó de su presencia
Su amo, y no le hallaba, y esto siente:
Mirad hasta dó llega el mal de ausencia.

Movióme á compasion ver su accidente; Dijele lastimado: «Ten paciencia, Que yo alcanzo razon, y estoy ausente (53).►

XXXVII.

Estoy contino en lágrimas bañado,
Rompiendo siempre el aire con sospiros;
Y mas me duele el no osar deciros
Que he llegado por vos á tal estado,

Que viéndome do estoy y lo que he andado Por el camino estrecho de seguiros,

(51) Así pone este verso Azara; Mayans en su Retórica lo escribe así:

Alegraráme el mal de los mortales.

(52) Asi Tamayo y Azara. Herrera pone:

Teniendo miedo que si escribo ó digo Su condicion, abajo su grandeza. (53) El conceto del alma, fuí herido. - Texto de Herrera. (54) Le cueste al ofensor; que ya ostoy sano. - Id.

(55) No debió tener Herrera por de GARCILASO este soneto. Tamayo, siguiendo á Sanchez, y á mas Gracian y Azara, lo tienen por del mismo autor.

Si me quiero tornar para huiros,
Desmayo viendo atrás lo que he dejado;
Y si quiero subir á la alta cumbre,
A cada paso espántanme en la via
Ejemplos tristes de los que han caido.
Sobre todo, me falta ya la lumbre
De la esperanza, con que andar solia
Por la escura region de vuestro olvido.

XXXVIII.

Culpa debe ser quereros,

Segun lo que en mi haceis;
Mas allá lo pagaréis,
Do no sabrán conoceros,
Por mal que me conoceis.

Por quereros, ser perdido
Pensaba, que no culpado;
Mas que todo lo haya sido
Así me lo habeis mostrado,
Que lo tengo bien sabido.

¡Quién pudiese no quereros

Tanto como vos sabeis,

Por holgarme que pagueis

Lo que no han de conoceros

Con lo que no conoceis!

OTRA.

Yo dejaré desde aquí
De ofenderos mas hablando;
Porque mi morir callando
Os ha de hablar por mi (2).

Gran ofensa os tengo hecha

Hasta aquí en haber hablado,

Pues en cosa os he enojado

Que tampoco me aprovecha.

Derramaré desde aquí

Mis lágrimas no hablando;
Porque quien muere callando
Tiene quien hable por sí.

Á UNA PARTIDA.

Acaso supo, á mi ver,
Y por acierto quereros,
Quien tal hierro fué á hacer,
Como partirse de veros
Donde os dejase de ver.
Imposible es que este tal,
Pensando que os conocia,
Supiese lo que hacia,

(56) Sanchez y Tamayo tienen por de GARCILASO este soneto.

Herrera y Azara lo omiten en sus colecciones. Yo lo tengo por in-
digno de GARCILASO.

(1) En un manuscrito de Iriarte tiene este epígrafe :

A doña Isabel Freyra, porque se casó con un hombre fuera de su
condicion.

(2) Sé que os ha de hablar por mi.-Texto de Tamayo,

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38

COPLA SOBRE ESTE VILLANCICO.

¿Qué testimonios son estos Que le quereis levantar? Que no fué sino bailar.

¿Esta tienen por gran culpa? No lo fué á mi parecer, Porque tiene por disculpa Que lo hizo la mujer. Esta le hizo caer, Mucho mas que no el saltar Que hizo con el bailar (8).

(8) Segun se ve en las obras de Boscan, esta copla fue escrita A don Luis de la Cueva porque bailò en palacio con una dama que llamaban la Pájara. Tambien escribieron al mismo asunto Boscan, el duque de Alba, el prior de San Juan, don Hernando Alvarez de Toledo, el clavero de Alcántara, don Luis Osorio, don García de Toledo, Gutierre Lopez de Padilla y el marqués de Villafranca: todos glosando el villancico.

GARCIAE LASI DE LA VEGA

AD FERDINANDUM DE ACUÑA,
EPIGRAMMA.

Dum Reges, Fernande, canis, dum Caesaris alten
Progeniem nostri, claraque facta ducum,
Dum hispana memoras fractas sub cupide gentes,
Obstupuere homines, obstupuere Dii;
Extollensque caput sacri de vertice Pindi
Calliope blandis vocibus haec retulit:
Macte puer, gemina praecinctus tempora lauro,
Qui nova nunc Martis gloria solus eras,
Haec tibi dat Bachusque pater, dat Phoebus Apollo;
Nympharumque leves, castalidumque chori,
Ut, quos divino celebrasti carmine Reges,
Teque simul curvâ qui canis alma lyrå,
Saepe legant, laudent, celebrent post fata nepotes:
Nullaque perpetuos nox fuget atra dies (9).

(9) Hállase este epígrama en la traduccion de El Caballe terminado, hecha por Acuña. (Anvers, 1553; Salamanca, 1373; As vers, 1591, etc.)

FIN DE LAS POESÍAS DE GARCILASO DE LA VEGA,

POESIAS

ᎠᏴ

GUTIERRE DE CETINA.

JUICIOS CRITICOS.

DE FERNANDO DE HERRERA.

(En las Anotaciones á las obras de Garcilaso de la Vega.)

En CETINA, cuanto á los sonetos particularmente, se conoce la hermosura y gracia de Italia; y en número, lengua, terneza y afectos ninguno le negará lugar con los primeros; mas fáltale el espiritu y vigor, que tan importante es en la poesía; y así, dice muchas cosas dulcemente, pero sin fuerzas. Y paréceme que se ve en él y en otros lo que en los pintores y maestros de labrar piedra y metal, que afectando la blandura y policía de un cuerpo hermoso de un mancebo, se contentan con la dulzura y terneza, no mostrando alguna señal de nervios y músculos, como si Do fuese tanto mas diferente y apartada la belleza de la mujer de la hermosura y generosidad del hombre, que cuanto dista el rio Ipanis del Eridano; porque no se ha de enternecer y humillar el estilo de suerte que le fallezca la vivacidad y venga á ser todo desmayado y sin aliento, aunque CETINA muchas veces, ó sea causa la imitacion ó otra cualquiera, es tan generoso y lleno, que casi no cabe en sí. Y si acompañara la erudicion y destreza del arte al ingenio y trabajo, y pusiera intencion en la fuerza como en la suavidad y pureza, ninguno le fuera aventajado.

DE DON DIEGO DE SAAVEDRA FAJARDO.
(En la República Literaria.)

Casi en aquellos tiempos floreció CETINA, afectuoso y tierno; pero sin vigor ni nervio (1).

(1) Así en este juicio de CETINA, como en el de Garcilaso y Hurtado de Mendoza, siguió Saavedra Fajardo á Fernando de Herrera.

POESIAS

DE GUTIERRE DE CETINA.

COMPOSICIONES VARIAS.

SONETO PRIMERO.

Como garza real, alta en el cielo,
Entre halcones puesta y rodeada,
Que siendo de los unos remontada,
De los otros seguirse deja á vuelo;
Viendo su muerte acá bajo en el suelo,
Por oculta virtud manifestada,
No tan presto será de él aquejada,
Que á voces mostrará su desconsuelo.
Las pasadas locuras, los ardores
Que por otras senti, fueron, Señora,
Para me levantar remontadores.

Pero viéndoos á vos, mi matadora,
El alma dió señal en sus temores
De la muerte que paso cada hora.
SONETO II.

Si tras de tanto mal me está guardado
Algun bien de que estoy tan fuera agora,
Aun espero por vos cantar, Señora,
Con estilo mas alto que he llorado.

Entonces será el bien mas estimado,
Por no haber de él jamás sabido un hora,
Cual madre que por muerto al hijo llora,
Se alegra en verlo vivo á sí tornado.

Entonces contaré de la tormenta,
Seguro de zozobras en el puerto,
Y placeráme la pasada afrenta.

Desterraré al dolor, que sin concierto
Me suele fatigar, do nunca sienta
Nueva, ni sepa de él si es vivo ó muerto.
SONETO III.

Como está el alma á nuestra carne unida,
En los miembros las partes igualmente,
Y como cada miembro el alma siente
Entera en sí y en todos repartida,

Y como si una parte es dividida Del cuerpo por algun inconveniente, El alma queda entera y tan potente Cual siempre, sin que pueda ser partida. Así el amor en mi no se acrecienta Por mas favor, ni cuando mas padece El triste corazon muda el estado.

Muéstrase amor en mí como tormenta De mar, que cuando mas con furia crece, Su término no pasa limitado.

SONETO IV.

Si no fuese juzgado atrevimiento,
Si vuestra crueldad lo comportase,
Que vuestro servidor llamarme osase,
De solo el nombre viviria contento.

Tal os pinta en mi alma el pensamiento,
Que no os miré jamás que no juzgase
Temeridad el bien que desease;
Y de tal desvarío me arrepiento.

Enójome de haber mas deseado, Y acusando á mí mismo mi locura, De cuanto deseé no quiero nada.

Solo en veros consiste mi ventura, Todo lo porvenir me desagrada;

El bien presente es mas que el mal pasado.

SONETO V.

Contento con el mal de amor vivia,

Habiendo el alma en él hábito hecho;
Su daño principal ni su provecho
No me alteraba ya ni lo sentia.

Hora ha querido la desdicha mia
Con otro nuevo mal herirme el pecho;
Este me desbarata y me ha deshecho,
Mientras menos del otro me temia.

Como enfermo que está ya confiado Que no puede morir de un mal que tiene, Por haberse en el uso así guardado,

Cualquier nuevo accidente que le viene Diferente de aquel que habia pensado, Le hace recelar mas que conviene.

SONETO VI.

Para ver si sus ojos eran cuales
La fama entre pastores extendia,
En una fuente los miraba un dia
Dórida, y dice así, viéndolos tales:

Ojos, cuya beldad entre mortales
Hace inmortal la hermosura mia,
¿Cuáles bienes el mundo perderia
Que á los males que dais fuesen iguales?

Tenia antes de os ver por atrevidos,
Por locos temerarios los pastores
Que se osaban llamar vuestros vencidos.

Mas hora, viendo en vos tantos primores,
Por mas locos los tengo y mas perdidos
Los que os vieron, si no mueren de amores.»
SONETO VII.

En un olmo Vandalio escribió un dia,
Do la corteza estaba menos dura,

El nombre y la ocasion de su tristura;
ey
Despues mirando al cielo, así decia :

Tanto crezcas, ¡oh bella planta mia!
Que al mas alto ciprés venzas de altura,
Y tanta sea mayor tu hermosura
Cuanta aquella de Dórida seria.

»Crezcan á par del olmo en su grandeza Las letras del amado y dulce nombre,

Y en él hagan perpetua su memoria;

>Porque los que vendrán sepan queun hombre Levantó el pensamiento á tanta alteza,

Que es digno al menos de inmortal renombre..
SONETO VIII.

Remedio incierto que en el alma cria
La ponzoña que da vida al tormento;
Madrastra del cuitado sufrimiento,
De nuestros bienes robadora arpía;

Oscura luz, que por tinieblas guia,
Falso esfuerzo del loco pensamiento,
Dificultoso bien del sentimiento,
Peligroso manjar de la porfia;

Siempre fiera con rostro de doncella, Fuego que blandamente nos consume; Jarabe dulce de alargar los males;

Bien do el daño mayor se anida y sella, ¿Quién será tal que tus maldades sume? ¡Oh mísera esperanza de mortales! (1) SONETO IX.

Ponzoña que se bebe por los ojos, Dura prision, sabrosa al pensamiento,

(1) Fernando de Herrera publicó este soneto en las Anotaciones

& las obras de Garcilaso. Hállase tambien en el códice del señor don José María de Alava,

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