Pagina-afbeeldingen
PDF
ePub

CAPITULO XVI.

La muerte en vida.

La noche siguiente en que quedó libre Luis de

Camoens, víspera de la marcha de la flota, bajó al jardin de palacio una dama encubierta á quien habian dado secreto aviso de esperar á su amante y se colocó detrás de una estátua que la ocultaba á la luz de la luna. Entonces dió una palmada y en el propio instante un caballero cubierto con el casco y con la visera calada salió de entre los árboles y se arrojó á sus pies.

-¡Camoens!

—Sí, tú amante que viene á verte aun por la última vez para decirte que te amará hasta la

muerte.

-Dios mio, ¡qué oigo! por la última vez.—Sí, ya otra noche me hablaste de tan triste manera. -Y no me marché para siempre, pero ahora sí!... No llores... Ten valor para una separacion irremediable.

-¡Cruel! como no hé de llorar si mi primer impulso de alegría lo ahogas con la amenaza de dejarme?

-¡Amenaza!

-Cuando aun no he visto tu rostro, cuando aun no sé como has venido de Africa, si te hirieron, si has sufrido mucho, si estás pálido, si tus ojos tienen mas tristeza: ¡oh, desciñe de tu frente el casco.

-No.

-Alza la visera.

-Catalina, dijo Camoens con acento sombrío y retrocediendo dos pasos, yo no puedo descubrirme á tí.

-Cielos, gritó, Catalina, ¿no eres tú?.....
-Silencio, infortunada, yo soy.

—Sí, tú eres; ¿cómo habia de equivocarse mi

corazon que solo late con tu presencia? ven, dime, qué tienes; esplícarme por qué me ocultas tú rostro. ¿No sabes cuánto te amo? ¿No sabes que la luz de tus ojos me alienta y me consuela? Mira la luna, Camoens, la luna á quien tú has cantado en tus versos.

-Sí, replicó Camoens con amargura y despecho; la veo al través de estas rehendijas y vislumbro tu hermosura á su luz como el condenado vislumbra la gloria que nunca ha de ser suya.

-¿Y por qué no? Camoens, yo quiero hablarte por fin de lo que mi alma desea. Yo dejo de luchar contra el destino y me abandono á tu amor. Yo quiero huir contigo y ser tu esposa. Ya no temo la cólera del Conde...

-Basta, Catalina, no aumentes mi infortunio con esa declaracion tardia. La felicidad es ya imposible para nosotros.

-Qué escucho?..... cielos!... Tú rehusas?... -¡Ah, por piedad no destroces mí corazon, ó vive Dios, que hundo en mi pecho este acero!

-Camoens, no te comprendo...

-No quieras comprenderme, Catalina, y créeme; te amo como las almas de mi temple saben

amar, pero estoy desterrado de tí para siempre. Ni una sola vez en la vida volveré á estrecharte contra mi desgraciado corazon; ni una sola vez imprimiré en tu frente el beso amante que yo solo merezco darte, porque yo solo puedo sentir este amor infinito hijo de la poesía é inmortal como ella. ¡Oh, no! Yo, yo voy á perderlo todo: hasta tu confianza, hasta tu amor, hasta tu recuerdo. Tú me olvidarás y cediendo á la voluntad del Conde darás tu mano, al fin, à uno de esos nobles sin pasion, sin espíritu, sin entusiasmo, que desposan á una doncella por la mísera vanidad de perpetuar su nombre. A tí, á tí, que has nacido para ser eternizada te reducirán á la condicion de esas humildes portuguesas, pobres esclavas sujetas al ciego egoismo de sus dueños. ¿Quién sabe si estás destinada á amar á un ser presuntuoso, altanero, frio, déspota, á quien tu misma ternura irrite y que profanando tu virginal amor y destruyendo tus santas ilusiones te arrastre al | oprobio y te desprecie luego? ¡Ay, yo entretanto en playas remotas, separado de tí por todos los mares, no veré correr tus lágrimas........ pero, escucha, prosiguió Camoens cojiendo sus manos con vehemencia, á pesar de todo yo te amaré y á cualquiera hora en que invoques mi nombre mi

espíritu te responderá. Yo soy tuyo por mas que el mundo nos separe, y mi pensamiento guardará fiel hasta el sepulcro este amor que no puede darte la dicha en la vida pero que te dará la gloria en la muerte. Sí, la gloria, lo juro! Porque yo te eternizaré en mis versos.

Hablaba Camoens sin que Catalina tuviese fuerzas para responder á ninguna de sus palabras. Sus lágrimas corrian silenciosamente haciendo brillar sus mejillas á la luz de la luna, como las hojas de esa planta cuajada de puntas de hielo cuyo nombre científico ignoro pero que en España se llama simplemente planta de hielo.

Fortuna era para ella este llanto: las lágrimas son sangria del corazon provechosa cuando se halla enfermo.

La desgracia que presentía era de esas que destruyen moralmente la vida de una muger inutilizándola para todo sentimiento que no sea una profunda desesperacion. Aunque el amor de la doncella por su amante no sea superior al de la madre por su hijo, el dolor que produce la separacion del ser amado no es tan amargo en la última como en la primera. Esto consiste en que el amor de la doncella es eventual porque está sujeto al influjo del tiempo y á la pérdida de la

« VorigeDoorgaan »