Pagina-afbeeldingen
PDF
ePub

-¿Por qué?

-Viven en un zaquizamí......
-No importa.

-¡Son tan viejas, tan feas!...
-Vamos.

-¡Hacen tantos gestos, tantas visiones!... -Yo no soy medrosa.

-Y dicen cosas tan horribles y tristes...

-Digo que quiero ir.

-Vamos, pues, señora.

CAPITULO IV.

Siguen las brujas de Portugal.

Como en el capítulo anterior empecé hablando

de brujas y no presenté en escena otra que lo pareciese sino la dueña Doña Graciana, habrá habido lector que, tal vez, imagine que Doña Graciana era bruja; pero tan ageno ha estado mi ánimo de calumniar á la noble dama, que me apresuro á hacer esta ligera rectificacion antes de empezar á hablar de las verdaderas brujas. Doña Graciana no lo era aunque lo parecia, como

TOMO II.

2

muchas que hay semejantes que lo parecen y no lo son.

Las brujas de Portugal vivian en un barrio estraviado al norte de Lisboa y habitaban una especie de cueva seis ú ocho pies mas baja que el nivel de la calle, que tenia por nombre rua d'as Ursas.

Bajábase á este subterráneo por una estrechísima y oscura escalera, como la quisiera el demonio para hacernos bajar á su casa, y se entraba en una bóveda muy semejante á la de una mina, porque sus paredes estaban en bruto formando ásperas sinuosidades.

Aunque era la mitad del dia cuando Catalina y su dama bajaron á este estraño aposento, no se veia nada por la claridad del sol sino por la de una mortecina lámpara colocada en uno de los agujeros de la bóveda. No habia tapices y colgaduras de seda, pero sí de telas de araña bordadas de moscas que se agitaban entre los patudos insectos. Al entrar Catalina vió saltar multitud de ratas y sintió bajo sus pies el crugido de los asquerosos escarabajos que se rebullian por todo el pavimento.

Entonces retrocedió para salir, pero la puerta se habia cerrado tras ella.

-¡Dios mio, esclamó, adónde he venido! -A una casa donde no te sucederá mal ninguno, respondió desde un rincon una especie de momia.

Era una muger de estatura gigantesca. Vestia una escasísima saya negra sujeta á la cintura y todo lo demás de su cuerpo se hallaba completamente desnudo; pero su cuerpo no parecia de carne sino de leña seca. El escaso cabello que tenia estaba tirantemente recojido hácia arriba y trenzado de manera que las puntas quedaban colgando como dos látigos que caian por su flaco y larguísimo pescuezo. La forma de su cara no habria sido ciertamente fea en su juventud, porque en el abril de la muger, cuando tiene frescura, las facciones mas irregulares son á veces las mas graciosas, como en el abril del campo las colinas mas escabrosas son las mas pintorescas, cuando estan cubiertas de verde. Pero asi que ha llegado el invierno se descubren los derrumbaderos y las descarnadas peñas.

A la belleza no hay que estudiarla en la juventud sino en la edad madura. No puede asegurarse que una muger de veinte años es hermosa sino porque tiene veinte años.

No hay que confundir la pasagera hermosura

:

de la juventud, con la verdadera belleza que existe aun despues que aquella ha fenecido. Pero no obstante, á los cien años ninguna muger puede ser hermosa, y la bruja, que tal vez no fué sino graciosa á los quince, debia ser y era horrible á los ciento. Sus mejillas estaban salientes en su parte superior, del mismo modo que lo estan las de una calavera; tenia la nariz roma y levantada y el labio inferior grueso y caido: empero lo que hacia de esta figura una figura estraordinaria no eran sus formas sino dos relámpagos continuos que tenia en ambos huecos de los ojos.

-Señora, dijo Catalina, con acento balbuciente, quisiera salir.

-Despues; replicó la bruja asiendo su mano y conduciéndola hácia un banco de tabla, cuan— do hayas sabido lo que deseas saber.

-Ya no deseo saber nada.

-Es tarde para arrepentirte de tu curiosidad; la que entra aqui no sale sino satisfecha.

Entonces la vieja dió un chillido y aparecieron otras cinco brujas vestidas como ella y casi con las mismas condiciones de gracia personal, solamente que no eran tan viejas y menos altas.

-Hermanas, dijo la primera bruja, esta me

« VorigeDoorgaan »