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ES PROPIEDAD DEL AUTOR Y QUEDA HECHO EL DEPÓSITO

QUE MARCA LA LEY

The Lig

The Haivash

of Teres

AL INSIGNE HISPANOFILO

MR. ARCHER MILTON HUNTINGTON

Señor:

Los escritores y eruditos españoles todos se honran con vuestra cariñosa amistad, la literatura española os adeuda beneficios sin cuento, el nombre español brilla cada día con nuevas luces en vuestra nación merced á las empresas que habéis acabado para enaltecerlo, la España culta os cuenta entre sus hijos predilectos, el Rey os tiene por amigo y familiar, vos nismo sois tan apasionadamente aficionado y devoto, no sólo de las letras, antigüedades é historia de España, sino de cuanto á España atañe, que sólo sentís no haber nacido español, teniendo tan española el alma y en esta nuestra tierra todos vuestros

amores.

Permitid, pues, que el último de los eruditos de España, aunque no lo es de los que os admiran y quieren, os dirija este liviano trabajo sobre la “Historia de la lengua y literatura castellana durante la época de Carlos V", que tan hondamente conocéis y cuyos mejores monumentos escritos guardáis como el más preciado de vuestros tesoros.

Llamaros Mecenas de las letras españolas sería llamaros bien poca cosa, para lo que de hecho habéis sido, sois y habéis de ser respecto de ellas. Harto lo tenemos sabido cuantos en ellas entendemos; pero justo es no guardárnoslo agradecidos, sin que lo pregonemos á cada paso por todas partes para que el mundo entero lo sepa y os lo reconozca debidamente. Inte

resamos en ellò los españoles, porque ensalzar vuestras obras es ensalzar á nuestra misma patria.

Como disfrutaseis en vuestra tierra de la magnífica biblioteca de libros españoles allegada por el benemérito hispanista Ticknor, á quien debe la literatura española la primera y mejor historia que tenemos, os tomó tan desapoderada afición por nuestras letras, que no descansasteis hasta venir á España, y, enamorado de la vieja epopeya de Castilla, os entregasteis de lleno al estudio del añejo pergamino que del "Cantar de Mio Cid" guardaba en cofrecito de hierro, como oro en paño, don Alejandro Pidal. Planeasteis los tres magníficos tomos de la obra, con la edición crítica, la versión inglesa, variantes del texto y comentarios; recorristeis paso á paso los que el héroe castellano hubo de dar con sus mesnadas; paseasteis la tierra, le bebisteis el espíritu, sacasteis costosas fotografías y disteis al cabo á la estampa el maravilloso monumento de vuestra obra, digna de parcarse con la que Alejandro ordenó sobre la epopeya homérica.

Erais además arqueólogo, porque no hay campo de la cultura que á vuestra alteza de pensamientos esté vedado, y os fuisteis á Itálica, arrendasteis los terrenos particulares arrendables de Santiponce, pagando más que si los hubieseis comprado, y ordenasteis las excavaciones á todo coste. Desenterrados magníficos tesoros, las piezas mayores regalásteislas al Museo Arqueológico de Sevilla; con lo demás enriquecisteis el Museo que á las antigüedades españolas levantabais en Nueva York, así como en la Biblioteca hispánica, que juntamente fundabais, habíais recogido ya hasta 18.000 volúmenes, comprados parte de la biblioteca de Ticknor en Boston, parte en España, pagando aquí y allá á peso de oro, libro por libro, cuanto de más raro y precioso sabía rebuscar el ansia que os aquejaba de allegar cosas españolas.

Dos años mortales luchasteis con el Marqués de Jerez de los Caballeros por que os vendiese su inestimable biblioteca de 22.000 volúmenes, la flor y nata de los más exquisitos y rebuscados libros de la antigua España. Cuando al cabo vencisteis, y, pagados un millón de francos, sacasteis de España tamaño tesoro literario, con lágrimas del corazón lloraron los eruditos

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españoles aquel, al parecer, triste y fatal acontecimiento. Los pergaminos de nuestra antigua hidalguía salían de la casa soiariega, dejábannos sin los últimos testigos que acreditasen nuestras glorias pasadas. Pero bien pronto enjugaron los eruditos sus lágrimas, y no sólo se consolaron, sino que se congratularon y á buena estrella para la cultura española atribuyeron el que hubieran pasado á tales manos, que sabrían guardarlos mejor que no los hubiéramos nosotros sabido guardar.

Habíais comprado en el Andubon Parck de Nueva York, donde cada día se extiende lo más granado de aquella gran ciudad, terrenos bastantes para labrar, como labrasteis en ellos, el magnífico palacio del "Museo y Biblioteca hispana", verdadero templo del arte y del saber español, obra única en el mundo, como no la hay consagrada al arte y saber de ningún otro pueblo.

No contento con esto, comenzasteis á devolvernos los mejores libros, rica y fielmente reproducidos, regalando ejemplares á los centros de cultura y á cuantos particulares eruditos pudieran aprovecharlos, como la reproducción de las dos primeras ediciones de la primera parte del “Quijote", hechas por Cuesta en 1605, y la de la segunda de 1615; la reproducción del famoso manuscrito del "Abecedarium", de Hernando Colón, índice de la antigua biblioteca colombina, y tantas y tantas otras reproducciones que allanan las antes insuperables dificultades que ofrecía el estudio de nuestra literatura.

¿Qué más? No hay libro, no hay obra de arte, no hay papel, pergamino, lienzo, tabla ó cascote que atestigüe el menor pedazo de nuestra antigua cultura, que no lo apreciéis como un inapreciable pedazo del alma española, que tan al alma propia os llega, y no derrochéis vuestros bien empleados caudales para haceros con ello, depositándolo en aquel templo de las glorias españolas que habéis levantado en el corazón de la capital de la más rica y poderosa de las naciones. Exposiciones de pinturas españolas, compra de cuadros, todo lo hacéis y no os cansáis de glorificar con ello á España.

Y para que la obra fuese duradera, fundasteis allí en 1914 "The Hispanic Society of America", la Sociedad hispana de América, que os nombró su Presidente, la cual lleva y llevará

adelante lo emprendido, será perpetua vocera del nombre español, guardará los tesoros de la española cultura y facilitará todo linaje de estudios y trabajos sobre cosas españolas.

Sólo sentís no haber nacido en España; pero sois tan español de alma, de sentimientos, de cariños, como el mejor de los españoles. Pasa tan de la raya este vuestro encariñamiento por España y por todos sus hijos, que con el fin de regalarles y hacerles á todos gustosa la estancia en aquel Palacio que les habéis aparejado, siendo protestante os ocurrió la peregrina idea de levantar un templo católico, y lo habéis levantado, luciendo en él una hermosa lámpara de bronce, regalo de S. M. Alfonso XIII.

Justamente nuestro augusto Monarca os trata de amigo y os asienta á su mesa particular con su esposa la Majestad de nuestra augusta Reina, así como á vuestra propia esposa, cuando á Madrid os acompaña.

Estas son, señor, sin ponderaciones y llanamente recordadas, las cosas que habéis emprendido y acabado para honra de España. Este el amor entrañable, el cariño de hijo, que á España tenéis.

Permitid que vuestro claro nombre venga á honrar este mi trabajo, dirigiéndooslo como escasa muestra de la admiración y amistad que os tiene

JULIO CEJADOR.

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