Pagina-afbeeldingen
PDF
ePub

caya, corrupto del árabe; cuando se fundó el convento de la Orden aragonesa de la Merced, los frailes, en honor de la santa mártir de Mérida, le llamaron de Santa Eulalia, y es precisamente la misma que el Padre Morote dice que llamaban los moros Puerta nueva, por donde entró Sancho Mazuelo; estaba á unas sesenta varas distante del convento, próxima á dos bastiones que aún se conservan en la muralla que da á la calle de los Pozos.

La comitiva siguió por esta calle y la de la Zapatería, inmediata á la muralla, hasta desembocar en lo que se llamaba Plaza de adentro, que era todo el espacio que ocupa ahora la antigua plaza de la Verdura, parte de San Patricio y la plaza del Caño, donde estaba la casa del Concejo, en la cual, según todas las probabilidades, se alojaría el Rey; pues aunque entonces no andaban con tanto boato, ni comían tanto, éste era el edificio más capaz y decente que había en la población para albergarlo, dado que el palacio del Obispo, sito en la calle de Gomeles, esquina al porche de San Jorge, había sido incendiado algunos años antes.

La mañana siguiente era de ver la bulla y algazara que había en todos los vecinos de Santa María, porque el Rey subía á misa á la parroquia; conforme al consejo del Padre Juan, todas habían barrido y rociado sus puertas, y puestose sus mejores ropas: los hombres se habían mudado, y llevados de un poquito de vanidad, habían puesto, como al descuido, en la puerta de la calle y en las entradas de las casas las armas y prendas cogidas á los moros; la calle Mayor y toda la carrera estaba alfombrada de tallos de regaliz y de taray; las ventanas y los tejados de las casas lucían vistosas colchas de vivos colores y de indefinible dibujo, y las lejas y tinajeros daban encanto con sus jarros de flor de retama, de hierba buena y eneldo.

Á las nueve de la mañana el Rey, con el Concejo y los capitanes de su ejército, subió á la parroquia, donde ya lo esperaba la Clerecía para recibirlo como era debido: la iglesia estaba, como se dice comúnmente, hecha un ascua de oro. El retablo mayor y sus bóvedas aristadas, de puro estilo ojival, ostentaban sus bellas pinturas al fresco, representando

escenas de la vida de la Virgen y de Nuestro Señor: multitud de gente llenaba las naves, y á duras penas podía penetrar el acompañamiento.

Fernando V, y á su ejemplo todo el pueblo, se arrodilló ante la imagen de la Santísima Virgen María, que era la que ahora se conoce con el nombre de Virgen de la Pera: el señor Arcipreste Juan Valero, con sus diáconos, cantó una misa, del modo más grave y solemne que supo, y concluída, un paje con librea real acercó á S. A. un azafate cubierto con un paño de seda encarnada; tomólo el Rey y diólo al Arcipreste, que lo colocó descubierto en medio del altar; contenía varias alhajas para el servicio del culto, de gran valor artístico, entre ellas una hermosa cruz procesional, que fué la admiración de todos los que estaban presentes, y la alegría de los futuros parroquianos.

Enmedio de aclamaciones y repiques de campanas volvió el Rey á bajar por la calle Mayor, recibiendo con su bondadosa sonrisa las muestras de respeto y cariño de todos los habitantes. Detúvose en Lorca algunos días, esperando aviso de Granada, y en este tiempo se alistó toda la gente de á pie y á caballo con que la ciudad contribuía á la conquista; gente aguerrida y experta en la lucha con los moros, que tuvo ocasión de manifestar su valor en Vera, Guadix y al pie de los muros de Granada, y singularmente en la conquista de Baza, donde Mateo de Alcaraz, uno de los capitanes de Lorca, libró á la Reina Isabel, que había sido sorprendida en una emboscada por los moros; la misma señora le armó caballero al frente de su ejército, y le nombraba mi Adalid. Aquí damos fin á este episodio, haciendo votos por que no olvide nunca Lorca su dignidad y valor cívico.

FRANCISCO CÁNOVAS.

V

ESTANCIA EN BAZA DE SAN FRANCISCO
DE BORJA (1)

Del nacimiento y educación de Don Francisco de Borja, hasta que tuvo diez años.

CAPÍTULO PRIMERO

Don Francisco de Borja, Duque cuarto de Gandía, y después religioso, y tercero Prepósito general de la Compañía de Jesús, fué hijo primogénito de Don Juan de Borja, 3.o Duque de Gandía, y de Doña Juana de Aragón su mujer, que era hija de Don Alonso de Aragón, hijo del Rey Católico Don Fernando. Nació en Gandía á los 28 de Octubre, día de los Santos Apóstoles San Simón y Judas, el año 1510, siendo Sumo Pontífice Julio II, y Emperador Maximiliano I y Rey de Aragón el católico Rey Don Fernando, su bisabuelo materno, el cual á la sazón gobernaba los reinos de Castilla por su hija la Reina Doña Juana y por su nieto el Príncipe Don Carlos....

(1) Vida del P. Francisco de Borja, que fué Duque de Gandía y después religioso tercero General de la Compañía de Jesús.» Escrita por el P. Pedro de Ribadeneyra, de la misma Compañía. (Obras del P. Ribadeneyra. Madrid, imprenta de Luis Sánchez, año del Señor MDCV.)

Su salida de Gandía y lo que hizo en ella.

CAPÍTULO II

Sucedió la muerte de la Duquesa Doña Juana, siendo ya nuestro Don Francisco de diez años, y en el año del Señor de 1520. En el cual tiempo había sucedido en España el levantamiento y alboroto de las comunidades..

De Zaragoza le llevaron á Baça, porque envió por él su bisaguela Doña María de Luna mujer de Don Enrique Enríquez, tío y mayordomo mayor del Rey Católico Don Fernando, y Comendador mayor de León. Y estaba con ella su abuela Doña María Enríquez hija de estos señores, y su tia y hermanas, que de Gandía habían ido por tierra por la orilla de la costa huyendo de aquella borrasca de las comu. nidades. En Baça tuvo una grande dolencia, quelle duró seis meses, y al cabo de ella sucedió un temblor de tierra tan espantable y tan continuo, que estuvo 40 días en el campo debajo de una tienda metido en una litera que le servía de casa y cama. De Baça le enviaron á Tordesillas á servir á la Infanta Doña Catalina, que allí estaba en compañía de la Reina Doña Juana su madre, hasta que llegó el tiempo de casarse con el Rey de Portugal Don Juan el 3.o, lo cual se efectuó el 1525

[ocr errors]

VI

LANZUD Y BEN-HARI (1)

Hoy cumplen los cuatrocientos años de aquel fausto y memorable día en que los habitantes de esta entonces villa, temerosos y resignados, abandonaban los hogares que durante setecientos años poseyeran, para atravesar los montes que de la ciudad de Vera los separaban, y sin entrar en la ciudad, rendir pleito homenaje á la Alteza de los Señores Reyes Don Fernando y Doña Isabel, que en el mismo día habían asentado sus Reales en aquel campo que aun conserva el nombre que esta historia nos recuerda.

Iban los moros de la villa de las Cuevas, que era de no pequeña importancia, por su riqueza y vecindario numeroso, sin Alcaide, sin caudillos de los que fueron partidarios de la guerra, porque el Alcaide Lanzud, con sus parientes y amigos, los habían abandonado al vencedor, dejando sus tierras y hogares, y acogiéndose al ejército granadino, que vencido por sus disensiones más que por la fuerza de las armas, huía precipitada y cobardemente por el río Guadi-Baira (Almanzor) á la aproximación de aquellos victoriosos Reyes, cuya majestad rompió los límites del mundo entonces conocido.

(1) Notable estudio histórico publicado en el semanario El Minero de Almagrera, de Cuevas (Almería), el día 10 de Junio de 1888.

« VorigeDoorgaan »