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comen bien, duermen todos en cuatro camas, representan de noche y de día las fiestas, cenan las más veces ensalada, porque como acaban tarde la comedia, hallan siempre la cena fría. Son grandes hombres de dormir de camino debajo de las chimeneas, por si acaso están entapizadas de morcillas, solomos y longanizas, gozar de ellas con los ojos, tocarlas con las manos y convidar a los amigos, ciñéndose las longanizas al cuerpo, las morcillas al muslo y los solomos, pies de puerco, gallinas y otras menudencias en unos hoyos en los corrales o caballerizas. Y si es en ventas en el campo (que es lo más seguro) poniendo su seña para conocer dónde queda enterrado el tal difunto. Este género de bojiganga es peligroso, porque hay entre ellos más mudanzas que en la luna y más peligros que en frontera (y esto es si no tienen cabeza que los rija).

Farándula es víspera de compañía. Traen tres mujeres, ocho y diez comedias, dos arcas de hato, caminan en mulos de arrieros y otras veces en carros, entran en buenos pueblos, comen apartados, tienen buenos vestidos, hacen fiestas de Corpus a 200 ducados, viven contentos (digo, los que no están enamorados), traen unos plumas en los sombreros, otros veletas en los cascos, y otros en los pies, el mesón de Cristo con todos. Hay lamedores de ojos que se enamoran por debajo de las faldas de los sombreros, haciendo señas con las manos y visajes con los rostros, torciéndose los mostachos, dando la mano en el prieto, la capa en el camino, el regalo en el pueblo, y sin hablar palabra en todo el año. En las compañías hay toda clase de gusarapas y baratijas; entrevan cualquier costura, salen de mucha cortesía, y hay gente muy discreta, hombres muy estimados, personas muy conocidas, y aun mujeres honradas (que donde hay mucho es fuerza que haya de todo); traen 50 comedias, 300 arrobas de hato, 16 personas que representan, 30 que comen, uno que cobra, y Dios sabe el que hurta. Unos piden mulas, otros coches, otros literas, otros palafrenes, y ninguno hay que se contente con carros, porque dicen que tienen malos estómagos. Sobre esto suele haber muchos disgustos. Son sus trabajos excesivos, por los estudios tantos, los ensayos tan continuos y los gustos tan diversos".

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Lope de Vega: Su biografía. - Lope de Vega Carpio nació en Madrid el 25 de Noviembre de 1562. Sus padres Félix de la Vega y Francisca Fernández, originarios del valle de Carriedo, eran hidalgos, pero sin bienes de fortuna; su padre ejercía el oficio de bordador, o, según otros, el de fabricante de cestas. Vivía en la calle Mayor, frente a la Casa de la Villa, y en una que cuando nació el gran poeta tenía unida su fachada a la Puerta de Guadalajara, o del Sol, que después fué trasladada adonde hoy se abre la plaza del mismo nombre que la antigua puerta. Desde niño dió Lope de Vega portentosas muestras de su talento, facilidad poética y ánimo resuelto y aventurero. Él mismo nos cuenta que a los cinco años, no sabiendo aun escribir, daba parte de su merienda a los compañeros de juegos y escuela para que le escribieran los versos que componía, y que a los once ya había hecho comedias. En sus estudios resistiéronsele siempre las Matemáticas, y, en cambio, descolló en Filosofía y Humanidades y en todo lo de adorno: música, baile y esgrima.

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(1) 124. Lope de Vega: Su biografía. 125. Carácter moral y literario de Lope de Vega. 126. Paralelo entre Lope de Vega y Cervantes. - 127. Obras de Lope de Vega. Su clasificación. 128. Juicio crítico. 129. Tirso de Molina: A) Biografía. B) Sus obras. Mención especial de "El Condenado por desconfiado" y de "El burlador de Sevilla".

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Tenía catorce años, y era huérfano de padre, cuando con otro niño de su edad escapóse de casa, y ambos muchachos se fueron vagando hasta Astorga. De allí volvieron a la corte, y en Segovia las autoridades, tomándolos por rateros, y a denuncia de un platero en cuya tienda se presentaron a cambiar una joya, los metieron en la cárcel; convencido el juez de su inocencia, los mandó a Madrid con un alguacil.

MARCAS DE IMPRESORES DEL SIGLO XVI

Amorós (Carles). - Marca usada en Barcelona en la primera mitad del siglo XVI.

Poco después de esta aventura entró al servicio del obispo de Ávila, D. Jorge Manrique, quien debió de portarse muy bien con él, pues Lope le conservó toda su vida profundo agradecimiento. El obispo le envió a estudiar a Alcalá; pero ni acabó carrera, ni continuó bajo la protección del prelado, creyéndose que una aventura amorosa desenlazó prematuramente aquella situación regular y ordenada que tenía Lope. Se hizo soldado, y fué a la expedición de las Terceras (1583); sirvió después al marqués de las Navas. Enamoróse de Elena Osorio, la Dorotea de su novela. Acabaron estos amores con un escándalo y un desafío, y tuvo que ir desterrado a Valencia. Se casó con Isabel de Urbina, sacándola de casa de sus padres,

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y pronto la dejó para alistarse otra vez de soldado en la Invencible. A bordo del San Juan escribió la Angélica. Al regreso de la desastrosa campaña, en que perdió un hermano, fué secretario del duque de Alba, D. Antonio (de 1590 a 1595), temporada a que nos referiremos al tratar de las novelas pastoriles, pues la Arcadia es el reflejo de su estancia en Alba de Tormes.

En el mismo año 95, que dejó el servicio del duque D. Antonio, murió en Madrid Isabel de Urbina. Lope, viudo, tuvo amores con Micaela

de Luján, que le dió dos hijos: Marcela, que fué monja trinitaria, y en cierto grado heredera del talento y estro poético de su padre, y Lope Félix, que murió a los quince años. En 1598 casó el poeta en segundas nupcias con Juana de Guardo, hija de un carnicero bien acomodado, y de la cual tuvo dos hijos: Carlos y Feliciana, cuyo nacimiento costó a su madre la vida (1613). En los últimos años de su segundo matrimonio había sido Lope muy piadoso, en 1610 ingresó en la Congregación del Oratorio, y en 1611 en la Orden Tercera de San Francisco. Desde 1609 era familiar del Santo Oficio.

Abundan los documentos para probar que Lope fué un sacerdote fervorosísimo, muy austero y muy penitente; pero hay otros, como sus cartas al duque de Sesa, reveladores de que tales fervor, austeridad y penitencia tuvieron sus eclipses o caídas, algunas censurables, no sólo ante la rígida moral cristiana, sino ante la más ancha del mundo, pues parece que Lope, además de permitirse devaneos, ayudaba a los de sus amigos y protectores.

Lo que nunca sufrió eclipse fué su fecundidad literaria, ni tampoco el aprecio universal que se le profesaba. Lope es de los hombres que han bebido hasta poder hartarse el cáliz de la popularidad. El Papa Urbano VIII escribíale de su puño y letra confiriéndole el hábito de San Juan y la dignidad de intendente honorario de la Cámara Apostólica. El rey hacía detener en la calle su carroza para ver pasar a Lope. Y todos los transeuntes se paraban, y o le saludaban respetuosamente, o le señalaban con el dedo diciendo: ¡Ahí va Lope! o ¡Ese es Lope! Los grandes se disputaban su trato y amistad, y se hizo frase vulgar para ponderar cualquier cosa extraordinaria por lo grande, decir: eso parece cosa de Lope de Vega, o es como si fuera de Lope de Vega. El gran poeta recibía este homenaje constante con afabilidad cariñosa, sin parecer infatuado, como si se le debiera por derecho, y era un hombre sencillo, como todos los hombres verdaderamente superiores, con algo o mucho de niño, pronto a enfadarse si algo le contrariaba, y a desenojarse más pronto todavía; absolutamente incapaz de rencor, pues no se le podría en el cuerpo lo que le molestaba, e inmediatamente se desahogaba con alguna pulla punzante; bondadoso y cariñoso con todos, grandes y pequeños. Vivía en una casita propia con su jardín, que regaba y cuidaba él mismo, y en el último período de su vida iba mucho a las Trinitarias a visitar a su hija Marcela, a quien quería entrañablemente. Acostumbraban las monjas en ciertas festividades del año, verbigracia, Nochebuena, ofrecer al Niño Jesús versos compuestos por ellas o por amigos del convento. Lope hizo varias de aquellas poesias devotas. Hacía también obras de caridad, y en su calidad de congregante de los

presbíteros naturales de Madrid, se le vió hartas veces acompañar entierros de pobres.

El 25 de Agosto de 1635, a los setenta y tres años de edad, murió Lope de Vega. Su entierro fué la mayor manifestación de este género que se

(Fot. "Nuevo Mundo".) MADRID.-Monumento a Lope de Vega.

había visto en Madrid nunca. Suspendiéronse todos los negocios, los vecinos pusieron paños negros en las fachadas de las casas; puede decirse que nadie, alto ni chico, se quedó en la suya, y la muchedumbre que siguió al féretro, o formada en alas vió pasar el cortejo, excedió a toda ponderación. Los funerales duraron nueve días. Y a medida que la noticia del fallecimiento iba llegando a Francia, a Italia, a todas las naciones de Europa, resonaban en todas partes los más estupendos elogios, porque la fama de Lope era universal, y hasta en el serrallo de Constantinopla se habían representado sus comedias. El italiano Pablo Franchi, por ejemplo, po

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nía en labios de Apolo este singular edicto, recibido con aplauso por todos los poetas: Que cuantos de aquí en adelante tengan la intención de escribir comedias, presten juramento de imitar siempre el estudio y de observar los preceptos del grande, del ilustre, del incomparable Lope de Vega... Ninguna obra será admitida en el teatro si su autor no ha recibido con ante

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