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a que probablemente pertenece el estribillo ¡Ay de mi Alhama! Tal como conocemos el romance, es de legítima cepa castellana:

Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.
"¡Ay de mi Alhama!“
Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada:
las cartas echó en el fuego,
y al mensajero matara.
"¡Ay de mi Alhama!"
Descabalga de una mula,
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba

subido se había al Alhambra.

"¡Ay de mi Alhama!"

Como en el Alhambra estuvo,

al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
"¡Ay de mi Alhama!“
Y que las cajas de guerra
apriesa toquen al arma,
porque lo oigan sus moros,
los de la Vega y Granada.
"¡Ay de mi Alhama!“

Los moros que el son oyeron

que al sangriento Marte llama,

uno a uno y dos a dos
juntado se han en batalla.
"¡Ay de mi Alhama!"

Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
- ¿Para qué nos llamas, Rey,
para qué es esta llamada? —
"¡Ay de mi Alhama!"

- Habéis de saber, amigos,

una nueva desdichada:
que cristianos de braveza

ya nos han ganado Alhama.

"¡Ay de mi Alhama!“

Allí habló un alfaqui

de barba crecida y cana:

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Boabdil entregando las llaves de Granada a los Reyes Católicos.
(Fragmento de retablo de la Capilla Real, en la Catedral de Granada).

Fot. Laurent.

B) De los romances que siguen es difícil o imposible determinar hasta qué punto haya llegado a nosotros la primitiva lección, o estén más o menos alterados por los poetas posteriores, y especialmente por Pérez de Hita. De lujosa dicción es el trozo conservado por éste del romance de Boabdil, preso en la batalla de Lucena (21 Abril 1483). La salida del Rey Chico de Granada es magnífica:

Por esa puerta de Elvira Sale muy gran cabalgada ¡Cuánto del hidalgo moro!

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¡Cuánta de la yegua baya!
¡Cuánta de la lanza en puño!
¡Cuánta de la adarga blanca!
¡Cuánta de marlota verde!
¡Cuánta aljuba de escarlata!
¡Cuánta pluma y gentileza!
¡Cuánto capellar de grana!
¡Cuánto bayo borcegui!
¡Cuánto lazo que le esmalta!
¡Cuánto de la espuela de oro!
¡Cuánta escritura de plata!
Toda es gente valerosa
Y experta para batalla,
En medio de todos ellos
Va el Rey Chico de Granada.
Míranlo las damas moras
De las torres del Alhambra.
La Reina mora, su madre,

De esta manera le habla:

- Alá te guarde, mi hijo,

Mahoma vaya en tu guarda...

C) Por la música se ha conservado el romance del sitio de Baza, que no consta en ninguno de los Romanceros, y que tiene grandeza épica:

Sobre Baza estaba el rey,
Lunes después de yantar,
Miraba las ricas tiendas

Que estaban en el real.
Miraba las huertas grandes
Y miraba el arrabal.
Miraba el adarve fuerte
Que tenía la ciudad.
Miraba torres espesas
Que no las puede contar.
Un moro tras una almena
Comenzóle de fablar:

- Vete de aquí, el rey Fernando,
Non querrás aquí envernar,

Que los fríos de esta tierra

No lo podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
Mil vacas para salar;

Veinte mil moros hay dentro,

Todos de armas tomar,

Ochocientos de caballo

Para el escaramuzar,

Siete caudillos tenemos

Tan buenos como Roldán.
Juramento tienen fecho:

Antes morir que se dar.

D) Faltan romances de muchos de los principales sucesos de la guerra. El héroe de aquella epopeya, que fué el marqués de Cádiz, apenas es citado en los cantos populares, que, en cambio, ensalzan a su hermano Don Manuel Ponce de León; y del maestre de Calatrava D. Rodrigo Girón, gloriosamente muerto en los campos de Loja (5 Julio 1482), a los veintisiete años, cuando aún no había podido distinguirse como capitán, hacen un personaje principal, alargándole la vida hasta el fin de la guerra y colgándole hazañas que no se realizaron nunca, como la de haber atravesado con su lanza la ferrada puerta Elvira. Uno de los romances del Maestre tiene eco directo y poderoso en la moderna época romántica:

¡Ay Diɔs que buen caballero

El maestre de Calatrava!
¡Oh cuán bien corre los moros
Por la vega de Granada,
Con trescientos caballeros,
Todos con cruz colorada,
Desde la puerta del Pino
Hasta la Sierra Nevada!
Por esa puerta de Elvira
Arrojara la su lanza:
Las puertas eran de hierro.
De banda a banda las pasa,
Que no hay moro tan fuerte
Que a demandárselo salga...

Otro romance dice:

Con su brazo arremangado
Arrojara la su lanza.

Cada día mata moros,

Cada día los mataba,

Vega abajo, vega arriba,

¡Oh, cómo los acosaba!

Hasta a lanzadas metellos

Por las puertas de Granada...

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