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XXII.

Con ansia extrema de mirar qué tiene Vuestro pecho escondido allá en su centro, Y ver si à lo de fuera lo de dentro En apariencia y ser igual conviene,

En él puse la vista; mas detiene

De vuestra hermosura el duro encuentro
Mis ojos, y no pasan tan adentro,
Que miren lo que el alma en si contiene.
Y así, se quedan tristes en la puerta
Hecha por mi dolor con esa mano,
Que aun á su mismo pecho no perdona;
Donde vi claro mi esperanza muerta,
Y el golpe que os hizo amor en vano
Non esservi passato oltra la gonna (41).

XXIII.

En tanto que de rosa y azucena
Se muestra la color en vuestro gesto,
Y que vuestro mirar ardiente, honesto,
Enciende el corazon y lo refrena (42);

Y en tanto que el cabello, que en la vena
Del oro se escogió, con vuelo presto,
Por el hermoso cuello blanco enhiesto,
El viento mueve, esparce y desordena;

Coged de vuestra alegre primavera El dulce fruto, antes que el tiempo airado Cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado (43), Todo lo mudará la edad ligera,

Por no hacer mudanza en su costumbre.

XXIV.

A la marquesa de Padula, doña María de Cardona.

Ilustre honor de! nombre de Cardona,
Décima moradora del Parnaso,
A Tansilo, á Minturno, al culto Taso
Sugeto noble de inmortal corona;

Si en medio del camino no abandona
La fuerza y el espirtu á vuestro Laso,
Por vos me llevará mi osado paso
A la cumbre dificil de Helicona.

Podré llevar entonces sin trabajo

Con dulce son que el curso al agua enfrena,
Por un camino hasta agora enjuto,

El patrio celebrado y rico Tajo,
Que del valor de su luciente arena
A vuestro nombre pague el gran tributo.

XXV.

¡Oh hado ejecutivo en mis dolores,
Cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste el árbol con manos dañosas,
Y esparciste por tierra fruta y flores.
En poco espacio yacen los amores
Y toda la esperanza de mis cosas,
Tornados en cenizas desdeñosas,
Y sordas á mis quejas y clamores.

Las lágrimas que en esta sepultura
Se vierten hoy en dia y se vertieron
Recibe, aunque sin fruto allá te sean,

Hasta que aquella eterna noche escura Me cierre aquestos ojos que te vieron, Dejándome con otros que te vean.

XXVI.

Echado está por tierra el fundamento

Que mi vivir cansado sostenia.

¡Oh cuánto bien se acaba en solo un dia! (44)

(41) Verso de una cancion de Petrarca.

(42) Así apunta este verso el Brocense, así lo pone Herrera, asi Tamayo; Azara escribe, siguiendo á Ulloa :,

Con clara luz la tempestad serena.

(43) Tamayo cree que estaria mejor viento alado en vez de helado. (44) ¡Oh cuánto se acabó en un solo dia!-Texto de Tamayo.

Oh cuántas esperanzas lleva el viento!

Oh cuán ocioso está mi pensamiento Cuando se ocupa en bien de cosa mia! A mi esperanza, así como á baldía, Mil veces la castiga mi tormento.

Las mas veces me entrego, otras resisto
Con tal furor, con una fuerza nueva,
Que un monte puesto encima romperia.
Aqueste es el deseo que me lleva

A que desee tornar á ver un dia
A quien fuera mejor nunca haber visto.

XXVII.

Amor, amor, un hábito he vestido Del paño de tu tienda, bien cortado; Al vestir le hallé ancho y holgado', Pero despues estrecho y desabrido (45). Despues acá de haberlo consentido, Tal arrepentimiento me ha tomado, Que pruebo alguna vez, de congojado, A romper deste paño este vestido (46). Mas ¿quién podrá deste hábito librarse, Teniendo tan contraria su natura, Que con él ha venido á conformarse?

Si alguna parte queda por ventura De mi razon, por mí no osa mostrarse; Que en tal contradicion no está segura.

XXVIII.

Boscan, vengado estáis, con mengua mia,
De mi rigor pasado y mi aspereza,
Con que reprehenderos la terneza
De vuestro blando corazon solia.
Agora me castigo cada dia

De tal selvatiquez y tal torpeza;
Mas es á tiempo que de mi bajeza
Correrme y castigarme bien podria.

Sabed que en mi perfecta edad y armado,
Con mis ojos abiertos me he rendido
Al niño que sabeis, ciego y desnudo.
De tan hermoso fuego consumido
Nunca fué corazon. Si preguntado
Soy lo demás, en lo demás soy mudo.

XXIX.

Imitacion de Marcial (47).

Pasando el mar Leandro el animoso, En amoroso fuego todo ardiendo, Esforzó el viento, y fuese embraveciendo El agua con un impetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso, Contrastar á las ondas no pudiendo, Y mas del bien que allí perdia muriendo, Que de su propia muerte congojoso, Como pudo esforzó su voz cansada, Y á las ondas habló desta manera (Mas nunca fué la voz dellas oida):

(45) Herrera, siguiendo ediciones antiguas, pono:

Amor, amor, un hábito vesti,

El cual de vuestro paño fue cortado.
Al vestir ancho fué mas apretado,
Y estrecho cuando estuvo sobre mí.

(46) El texto de ediciones primitivas, seguido por Herrera, dice:

Despues acá de lo que consentí,

Tal arrepentimiento me ha tomado,
Que pruebo alguna vez, de congojado,
A romper esto en que yo me meti.

Tamayo afirma que en un manuscrito del Escorial se leia este último verso:

A romper de tu paño este vestido;

lo cual queria enmendar, diciendo:

A romper este paño, este vestido.

(47) Ulloa no pone este soneto ni los demás que siguen.

La edicion de las obras de Boscan y GARCILASO hecha en Anvers por Pedro Bellro, en 1576, hace à aquel poeta autor de este sone→ to, colocándolo antes de la fábula de Leandro y Hero.

En la impresion de Barcelona de 1554 se encuentra à la cabc

GARCILASO DE LA VEGA.

Ondas, pues no se excusa que yo muera,

Africa se aterró de parte á parte.

Dejadme allá llegar, y á la tornada (48)

Vuestro furor ejecutá en mi vida.»

XXX.

Sospechas, que en mi triste fantasía Puestas, haceis la guerra á mi sentido, Volviendo y revolviendo el afligido Pecho, con dura mano, noche y dia ; Ya se acabó la resistencia mia Y la fuerza del alma; ya rendido Vencer de vos me dejo, arrepentido De haberos contrastado en tal porfia. Llevadme á aquel lugar tan espantable, Que por no ver mi muerte allí esculpida, Cerrados hasta aquí tuve los ojos.

Las armas pongo ya; que concedida No es tan larga defensa al miserable; Colgad en vuestro carro mis despojos.

XXXI.

Dentro de mi alma fué de mí engendrado
Un dulce amor, y de mi sentimiento
Tan aprobado fué su nacimiento
Como de un solo hijo deseado;

Mas luego nació dél quien ha estragado
Del todo el amoroso pensamiento;
En áspero rigor y en gran tormento
Los primeros deleites ha trocado (49).

¡Oh crudo nieto, que das vida al padre Y matas al abuelo! ¿por qué creces Tan desconforme à aquel de que has nacido? ¡Oh celoso temor! ¿á quién pareces? ¡Que aun la invidia, tu propia y fiera madre, Se espanta en ver el monstro que ha parido!

XXXII.

Mi lengua va por do el dolor la guia; Ya yo con mi dolor sin guia camino; Entrambos hemos de ir con puro tino, Cada uno á parar do no queria,

Yo, porque voy sin otra compañía, Sino la que me hace el desatino; Ella, porque la lleve aquel que vino A hacella decir mas que querria.

Y es para mí la ley lan desigual,

Que aunque inocencia siempre en mi conoce, Siempre yo pago el yerro ajeno y mio.

¿Qué culpa tengo yo del desvario De mi lengua, si estoy en tanto mal, Que el sufrimiento ya me desconoce? (50)

XXXIII.

A Boscan desde la Goleta.

Boscan, las armas y el furor de Marte,
Que con su propia sangre el africano
Suelo regando, hacen que el romano
Imperio reverdezca en esta parte,

Han reducido á la memoria el arte

Y el antiguo valor italiano,

Por cuya fuerza y valerosa mano

za dei libro con este epígrafe: Soneto de GARCILASO, que se olvido roner à la fin con sus obras.

(48) Lope, despues de citar en su novela Las fortunas de Diana el verso, Ondas pues no se excusa que yo muera, dice:

Yaquí de paso advierta vuestra merced que á muchos ignorantes que piensan que saben espanta que con tales vocablos se dé á GARCILASO el nombre de príncipe de los poetas en España. Tornada y otros vocablos que se ven en sus obras era lo que se usaba entonces; y así, ninguno de esta edad debe bachillerear tanto, que le parezca que si GARCILASO naciera en esta no usara gallardamente de los aumentos de nuestra lengua..

(49) Sigo el texto de Herrera; Tamayo, Gracian y Azara dicen: Los primeros deleites ha tornado.

(50) Tamayo cree que no es de GARCILASO este soneto. Herrera debió creer lo mismo, pues no lo incluye en su edicion. Sanchez lo tiene por téntico, y lo mismo Azara.

Aquí donde el romano entendimiento, Donde el fuego y la llama licenciosa Solo el nombre dejaron á Cartago,

Vuelve y revuelve amor mi pensamiento, Hiere y enciende el alma temerosa, Y en llanto y en ceniza me desbago.

XXXIV.

Gracias al cielo doy que ya del cuello
Del todo el grave yugo he sacudido,
Y que del viento el mar embravecido
Veré desde la tierra sin temello.

Veré colgada de un sutil cabello
La vida del amante embebecido
En su error, y en su engaño adormecido,
Sordo á las voces que le avisan dello.
Alegrárame el mal de los mortales (51);
Mas no es mi corazon tan inhumano
En aqueste mi error como parece,
Porque yo huelgo, como huelga el sano,
No de ver å los otros en los males,
Sino de ver que dellos él carece.

XXXV.

A Mario Galeota.

Mario, el ingrato amor, como testigo
De mi fe pura y de mi gran firmeza,
Usando en mí su vil naturaleza,
Que es hacer mas ofensa al mas amigo;

Teniendo miedo que si escribo y digo
Su condicion abato su grandeza (52),
No bastando su esfuerzo á su crueza,
Ha esforzado la mano á mi enemigo.

Y así, en la parte que la diestra mano
Gobierna y en aquella que declara
Los concetos del alma, fuí herido (53).

Mas yo haré que aquesta ofensa cara
Le cueste al ofensor, ya que estoy sano (34),
Libre, desesperado y ofendido.

XXXVI.

A la entrada de un valle, en un desierto, Do nadie atravesaba ni se via,

Vi que con estrañeza un can bacia
Extremos de dolor con desconcierto;
Agora suelta el llanto al cielo abierto,
Ora va rastreando por la via;
Camina, vuelve, para, y todavía
Quedaba desmayado como muerto.

Y fué que se apartó de su presencia
Su amo, y no le hallaba, y esto siente:
Mirad hasta dó llega el mal de ausencia.

Movióme á compasion ver su accidente; Dijele lastimado: «Ten paciencia, Que yo alcanzo razon, y estoy ausente (55).►

XXXVII.

Estoy contino en lágrimas bañado, Rompiendo siempre el aire con sospiros;

Y mas me duele el no osar deciros

Que he llegado por vos á tal estado,

Que viéndome do estoy y lo que he andado Por el camino estrecho de seguiros,

(51) Asi pone este verso Azara; Mayans en su Retórica lo escribe así: Alegraráme el mal de los mortales.

(52) Asi Tamayo y Azara. Herrera pone:

Teniendo miedo que si escribo ó digo Su condicion, abajo su grandeza. (53) El conceto del alma, fuf herido. - Texto de Herrera. (54) Le cueste al ofensor; que ya ostoy sano.-Id.

(55) No debió tener Herrera por de GARCILASO este soneto. Tamayo, siguiendo á Sanchez, y á mas Gracian y Azara, lo tienen por del mismo autor.

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Si me quiero tornar para huiros,
Desmayo viendo atrás lo que he dejado;
Y si quiero subir á la alta cumbre,
A cada paso espántanme en la via
Ejemplos tristes de los que han caido.
Sobre todo, me falta ya la lumbre
De la esperanza, con que andar solia
Por la escura region de vuestro olvido.

XXXVIII.

Culpa debe ser quereros,

Segun lo que en mi haceis;
Mas allá lo pagaréis,
Do no sabrán conoceros,
Por mal que me conoceis.

Por quereros, ser perdido
Pensaba, que no culpado;
Mas que todo lo haya sido
Así me lo habeis mostrado,
Que lo tengo bien sabido.

¡Quién pudiese no quereros

Tanto como vos sabeis,

Por holgarme que pagueis

Lo que no han de conoceros
Con lo que no conoceis!

OTRA.

Yo dejaré desde aquí
De ofenderos mas hablando;
Porque mi morir callando
Os ha de hablar por mí (2).

Gran ofensa os tengo hecha

Hasta aquí en haber hablado,

Pues en cosa os he enojado

Que tampoco me aprovecha.

Derramaré desde aquí

Mis lágrimas no hablando;
Porque quien muere callando
Tiene quien hable por sí.

Á UNA PARTIDA.

Acaso supo, á mi ver,
Y por acierto quereros,
Quien tal hierro fué á hacer,
Como partirse de veros
Donde os dejase de ver.

Imposible es que este tal,
Pensando que os conocia,
Supiese lo que bacia,

CANCIONES.

(56) Sanchez y Tamayo tienen por de GARCILASO este soneto.

Herrera y Azara lo omiten en sus colecciones. Yo lo tengo por in-
digno de GARCILASO.

(1) En un manuscrito de Iriarte tiene este epígrafe :

A doña Isabel Freyra, porque se casó con un hombre fuera de su
condicion.

(2) Sé que os ha de hablar por mí,—Texto de Tamayo,

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COPLA SOBRE ESTE VILLANCICO.

¿Qué testimonios son estos Que le quereis levantar? Que no fué sino bailar.

¿Esta tienen por gran culpa? No lo fué á mi parecer, Porque tiene por disculpa Que lo hizo la mujer. Esta le hizo caer, Mucho mas que no el saltar Que hizo con el bailar (8).

(8) Segun se ve en las obras de Boscan, esta copla fué escrita & don Luis de la Cueva porque bailó en palacio con una dama que llamaban la Pájara. Tambien escribieron al mismo asunto Boscan, el duque de Alba, el prior de San Juan, don Hernando Alvarez de Toledo, el clavero de Alcántara, don Luis Osorio, don García de Toledo, Gutierre Lopez de Padilla y el marqués de Villafranca: todos glosando el villancico.

GARCIAE LASI DE LA VEGA

AD FERDINANDUM DE ACUÑA.

EPIGRAMMA.

Dum Reges, Fernande, canis, dum Caesaris altam
Progeniem nostri, claraque facta ducum,
Dum hispana memoras fractas sub cupide gentes,
Obstupuere homines, obstupuere Dii;
Extollensque caput sacri de vertice Pindi
Calliope blandis vocibus haec retulit:
Macte puer, gemina praecinctus tempora lauro,
Qui nova nunc Martis gloria solus eras,
Haec tibi dat Bachusque pater, dat Phoebus Apollo;
Nympharumque leves, castalidumque chori,
Ut, quos divino celebrasti carmine Reges,

Teque simul curvà qui canis alma lyrå,
Saepe legant, laudent, celebrent post fata nepotes:
Nullaque perpetuos nox fuget atra dies (9).

(9) Hállase este epigrama en la traduccion de El Caballero determinado, hecha por Acuña. (Anvers, 1553; Salamanca, 1373; Anvers, 1591, etc.)

FIN DE LAS POESÍAS DE GARCILASO DE LA VEGA.

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En CETINA, cuanto á los sonetos particularmente, se conoce la hermosura y gracia de Italia; y en número, lengua, terneza y afectos ninguno le negará lugar con los primeros; mas fáltale el espíritu y vigor, que tan importante es en la poesía; y así, dice muchas cosas dulcemente, pero sin fuerzas. Y paréceme que se ve en él y en otros lo que en los pintores y maestros de labrar piedra y metal, que afectando la blandura y policía de un cuerpo hermoso de un mancebo, se contentan con la dulzura y terneza, no mostrando alguna señal de nervios y músculos, como si no fuese tanto mas diferente y apartada la belleza de la mujer de la hermosura y generosidad del hombre, que cuanto dista el rio Ipanis del Eridano; porque no se ha de enternecer y humillar el estilo de suerte que le fallezca la vivacidad y venga á ser todo desmayado y sin aliento, aunque CETINA muchas veces, ó sea causa la imitacion ó otra cualquiera, es tan generoso y lleno, que casi no cabe en sí. Y si acompañara la erudicion y destreza del arte al ingenio y trabajo, y pusiera intencion en la fuerza como en la suavidad y pureza, ninguno le fuera aventajado.

DE DON DIEGO DE SAAVEDRA FAJARDO.
(En la República Literaria.)

Casi en aquellos tiempos floreció CETINA, afectuoso y tierno; pero sin vigor ni nervio (1).

(1) Así en este juicio de CETINA, como en el de Garcilaso y Hurtado de Mendoza, siguió Saavedra Fajardo á Fernando de Herrera.

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