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GARCILASO. Casó esta señora con don Antonio Portocarrero y de la Vega, hijo primogénito del conde de Palma. Don Lorenzo, el postrero, heredó el ingenio paterno y tristemente se malogró en edad temprana, pues habiendo sido desterrado á Oran en castigo de cierto dicho satírico, la muerte en el camino heló los labios para siempre de este hijo, que aunque no legítimo de GARCILASO, por el talento no desmentia á su generoso progenitor ni era indigno de la proteccion del célebre cbispo don Antonio Agustin.

Hallóse GARCILASO en el socorro de Viena contra Soliman (1532) y en la toma de la Goleta. A la vista de Túnez (1535) peleó como buen caballero en el ejército que Cárlos V dirigió en persona para castigar la temeridad de Barbaroja, terror del cristianismo y orgullo de las lunas otomanas. Cercado de muchedumbre de moros en una escaramuza, fué herido de dos lanzadas, una en la boca y otra en el brazo derecho. Federico Carrafa, napolitano, acudió en su socorro con valerosa tropa, que salvó de la esclavitud ó de la muerte al príncipe de los poetas castellanos. El mismo Emperador se aventuró en esta empresa, llevado del deseo de que GARCILASO no fuese despojo de sus enemigos.

El cuidado de sus heridas en los campos donde la gran Cartago tuvo su asiento le ocasionó otra mayor, y si bien no mortal, tristísima en los efectos. Encendido en amores de una señora á quien él llamó en sus versos Sirena del mar napolitano, ni el estruendo de las armas, ni los padecimientos del cuerpo, ni la gloria adquirida en jornada tan memorable, consiguieron apartar de su violenta pasion aquel ánimo que en la guerra no parecia apto para los sentimientos delicados, ni en las delicias del amor apto para los trabajos ó el esfuerzo que reclama la guerra.

En Nápoles, adonde se encaminó, siguiendo el objeto á quien amaba, dió motivos á que el Emperador desease alejarlo de una ciudad toda peligros para GARCILASO. Una ocasion se presentó á Cárlos para conseguir con pretexto verosímil su principal objeto. Habiendo GARCILASO favorecido á un sobrino suyo para ser secreto galan de palacio sirviendo á doña Isabel de la Cueva, dama entonces de la Emperatriz, y esposa despues del conde de Santi-Estéban, Cárlos V lo envió á una isla que forma el Danubio para que llorase en ella sus errores (1).

Levantado el destierro, desempeñó con la honra que de él debia esperarse una empresa que le confió el Emperador. Cierta señora napolitana se veia afligida porque uno de sus parientes, deseoso de usurparle sus estados, se entraba en ellos con las fuerzas bastantes á oprimirlos.

GARCILASO, con poderes de Cárlos V, puso á raya la soberbia de este caballero, dejando en quieta posesion de sus tierras á la señora que con legítimo derecho las habia heredado. En vez de tomar la vuelta de Nápoles, se dirigió á Roma, donde el Emperador ya se encontraba. En el camino, yendo solo en compañía de un su escudero, fué asaltado cerca de Veletri por unos foragidos que en las selvas tenian albergue. Defendióse GARCILASO cual cumplia á su valor, ahuyentando á los malhechores, despues de castigarlos ó con la muerte ó con heridas peligrosas, y libertando á su escudero, á quien dejaron desnudo y colgado de un árbol (2).

tantino Ponce de la Fuente. Es fama que Cárlos V al saber en Yuste ambas prisiones, dijo: «Si Constantino es hereje, será gran bereje. » Y hablando de fray Domingo de Guzman, exclamó : «A ese por bobo le pueden prender.> Si este fué el autor de los versos contra fray Luis de Leon, nunca anduvo en sus juicios mas acertado aquel gran conquistador de Europa.

(1) Creo que Ticknor, en su Historia de la literatura española, se engaña cuando afirma que los amores del sobrino de GARCILASO acaecieron en Viena, y no en Italia. Todos los escritores españoles que hablan de este suceso dicen lo que se ve en el texto.

(2) No sé si esta aventura es encarecimiento poético de don Luis Zapata, autor del Carlo famoso. Véanse algunas de las octavas en donde este suceso se describe:

Y contaré una cosa en mis poesías
Que acacció á GARCILASO en estos días.

Cuando el Emperador, como he contado,
De Nápoles partió, él estaba ausente,
Que con una dueña él le habia enviado
A le emendar un tuerto alegremente,

Y ansí, se quedó atrás; él fué de grado,

Y de un mal caballero su pariente,
Que le entraba en su tierra á su despecho,
Le dió á su gran peligro su derecho;

De que muy mal herido, en casa della
Ocho ó diez días pasó en curar sus llagas;
Mas, siguiendo de Carlo la querella,
Partió aun no bien guarido de sus llagas;
Entró en la via de Roma, ni de aquella
No quiso recibir mas otras pagas
Que un caballo por otro, en tal andanza
Muerto, y por una rota all otra lanza ;
La cual dando á llevará su escudero,
Se metió en el camino él adelante,
En que hubo los albergues pasajero
Que suele haber un caballero andante:

En 1536 fué la desdichada jornada de Provenza. Cárlos V asistió en ella con su ejército, y en él Garcilaso de la VEGA Como maestre de campo. Cerca de la villa de Frejus, al volverse los imperiales à Italia, hallaron una torre defendida por cincuenta arcabuceros franceses segun unos, ó trece villanos segun otros. Cárlos mandó batirla. Abierta una brecha, GARCILASO, que se hallaba sin casco, tomó el de un soldado, y embrazando la rodela, empezó á subir por una de las escalas arrimadas á la torre, seguido así de don Antonio Portocarrero de la Vega, yerno que fué luego suyo, como de un capitan de infantería española. Una gran piedra le hirió en la cabeza con la rodela misma que llevaba, haciéndole descender al foso y arrastrando en su caida á los dos que animosamente le seguian.

Carlos, indignado, mandó asaltar con mas vigor la torre, y á don Luis de la Cueva que, despues de ahorcar á los que la defendian, la arrasase para que permaneciese su memoria con la del castigo. Bien quisiera don Luis perdonar á todos menos á los dos ó tres mas culpados en la resistencia; pero las órdenes del Emperador fueron cumplidas (1).

Unas veces sin cama, otras recuero
Al lado, otras de cosas abundante;
Tal vez mirando al norte y al sereno,
Teniendo sus caballos por el freno.

Dicho esto, despidióse cortesmente,
Y prosiguió cada uno su camino,
Y la noche de aquel y el dia siguiente
A albergar á una pobre venta vino,
Donde el huésped supo juntamente
(Que con la doncella él tambien convino)
Qu'el peligro del mundo mayor era
Proseguir y andar solo esta carrera.

No la deja por eso, ni mas mira
Que aquel en cuyo pecho no entra miedo,
Del cual otro mejor nunca á la mira
Nasció en las altas cumbres de Toledo;
Mas, en rayando el sol, por su via tira

Su escudero, en quien no hay tanto denuedo;
Caminando por sitio de tal suelo,

Erizado llevaba y alto el pelo.

Pues un dia entre Velitre atravesando,

De las selvas propincuas y vecinas,

Sa escudero de aquesto le avisando,
Salir humos vió sobre las encinas;
De acá y de allá los bosques resonando,
Oyo chillos y cuernos y bocinas,
Que parescia el rumor qu'en torno oian
Que los bosques del todo se hundian,
Como cuando algun oso los monteros
O algun jabalí ven de las armadas,
Que á los otros señal por los oteros
Dan con cuernos y chiflos y ahumadas;
Así los crudos salteadores fieros,
Viendo por las florestas tan dudadas
A GARCILASO entrar con vocería,
Conciertan como ois la montería.

Se juntan en un llano, y muy armados
Vienen á le buscar mas de trecientos,
Con tal desorden Bara ensañados,
Que beber casi se querian los vientos;
Su lanza echa en el ristre sin cuidados
De ver venir á tantos tan hambrientos;
Parte firme en la silla el caballero,
Y se aparta á mirarlo su escudero.

Como suele un cañon por la apretada
Gente de un escuadron entrar por medio,
A cuál tiende, á cuál mal descalabrada
La cabeza le deja sin remedio;
Pues GARCILASO allí, su lanza echada

En el ristre, así entró de golpe en medio,
Mató uno y tendiö tres, y extrañamente
Dejó de sí heridos mas de veinte.
Y sin qu'él en el fin de la carrera

Espere á revolver peloteando,

Revuelve mas que una onza muy ligera,
Su reluciente espada desnudando;
Con la que á aquel y aqueste de manera
Pasa, hiende y deshace golpeando,
Qu'ellos ya vian que no se les hacia
Como pensado habian la montería.

Ni le podia empecer mas esta gente,
Que ya allegar á él nadie se osaba,
Que à la barba de Atlante, alto y valiente,
El mar que con tormenta al pié le lava;

El á unos los hendia hasta la frente,

Y las cabezas á otros les quitaba,

Y á otros partia por medio en la apretura,

O desde arriba al pié ó por la cintura.

Y los hacia quedar puestos encima
De los caballos aun por la pretina;
Que á su espada, que baja con tal clima,
No le impide ni arnés ni capellina;
Vuelan brazos y manos por encima,
Y así la gente ruin vino à ruina,
Y con nueva virtud á golpes fieros
Se libró destos lobos carniceros.

Que las espaldas vueltas entre tanto
El, que de quedar vivo hubo ventura,
Se dan á huir dél todos con espanto,
Procurando esconderse en la espesura;
El rostro alzó pues GARCILASO un tanto,
Que de seguir ya aquellos no se cura,
Y desnudo, sin mas ropa que el cuero,
Vió estar de un pié colgado á su escudero.

Fué allá con su caballo, y descolgado,
Le dió de uno de aquellos un vestido;
Así GARCILASO, esto que he contado
Le acaesció en el camino referido ;
Y con grandes rebatos asaltado,
Aunque dellos mas no fué acometido,
Llegó en salvo, con fama y sin carcoma,
Donde el Emperador estaba en Roma.

(1) Herrera, Tamayo de Várgas, Cienfuegos y Zapata. Este último describe así en su poema la muerte de GAR

CILASO:

Y así, con gran enojo luego manda
Que se combata aquel turrion roquero;
Pusiéronle dos piezas, y á una banda
Le hicieron en medio un agujero ;
Estaba esto mirando á cada banda
Mucho señor, soldado y caballero,
Y en una rueda de alta compañía
GARCILASO batir la torre habia.

Y burlándose, dijo: «Desdichado
Será el qu'en una empresa tan vil muera..
Lo oyó la hada, el diablo, el caso, el bado,

Y corrió á tomar luego la tijera:

Corrió luego un mormullo, que enojado

Recibió & GARCILASO en sus brazos uno de los mas leales de sus amigos, el marqués de Lombay, que mas tarde renunció su titulo por el hábito de jesuita y alcanzó de la Iglesia católica veneracion bajo el nombre de san Francisco de Borja. Del lugar de tan infeliz suceso este varon lo hizo trasladar á Niza, donde, asistido de los médicos del Emperador y visitado del Emperador mismo, GARCILASO no pudo vencer lo mortal de sus heridas. Antes de rendir el último aliento aun pudo llorar con dulce voz sus desengaños en aquel soneto que empieza :

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
Dulces y alegres cuando Dios queria.

En brazos del marqués de Lombay, y á los veinte y un dias despues del golpe segun unos, ó å los diez y siete segun otros, espiró, dejando en la mas grande afliccion á cuantos tuvieron la ventura de conocerlo. Fué depositado su cadáver en Santo Domingo de Niza. Su esposa, doña Elena de Zúñiga, hallábase en Toledo, y no bien supo el triste fin de su amado consorte dispuso trasladar sus cenizas á San Pedro Mártir de Toledo, donde estaba el sepulcro de los señores de Batres. En 1538 guardó una misma tumba los despojos de GARCILASO y del hijo que heredó con su nombre su desdicha.

Fué GARCILASO amigo de muchos de los hombres mas ilustres de aquel siglo, tales como el célebre protestante español Juan de Valdés (1), de Hernando de Acuña, de Bembo, de Transillo y de Juan Boscan, cuyo gusto literario siguió enteramente. El embajador de Venecia, Andrea Navagiero, habiendo conocido á Boscan, le indujo á escribir en lengua castellana sonetos y canciones à la manera de Italia. Hizolo así este poeta; pero sus composiciones en este género son de tan poco valor, que por sí solas jamás hubieran logrado dar una nueva forma á la poesía española. Sus ensayos no habrian tenido imitadores, como no los tuvo el marqués de Santillana y algunos que antes de él escribieron trovas al itálico modo. GARCILASO merece el titulo de fundador de la escuela artística de nuestra poesía. Su nombre suele correr unido al de Boscan, mas no porque en merecimientos haya igualdad perfecta, sino por accidente. La viuda de Boscan, que halló entre los papeles de su esposo algunos versos de GARCILASO, no quiso que se escondiesen en el olvido.

Rugia el Emperador en gran manera
De que, batida así de un solo encuentro,
No hubiesen á la torre entrado dentro.
Y así, escalas pedidas con voz clara,
Fueron por todo el campo encontinente;
GARCILASO, cual si esto le tocara,
Por ser maese de campo de su gente,
De la rueda movió, y puso la cara
En subir á la torre osadamente;
Teníanle sus amigos abrazado,
Porque le vian qu'estaba desarmado.

Soltóse, y corrió allá y subió ligero
Por la escala que al muro se arrimaba,
Tomando una ruin gorra antes de acero
De un su soldado acaso que pasaba;
Llegaba casi al escalon postrero,
Cuando una grande almena que bajaba,
Con gran dolor del campo allí presente,
Le envió mortal á tierra finalmente.

La fama, qu'estas cosas trae y lleva,
De GARCILASO el caso esparce y suena;
Pues ¿quién ahora será que dé esta nueva
A su querida esposa doña Elena ?
Cómo ella supo el caso desta prueba
Para otro tiempo lo dirá mi vena;

Que no conviene que ahora, á aquesto atento,
De su ordenado curso saque el cuento.
Pasó de allí el ejército, y poniendo
Lo que convenia ir con su persona,
De Génova á la mar Carlo saliendo
Con su armada, á parar fué á Barcelona,
Y fué á Valladolid, donde atendiendo

Era la emperatriz con su corona,
Donde fué rescebido en aquel dia,
Que no podré decir tanta alegría.

Y juntamente cuantos por los mares
Con su rey victorioso acá volvieron,
De que unos á Sevilla, á sus lugares
Otros, y á Toledo aun otros se fueron;
Humean con el encienso los altares,

Y á los templos de Dios mil dones dieron
Las matronas d'España, que traidos
Así fueron en salvo sus maridos.

Al suyo doña Elena, á GARCILASO,
En vano con placer grande l'espera ;
Se adereza, y su casa en son no escaso
La adorna, porqu'esté muy placentera;
Sabe Toledo todo el triste paso,

Y anda el dolor y angustia por defuera,
Y tan alegre verla dello ajena

Da á todos los que la aman mayor pena.
Como el qu'está en la cárcel condenado

A muerte, sin saber él su dolencia,
Que antes de libertad muy confiado,
Da de alegría y placer grande aparencia,
Los suyos, que le ven tan engañado
En esto, y saben todos la sentencia,
Resciben mas dolor de tal manera,

Cuanto á él mas de su daño le ven fuera.

(1) « Huélgome que os satisfaga, pero mas quisiera satisfacer á GARCILASO DE LA VEGA, con otros dos caballeros de la corte del Emperador, que yo conozco.» — . » — Valdés, Diálogo de las lenguas.

Imprimiólos en pos de los de Boscan, y desde entonces las obras de ambos poetas corrieron juntas por espacio de mucho tiempo (1).

Entre las armas del sangriento Marte

Hurté del tiempo aquesta breve suma,
Tomando ahora la espada, ahora la pluma,

dice de si GARCILASO. Sus obras no parecen escritas entre el estruendo de la guerra. La paz de un corazon todo entregado á las delicias del amor y del campo respiran todas sus poesías. GARCILASO, segun Marchena, es acaso el único de nuestros poetas clásicos que no haya compuesto versos devotos. Los suyos se tienen por los mas suaves que existen en lengua española. La italiana y la portuguesa, que tanto lo son para los versos, algo tienen que envidiar á la nuestra cuando GARCILASO es quien la habla. Sus églogas igualan, si no exceden, en cultura á las de Virgilio. Su cancion á la flor de Gnido tiene todo el arrebato propio del entusiasmo que ha inspirado á los mayores ingenios. Tal vez en alguna de sus églogas suele decaer de la sencillez poética del estilo, alma de todas sus composiciones; pero en lo mucho bueno que forma lo demás de la obra se halla compensacion á mas de lo que se lamenta por perdido.

No para cantar el amor solamente tenia encendido el ánimo este insigne poeta. Filósofo profundo, conocia los yerros de los hombres, y descubria en lo porvenir los daños que amenazaban á su patria por el vano deseo de las conquistas, que tanto atormentaba á los soberanos de su tiempo para destruccion de la humanidad y para vergüenza de los que sustentaban la guerra por extender su señorío. Al ver la sangre esparcida en los campos de Italia, en los de Alemania, en los de Francia y en los de Africa, donde militó bajo las banderas de Cárlos V; al ver estragar la tierra al hombre enemigo del hombre, al ver sacrificarse á la ambicion de su principe las vidas de los españoles, que ningun beneficio conseguian de que ciñese á sus sienes tranquilamente la corona del imperio, prorumpió en estas verídicas palabras:

¿Qué se saca de aquesto? ¿Alguna gloria?
Algunos premios ó aborrecimiento?
Sabrálo quien leyere nuestra historia;
Veráse allí que, como el humo al viento,

Así se deshará nuestra fatiga.

El mérito de GARCILÁSO fué celebrado por Paulo Jovio, por Pedro Bembo, por Honorato Fasitelo, por Laura Terracina, por Luis Tansillo, por el Marino, por el Cámoes y otros entre los extraños. Conti tradujo en lengua italiana alguna de sus poesías, algunas en la francesa Mauri, todas en la inglesa J. H. Wiffen, y en estos y otros idiomas algunos otros cuyos nombres no han llegado á mi noticia.

Francisco Sanchez, conocido por el Brocense, publicó en 1574 una edicion de las obras de GARCILASO CON comentario, en el cual apenas se dejaba al poeta pensamiento propio; casi todos aparecen tomados de autores griegos, latinos ó italianos. Fernando de Herrera en 1580 publicó otra con mas extenso comentario, en competencia, segun se cree, de la del Brocense, por la emulacion que habia entre las escuelas salmantina y sevillana. Uno y otro mas quisieron ostentar erudicion propia que la verdadera honra del poeta, pues donde GARCILASO pone una frase sencilla y sin estudio, allí los comentadores no ven un pensamiento original fácil de ocurrir á cualquiera, sino una imitacion servilisima de algunos versos de Virgilio, que en nada se asemejan (2). Don Pedro Fernandez de Velasco, condestable de Castilla, escribió un juguete llamado

(1) Ticknor dice que la viuda de Boscan imprimió el año de 1544 las poesías de Boscan y GARCILASO en Barcelona. No conozco esta edicion, sino la de Medina del Campo en 1544, la de Venecia, por Alonso de Ulloa, y otra de Barcelona de 1554, etc. Lope decia en la novela Las fortunas de Diana que un dia cantaron los músicos de un señor grande unos versos, donde se hallaban estos :

Las obras de Boscan y GARCILASO
No valen dos reales,

Y no las haréis tales

Aunque os precieis de aquello del Parnaso.

El mismo Lope repite este pensamiento en La Dama boba.

(2) «Herrera solo hace ostentacion de doctrina propria en el poeta; Sanchez de imitacion ajena. Este afectó lo

El prete Jacopin, en defensa de GARCILASO contra Herrera, por los yerros en que este decia ha~ ber incurrido el cisne de Toledo. Este opúsculo para deprimir el mérito de Herrera á fin de que resplandeciese el del Brocense, mas fué efecto de parcialidad que hijo de la justicia. Los dos comentarios, dignos de aprecio por la ciencia de sus autores, no cumplen con el verdadero objeto de ilustrar el texto de GARCILASO. Arbitro voluntario de esta cuestion se hizo Lope de Vega: ni dió la palma al Brocense ni dió la palma á Herrera. «Deseo (dijo en La Dorotea) quien escriba sobre GARCILASO; que hasta ahora no lo tenemos.>>

Don Tomás Tamayo de Várgas ordenó, despues de escrita, aunque no publicada, la sentencia de Lope de Vega, otro comentario (1622), apreciable por su buen juicio en muchas cosas, y en 1765 don José Nicolás Azara recopiló lo que tuvo por excelente en los trabajos de aquellos que le habian precedido en la misma tarea.

Un hombre muy temeroso de Dios, pero nada poeta, indignado de ver el aplauso que se habian granjeado los versos de GARCILASO, en los cuales no habia pensamientos de devocion cristiana, quiso convertirlos en obras ascéticas, juntamente con los de su amigo Boscan. Doce años desperdició Sebastian de Córdoba en el trabajo de dar á materias religiosas las poesías que Boscan y GARCILASO habian escrito por el amor y para el amor de la mujer. Sacrilegios se han visto de lo humano á lo divino. Este fué sacrilegio que con color de divino se hizo á lo humano. La infeliz tarea de Córdoba salió á luz en Zaragoza el año de 1577 en el elogio de un doctor Fernando de Herrera, canónigo magistral que era en Ubeda, y que solo tenia del divino Herrera el nombre y el apellido, pues su manera de pensar y de decir correspondia de todo en todo al autor elogiado (1).

que Macrobio y despues Fulvio Ursino en los hurtos honestos de Virgilio; aquel lo que todo el vulgo de comentadores de sus obras; ambos, por cierto, justamente dignos de loa por su cuidado, como de menos aplauso por su demasía. Si Herrera se persuadió que GARCILASO no usó color retórico en sus versos de que antes no hubiese consultado ó su memoria ó sus libros, engañóse sin duda, porque los afectos naturales en bombres de ingenio, y mas en materias amorosas, no requieren estudio particular ó para su expresion ó para su perfeccion. La naturaleza sola, que ayudada de la causa que los excitó, los representa, y el discurso, favorecido de las circunstancias, los pule, los dilata, los perficiona; como tambien Sanchez, si creyó que las mutaciones que entre GARCILASO y otros confiere fueron siempre cuidadosas y advertidamente hechas, de ajenas, proprias; porque las que propriamente lo son, ellas mismas con facilidad se dejan entender. En muchas de las demás, ¿quién creerá que tuvo necesidad de guia el ingenio felicisimo de nuestro poeta, ni tiempo su corta vida, tan bien ocupada, para imitar con tanta particularidad cosas que, sin dificultad, á cualquiera se ofrecieran, y aun indignas de otros? Fuera de que muchas veces son solo lugares comunes, y en que siendo la sentencia, aunque general en todos, allí especial, las palabras son diversisimas.»-Tamayo de Vargas.

El mismo dice: «El soneto xxxvIII, que Sanchez pone
por de GARCILASO, por ser incierto ó por haberle faltado
la última lima, no me atreví á ponerle en el texto, y por
baber andado en nombre de GARCILASO lo dejo aquí :
Mi lengua va por do el dolor la guia,
Ya yo con mi dolor sin guia camino;
Entrambos hemos de ir con puro tino,
Cada uno va á parar do no querria;
Yo porque voy sin otra compañía
Sino la que me hace el desatino;
Ella porque la lleve aquel que vino
A hacella decir mas que quería.

Y es para mí la ley tan desigual,

Que, aunque inocencia siempre en mi conoce,
Siempre yo pago el yerro ajeno y mio.

¿Qué culpa tengo yo del desvarlo
De mi lengua, si estoy en tanto mal,
Que el sufrimiento ya me desconoce?

Por esa misma causa no le he dado lugar en el texto.

(1) «Viendo cuán comun y manual andaba en el mundo el libro de las obras de Boscan y GARCILASO DE LA VE GA, que, aunque subtiles y artificiosas, son dañosas y pestilenciales para el ánima, y debajo la suavidad y dulzura del estilo, tan alto en su modo, está la serpiente engañosa, como dice, cubierta de aquellas flores y habilidad, y el acíbar amargo cubierto del oro de sus embaimientos y palabras, ó verdaderamente en el dulce y sabroso vino de sus altos y profanos conceptos la pestilencial ponzoña que no para hasta lo mas noble del ánima; así que, viendo, como habemos dicho, leccion tan dañosa y nociva, etc.» Un juicio tan estúpido formó de las obras de GARCILASO y Boscan el tal doctor Herrera, canónigo en Ubeda. No es por cierto mas gentil el aliño del poeta para convertir las flores humanas de GARCILAso en menos que humanas, si bien con nombre de divinas. Véase esta triste muestra:

El dulce lamentar de dos pastores,
Cristo y el pecador triste y lloroso,
He de cantar, sus quejas imitando;
El uno, soberano y amoroso,
Del ánima se queja y sus amores,
Que en vanas afecciones va empleando;

Y el pecado llorando,
Porque la carne y mundo

Y el otro sin segundo
Trayéndole sin seso levantado,

Con ilusiones falsas engañado;

Y el desdichado, vuelto ya à su parte,

El bien que Dios le ha dado

De gracia se le muere y se le parte.

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