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fueron en tutorías despojados del estado por los reyes Don Fernando y Doña Isabel, se llamaron duques de Arcos, que los antiguos españoles decian Arcobrica, poblacion de las primeras de España, ántes que viniesen los de Tiro á poblar á Cadiz. Los señores de aquestas dos casas siempre fueron émulos en aquella ciudad, y aun cabezas á quien se arrimaban otras muchas de la Andalucía. De la de Medina era señor Don Alonso de Guzman, mozo de grandes esperanzas, de la de Arcos Luis Ponce de Leon, hombre que en la empresa de Durlan habia seguido sin sueldo las banderas del rey Don Felipe, inclinado y atento á la arte de la guerra.

Dió poder el rey á estos dos príncipes para que en su nombre concertasen y recogiesen los moriscos, y les volviesen las mugeres, hijos y muebles, y los enviasen por España la tierra adentro; pues no habian sido partícipes en la rebelion, y lo sucedido habia sido mas por culpa de ministros que por la suya. Tenia el duque de Arcos una parte de su estado en la serranía de Ronda, que hubo su casa por desigual recompensa de Cadiz en tiempo de tutorías; parecióle por aprovechar llegarse á Casares, lugar suyo, y dende mas cerca tratar con los moros. Envió una lengua que fué y volvió no sin peligro; lo que trajo es, que á ellos les pesaba de lo acontecido, que por personas suyas vendrian á tratar con el duque, donde y como él mandase, y se reducirian y harian lo que se les ordenase con ciertas condiciones. Esto afirmaron en nombre de todos el Alarabique y el Ataifar, hombres de gran autoridad y por quien ellos se gobernaban; bajó el Alarabique y el Ataifar á una hermita fuera de Casares, y con ellos una persona en nombre de cada pueblo de los levantados. Mas el duque, por escandalizarlos ménos y mostrar confianza, vino con pocos; osadía de que suelen suceder inconvenientes á las personas de tanta calidad. Hablóles, persuadióles con eficacia, y ellos respondieron lo mismo, dando firmados sus capítulos; y con decir que daria aviso al rey se partió dellos. Mas antes que la respuesta del rey volviese, le vino mandamiento que juntando la gente de las ciudades de la Andalucía, vecinas á Ronda, estuviese á punto para hacer la guerra, en caso que los moros no se quisiesen reducir. Mandó apercebir la gente de la Andalucía y de los señores della, de á pié y de á caballo, con vitualla para quince dias, que era lo que parecia que bastase para dar fin á esta guerra. En el entretanto que la gente se juntaba, le vino voluntad de ver y reconocer el fuerte de Calalui en sierra Vermeja, que los moros llaman Gebalhamar, adonde

en tiempos pasados se perdieron Don Alonso de Aguilar y el conde de Ureña; Don Alonso señalado capitan, y ambos grandes principes entre los andaluces, el de Ureña abuelo suyo de parte de su madre, y Don Alonso bisabuelo de su muger. Salió de Casares descubriendo y asegurando los pa sos de la montaña, provision necesaria por la poca seguridad en acontecimientos de guerra, y poca certeza de la fortuna. Comenzaron á subir la sierra, donde se decia que los cuerpos habian quedado sin sepultura: triste y aborrecible vista y memoria; habia entre los que miraban nietos y descendientes de los muertos, ó personas que por oidas conocian ya los lugares desdichados. Lo primero dieron en la parte donde paró la vanguardia con su capitan por la escuridad de la noche, lugar harto estendido y sin mas fortificacion que la natural, entre el pié de la montaña y el alojamiento de los moros. Blanqueaban calaveras de hombres y huesos de caballos amontonados, desparcidos segun, como y donde habian parado, pedazos de armas, frenos, depojos de jaeces. Vieron mas adelante el fuerte de los enemigos, cuyas señales parecian pocas y bajas y aportilladas; iban señalando los pláticos de la tierra, donde habian caido oficiales, capitanes y gente particular: referian como y donde se salvaron los que quedaron vivos, y entre ellos el conde de Ureña y Don Pedro de Aguilar, hijo mayor de Don Alonso: en qué lugar y donde se retrajo Don Alonso y se defendia entre dos peñas, la herida que el Ferí, cabeza de los moros, le dió primero en la cabeza y despues en el pecho, con que cayó; las palabras que le dijo andando á brazos: yo soy Don Alonso; las que el Feri le respondió cuando le heria: tú eres Don Alonso, mas yo soy el Feri de Benastepar, y que no fueron tan desdichadas las heridas que dió Don Alonso, como las que recibió. Lloráronle amigos y enemigos, y en aquel punto renovaron los soldados el sentimiento, gente desagradecida, sino en lágrimas. Mandó el general hacer memoria por los muertos, y rogaron los soldados que estaban presentes, que reposasen en paz, inciertos si rogaban por deudos ó por estraños; y esto les acrecentó la ira y el deseo de hallar gente contra quien tomar venganza.

Montemayor.

Jorge de Montemayor wurde in der kleinen portugiesischen Stadt Montemor nahe bei Coimbra, wahrscheinlich im zweiten Decennium des 16. Jahrhunderts geboren. Von seinem Leben ist sehr wenig bekannt. In seiner Jugend war er Sänger in der Hofcapelle des Infanten Philipp, des nachherigen Königs, mit welchem er die Niederlande und Italien durchreisste. Später trat er in Kriegsdienste, verliess dieselben jedoch bald wieder, und widmete sich, ungeachtet es ihm an aller litterarischen Bildung fehlte, ganz der Dichtkunst. Im Jahre 1561 wurde er zu Turin in einem Zweikampfe getödtet.

Montemayor stand bei seinen Zeitgenossen in grossem Ansehen als Dichter, und sein Hauptwerk, der Schäferroman Diana, das älteste Buch dieser Gattung in der spanischen Litteratur, hat ihn weltberühmt gemacht. Dieser Roman hatte beinahe einen eben so ausserordentlichen Erfolg wie der Amadis, wurde in alle gebildeten Sprachen Europas übersetzt, reizte aber unglücklicher Weise auch zu einer Unzahl von Nachahmungen. Veranlassung zu dem Buche soll Montemayor's Liebe zu einer jungen Dame gegeben haben, die er eben unter dem Namen Diana feiert, während er selbst unter dem Namen Sereno darin vorkommt, wie sich denn der Roman jedenfalls auf wirkliche Erlebnisse des Dichters gründet. Die Hauptfehler der Diana bestehen in der Unwahrscheinlichkeit und Abenteuerlichkeit einzelner Begebenheiten, so wie in der grossen Verwickelung derselben. Heidnische Mythologie und mittelalterliches Zauberwesen bilden die Maschinerie. Die Geographie wird, wie in den Ritterromanen, empörend gemisshandelt. Bei allen ihren Fehlern aber bleibt die Diana, als Kunstwerk betrachtet, immer ein klassisches Buch, und ist selbst in unseren Zeiten noch für Jeden, der die zum Verständniss einer solchen Dichtung nöthige Stimmung mit bringt, eine interessante Lectüre.

Denn es spricht sich darin eine Innigkeit der Empfindung aus, die nur von verwandten Gemüthern vollständig gewürdigt werden kann. Aber auch derjenige, welchem das Verständniss des zarten Gefühlsleben abgeht, wird sowohl der Erfindung des Ganzem, wie der Kunst, mit welcher der Dichter Charactere und Gemüthsstimmungen zu schildern versteht, namentlich aber der klassischen Schönheit der Sprache Gerechtigkeit wiederfahren lassen müssen. In letzterer Beziehung ist Montemayor's Verdienst um so grösser und wurde auch von seinen Zeitgenossen um so mehr anerkannt, als er kein geborener Spanier war. Von den zahlreichen in die Geschichte eingeflochtenen Gedichten gehören mehrere zu den schönsten, welche die spanische Litteratur in dieser Gattung besitzt. Die erste Ausgabe der Diana erschien zu Valencia s. a (1560.) 4. Sie ist nachher sehr oft gedruckt worden, z. B. Lissabon 1565. 12. Pamplona 1578. 8. Antwerpen 1580. 8. Lissabon 1624. 8. Die beste Ausgabe ist die von Madrid 1795. 8.

Montemayor liess seinen Roman unbeendet. Im J. 1562 erschien zu Alcalá eine Fortsetzung von einem gewissen Alonso Perez, der Arzt zu Salamanca war. Sie ist schwach in der Erfindung, schlecht geschrieben und bringt die Geschichte gleichfalls noch nicht zu Ende. Sie ist nachher nur noch einige Male (z. B. Barcelona 1614. 12.) wieder aufgelegt worden. Sehr viel Glück machte dagegen eine zweite Fortsetzung von Gaspar Gil Polo, welche den Titel Diana enamorada führt und aus fünf Büchern besteht. Sie erschien zuerst: Valencia 1564. 8. und führt Diana's Geschichte bis zu ihrer Verheirathung mit Sereno fort, verspricht aber noch eine weitere Fortsetzung, die jedoch nie erschienen ist. Die Diana enamorada gehört zu den besten Büchern in dieser Art, und wird der des Montemayor gleichgestellt. Cervantes (Don Quijote, Parte I. cap. 6.) zieht sie derselben sogar vor. Interessant darin für die Geschichte der Litteratur ist der Canto de Turia, in welchem die berühmtesten Dichter Valencia's besungen werden, und welchen Cerda y Rico in seiner Ausgabe der Diana enamorada (Madrid 1802. 8.) mit sehr werthvollen litterarhistorischen Anmerkungen begleitet hat.

Da es wegen der Verwickelung der Begebenheiten in Montemayor's Diana kaum möglich ist, einen kurzen Abriss des Inhalts zu geben, ein abgerissenes Stück aus derselben folglich eben so wenig verständlich wie von Interesse sein würde, so lassen wir unten eine Episode daraus folgen, welche so ziemlich ein Ganzes für sich bildet und auch dadurch interessant Span. Handb. I.

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ist, dass Shakespeare derselben muthmasslich die Idee zu seinem Schauspiele: The two gentlemen of Verona entlehnt hat.

Von Montemayor's Gedichten s. d. zweiten Bd. d. Handb.

Der grosse Erfolg von Montemayor's Diana gab, wie oben bemerkt wurde, Anlass zur Entstehung einer ganzen Schäferlitteratur, die sich bis tief in das 17. Jahrhunderts hineinzieht. Das Characteristische aller dieser Werke ist, dass sie unter der Maske von Schäfern wirklich lebende, meistens bekannte Persönlichkeiten schildern, und dass den Begebenheiten wirkliche Erlebnisse der Verfasser, namentlich ihre sentimentalen Liebeshändel, zum Grunde liegen. Es mögen hier noch folgende kurze Notizen über einige der späteren Schäferromane ihren Platz finden, obwohl das ganze Genre mit sehr wenigen Ausnahmen kaum mehr Beachtung verdient als die Ritterromane. Der erste Schäferroman, der nach der Diana erschien, war: Los diez libros de Fortuna y Amor von einem gewissen La Frasso (1573), ein entschieden albernes Machwerk, welches von Cervantes (Don Quijote P. I, c. 6 und Viage al Parnaso c. 3) gebührend lächerlich gemacht worden ist. Zu den guten dagegen gehört El Pastor de Filida von Luis Galvez de Montalvo aus Guadalajara, einem Freunde des Cervantes. Das Buch erschien zuerst zu Madrid 1582. 8. und ist seitdem mehrmals wieder gedruckt worden, am besten Madrid 1792. 8., mit einer Lebensbeschreibung des Verfassers von dem gelehrten Gregorio Mayans y Siscar. Cervantes selbst kommt als Schäfer darin vor. Zu den besseren Romanen dieser Gattung gehören ferner Las ninfas de Henares von Bernardo Gonzalez de Bova dilla (1587) und El Pastor de Iberia von Bernardo de la Vega (Madrid 1591. 8.), welche eine Zeitlang sehr beliebt waren und auch von Cervantes milde beurtheilt worden. Von Cervantes' Galatea und Lope de Vega's' Arcadia wird seiner Zeit die Rede sein. Aus dem siebzehnten Jahrhunderte sind zu erwähnen: El siglo de oro en las selvas de Erifile von Bernardo de Balbuena, (Madr. 1608. 8. 1821. 12.) den wir später auch als epischen Dichter kennen lernen werden, und endlich La constante Amarilis von Cristóval Suarez de Figueroa aus Valladolid, zuerst zu Neapel 1602. 8. und nachher öfter gedruckt, am besten Madrid 1781. 8. Beide letztgenannten gehören zu den besten Schäferromanen und zeichnen sich namentlich in Beziehung auf die Schreibart aus. Alle späteren Werke dieser Gattung verdienen gar keine Erwähnung.

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