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Roman dieser Art aus dem 17. Jahrhundert ist Quevedo's Vida del gran Tacaño, von welcher in dem betreffenden Artikel gesprochen werden wird.

Guzman de Alfarache.

Como Guzman salió de su casa un viernes por la tarde y lo que le sucedió en una venta, ec.

(Guzm. de Alfar. Parte I. Lib. I. cap. 3-6.)

Era yo muchacho, vicioso y regalado, criado en Sevilla, sin castigo de padre, la madre viuda (como lo has oido), cebado á torreznos, molletes y mantequillas y sopas de miel rosada, mirado y adorado mas que hijo de mercader de Toledo, ó tanto; hacíaseme de mal dejar mi casa, deudos y amigos, demas que es dulce amor el de la patria. Siéndome forzoso, no pude escusarlo; alentábame mucho el deseo de ver mundo, ir á reconocer en Italia mi noble parentela; salí, que no debiera (bien pude decir), tarde y con mal; creyendo hallar copioso remedio, perdí el poco que tenia; sucedióme lo que al perro con la sombra de la carne: apénas habia salido de la puerta, cuando sin poderlo resistir, dos Nilos reventaron de mis ojos, que regándome el rostro en abundancia, quedó todo de lágrimas bañado: esto y querer anochecer no me dejaban ver cielo ni palmo de tierra por donde iba. Cuando llegué á San Lázaro, que está de la ciudad poca dictancia, sentéme en la escalera ó gradas por donde suben á aquella devota ermita. Allí hice de nuevo alarde de mi vida y discursos della quisiera volverme, por haber salido; mal apercebido, con poco acuerdo y poco dinero para viaje tan largo, que aun para corto no llevaba, y sobre tantas desdichas (que cuando comienzan vienen siempre muchas, y enzarzadas unas de otras como cerezas) era viernes en la noche y algo escura, no habia cenado ni merendado; si fuera dia de carne, que á la salida de la ciudad aunque fuera naturalmente ciego, el olor me llevara en alguna pastelería á comprar un pastel con que me entretuviera y enjugara el llanto, el mal fuera ménos. Entónces eché de ver cuanto se siente mas el bien perdido, y la diferencia que hace del hambriento el harto: todos los trabajos comiendo se pasan; donde la comida falta, no hay bien que llegue ni mal que no sobre, gusto que dure, ni contento que asista; todos riñen sin saber

por qué, ninguno tiene culpa, unos á otros se la ponen, todos trazan y son quimeristas, todo es entónces gobierno y filosofía. Vime con ganas de cenar, y sin qué poder llegar á la boca, salvo agua fresca de una fuente qué alli estaba; no supe qué hacer, ni á qué puerta echar; lo que por una parte me daba osadía, por otra me acobardaba; hallábame entre miedos y esperanzas, el despeñadero á los ojos, y lobos á las espaldas; anduve vacilando, quise ponerlo en las manos de Dios, entré en la iglesia, hice mi oracion breve, pero no sé si devota: no me dieron lugar para mas, por ser hora de cerrarla y recogerse. Cerróse la noche y con ella mis imaginaciones, mas no los manantiales y llanto: quedéme con él dormido sobre un poyo del portal, acá fuera, no sé qué lo hizo, si es que por ventura las melancolías quiebran el sueño, como lo dió á entender el montanes, que llevando á enterrar á su mujer, iba en piernas, descalzo, y el sayo al revés, lo de dentro afuera. En aquella tierra están las casas apartadas, y algunas muy lejos de la iglesia; y pasando por la taberna, vió que vendian vino blanco, fingió quererse quedar á otra cosa, y dijo: „,anden, señores, con la malograda, que en un trote los alcanzo." Así se entró en la taberna, y de un sorbido en otro, emborrachóse y quedóse dormido; cuando los del acompañamiento volvieron del entierro y lo hallaron tendido en el suelo, lo llamaron; él, recordando, les dijo: ,,mal hora, señores, perdonen sus mercedes, quema Dios non hay así cosa, que tanta sed y sueño poña como sinsaborios." Así yo, que ya era del sábado el sol salido casi con dos horas cuando vine á saber de mí; no sé si despertara tan presto, si los panderos y bailes de unas mujeres que venian á velar aquel dia (con el tañer y cantar) no me recordaran. Levantéme, aunque tarde, hambriento y soñoliento, sin saber donde estaba, que aun me parecia cosa de sueño; cuando ví que eran veras, dije entre mí: echada está la suerte, vaya Dios conmigo, y con resolucion comencé mi camino: pero no sabia para dónde iba ni en ello habia reparado. Tomé por el uno que me fué mas hermoso, fuera donde fuera; por lo de entónces me acuerdo de las casas y repúblicas mal gobernadas, que hacen los piés el oficio de la cabeza; donde la razon y entendimiento no despachan, es fundir el oro, salga lo que saliere, y adorar despues un becerro. Los piés me llevaban, yo los iba siguiendo, saliera bien ó mal à monte ó á poblado.

Este dia, cansado de andar solas dos leguas pequeñas (que para mi eran las primeras que habia caminado), ya me

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pareció haber llegado á los antipodas, y como el famoso Colon, descubierto un nuevo mundo; llegué à una venta sudando, polvoroso, despcado, triste, y sobre todo, el molino picado, el diente agudo, y el estómago débil: seria mediodia, pedi de comer, dijeron que no habia sino solo huevos, no tan malo si lo fueran, que á la bellaca de la ventera, con el mucho calor, ó que la zorra le matase la gallina, se quedaron empollados, y por no perderlo todo los iba encajando con otros buenos; no lo hizo así conmigo, que cuales ella me los dió le pague Dios la buena obra: vióme muchacho, boquirubio, cariampollado, chapeton, parecile un Juan de buena alma, y que para mi bastara que quiera. Preguntóme: de dónde sois, hijo? Díjele que de Sevilla; llegóseme mas, y dándome con su mano unos golpecitos debajo de la barba, me dijo. ¿y adonde va el bobito? ¡Oh poderoso Señor! y como con aquel su mal resuello me pareció que contraje vejez, y con ella todos los males; y si tuviera entónces ocupado el estómago con algo, lo trocara en aquel punto, pues me hallé con las tripas junto á los labios. Dijele que iba á la corte, que me diese de comer. Hizome sentar en un banquillo cojo, y encima de un poyo me puso un barredero de horno, con un salero hecho de un suelo de cántaro, un tiesto de gallinas lleno de agua, y una media hogaza mas negra que los manteles. Luego me sacó en un plato una tortilla de huevos, que pudiera llamarse mejor emplastro de huevos: ellos, el pan, jarro, agua, salero, sal, manteles y la huéspeda, todo era de lo mismo. Halléme bozal, el estómago apurado, las tripas de posta, que se daban unas con otras de vacías; comí, como el puerco la bellota, todo á hecho, aunque verdaderamente sentia crujir entre los dientes los tiernecitos huesos de los sin ventura pollos, que era hacerme como cosquillas en las encías. Bien es verdad, que se me hizo novedad y aun solia el gusto, que no era como el de los otros huevos que comer en casa de mi madre; mas dejé pasar aquel pensamiento con la hambre y el cansancio, pareciéndome que la distancia de la tierra lo causaba, y que no eran todos de un sabor ni calidad; yo estaba de manera que aquello tuve por

buena suerte.

en

Tan propio es al hambriento no reparar en salsas, como al necesitado salir á cualquier partido; era poco, pasélo presto con las buenas ganas; en el pan me detuve algo mas, comilo á pausas, porque siendo muy malo, fué forzoso llevarlo de espacio, dando lugar unos bocados á otros que bajasen al estómago por su órden; comencélo por la corteza y acabélo

en el migajon, que estaba hecho engrudo; mas tal cual no le perdoné letra, ni les hice á las hormigas migaja de cortesía, mas que si fuera poco y bueno. Así acontece si se juntan buenos comedores en un plato de fruta, que picando primero en la mas madura, se comen despues la verde, sin dejar memoria de lo que allí estuvo. Entónces comí (como dicen) à rempujones media hogaza, y si fuera razonable y hubiera de hartar á mis ojos, no hiciera mi agosto con una entera de tres libras. Era el año estéril de seco, y en aquellos tiempos solia Sevilla padecer, que aun en los prósperos pasaba trabajosamente; mirad lo que pasaria en los adversos; no me está bien ahondar en esto, ni el decir el por qué; soy hijo de aquella ciudad; quiero callar, que todo el mundo es uno, todo corre unas parejas, ninguno compra regimiento con otra intencion que para granjería, ya sea pública ó secreta; pocos arrojan tantos millares de ducados para hacer bien á los pobres, sino á sí mismos, pues para dar medio cuarto de limosna la examinan.

Recobréme con esto, y los piés cansados de llevar el vientre, aunque vacío y de poco peso, ya siendo lleno y cargado, llevaba á los piés; y así proseguí mi camino, no con poco cuidado de saber qué pudiera ser aquel tañerme castañetas los huevos en la boca; fuí dando y tomando en esta imaginacion, y cuando mas la seguia, mas géneros de desventuras se me representaban, y el estómago se me alteraba, porque nunca sospeché cosa ménos que asquerosa, viéndolos tan mal guisados, el aceite negro, que parecia de suelos de candiles; la sartén puerca, y la ventera legañosa. Entre unas y otras imaginaciones encontré con la verdad, y teniendo andada otra legua, con solo aquel pensamiento, fué imposible resistirme, porque como á mujer preñada, me iban y venian eruptaciones del estómago á la boca, hasta que de todo punto no me quedó cosa en el cuerpo, y aun el dia de hoy me parece que siento los pobrecitos pollos piándome acá dentro. Así estaba sentado en la falda del vallado de unas viñas considerando mis infortunios, harto arrepentido de mi mal considerada partida, que siempre los mozos se despeñan tras el gusto presente, sin reparar ni mirar el daño venidero.

Confuso y pensativo estaba recostado en el suelo sobre el brazo, cuando acertó á pasar un arriero, que llevaba la recua de vacío á cargarla de vino en la villa de Cazalla de la Sierra. Viéndome de aquella manera, muchacho, solo, afligido, mi persona bien tratada, comenzó (á lo que entonces

dél creí) á dolerse de mi trabajo, y preguntándome qué tenia, le dije lo que en la venta me habia pasado. Apenas lo acabé de contar, cuando le dió tan estraña gana de reir, que me dejó casi corrido, y el rostro, que antes tenia de color de difunto, se me encendió con ira en contra dél; mas como no estaba en mi muladar, y me hallé desarmado en un desierto, reportéme por no poder cantar como quisiera, que es discrecion saber disimular lo que no se puede remediar, haciendo el regaño risa, y los fines dudosos de conseguir en los principios se han de reparar, que son las opiniones varias, y las honras vidriosas, y si allí me descomidiera, quizá se me atrevieran, y sin aventurar á ganar iba en riesgo y aun cierto de perder, que las competencias hanse de huir, y si forzoso las ha de haber sea con iguales, y si con mayores, no á lo menos menores que tú, ni tan aventajados á tí que te tropellen: en todo hay vicio, y tiene su cuenta, mas aunque me abstuve, no pude ménos que con viva cólera decirle : ¿vos, hermano, veisme alguna coroza, ó de qué os reis? El, sin dejar la risa, que pareció tenerla por destajo segun se daba la priesa, que abierta la boca dejaba caer á un lado la cabeza, poniéndose las manos en el vientre, y sin poderse ya tener en el asno, parecia querer dar consigo en el suelo; por tres ó cuatro veces probó á responder, y no pudo; siempre volvia de nuevo à principiarlo, porque le estaba hirviendo en el cuerpo. Dios y enhorabuena, buen rato despues de sosegadas algo aquellas avenidas (que no suelen ser mayores las de Tajo), á remiendos, como pudo, medio tropezando, dijo:,,mancebo, no me río de vuestro mal suceso, ni vuestras desdichas me alegran, ríome de lo que á esa mujer le aconteció de ménos de dos horas á esta parte. d Encontrastes por ventura dos mozos juntos, al parecer soldados, el uno vestido de una mezclilla verdosa, y el otro de velloría, un jubon blanco muy acuchillado? Los dos desas señas (le respondí), si mal no me acuerdo, cuando salí de la venta quedaban en ella, que entonces llegaron y pidieron de comer. ,,Esos pues (dijo el arriero) son los que os han vengado, y de la burla que han hecho á la ventera es de lo que me rio; si vais este viaje, subid en un jumento desos, diréos por el camino lo que pasa.“ Yo se lo agradecí, segun lo habia menester, rindiéndole las palabras que me parecieron bastar por suficiente paga, que á buenas obras pagan buenas palabras cuando no hay otra moneda y el deudor está necesitado.

Con esto, aunque mal jinete de albarda me pareció

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