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Historia de los Arabes de España.

Abderahman ben Moavia.

(Hist. de la domin. de los Arabes en España. Parte II. Cap. 1.)

Bendito sea aquel Señor en cuyas manos están los imperios, que da los reinos, el poderío y la grandeza á quien quiere, y quita los reinos, la potestad y la soberanía á quien quiere: Señor Alá, tu imperio solo es eterno y sin vicisitudes, y tú solo eres sobre todas las cosas poderoso 1). Estaba escrito en la tabla reservada de los eternos decretos que á pesar de los Beni Alabâs 2), y de sus deseos de acabar con toda la familia de los Beni Omeyas, ya despojada del califado y soberanía del imperio muslímico, todavía se habia de conservar una fecunda rama de aquel insigne tronco, que se estableceria en occidente con floreciente estado. Abderahman ben Moavía ben Hijêm 3) ben Abdelmelic ben Meruân, mancebo de veinte años, pues habia nacido el año ciento y trece en el campo de Damasco, se halló por fortuna ausente en Zeitun, cuando fué la órden del califa Asefah para darle muerte á él y á su primo Suleiman ben Hijem ben Abdelmelic, que ambos vivian sobreseguro y honrados en la corte. Luego fué avisado de la muerte de su primo y de la mucha diligencia con que buscaban su cabeza. Proveyéronle de joyas y caballos sus fieles amigos: se disfrazó, y desconfiando de poder estar desconocido en Siria, huyó de aquella tierra por caminos extraviados: salió de su patria, abandonando los palacios de sus padres y abuelos, sin osar entrar en poblado, que no era persona oscura y desconocida, sino hijo de principes poderosos, dueños de aquellas provincias. Anduvo errante y fugitivo desde el año ciento treinta y dos, viviendo entre beduinos y pastores; y aunque acostumbrado á los

1) Der Verfasser, der seine Geschichte ausschliesslich arabischen Quellen entnommen hat, behält auch, wo es irgend thunlich ist, den Ton derselben bei. Daher dieser der orientalischen Geschichtschreibung nachgeahmte Eingang. 2) Die Familie der Beni al-Abbâs (Abbassiden) verdrängte i. J. 752 die Dynastie der Beni Omayah (Ommayaden) vom Chalifenthrone. Der erste abbassidische Chalif, Abul Abbas esSafah, liess die Ommayaden ausrotten, und nur der oben genannte Abderrahman entkam der Verfolgung. Das Wort ben (Sohn) in der Mitte zweier arabischen Namen dient zur Bezeichnung der Geschlechtsfolge. 3) Eigentlich Hischem. Der arabische Laut sch, welchen Conde durchgängig mit z ausdrückt, ist in den vorliegenden Auszügen, um zu keiner Verwirrung Anlass zu geben, immer durch j wiedergegeben werden.

regalos de la opulencia y á las delicias de las ciudades, se acostumbró con facilidad á la rústica y dura vida del campo, como si hubiera nacido en sus valles y rancherías. Estaba cada dia con nuevos sobresaltos, las noches pasaba con desvelo, y á las alboradas era el primero que ponia el freno á su caballo.

Pensando hallar mas seguro asilo en Africa que en Egipto dejó á sus beduinos y pasó á ella: era gobernador de la provincia de Barca Aben Habib, que debia su autoridad y buena suerte á los califas Beni Omeyas; pero siguió el aire de la fortuna que soplaba, y olvidó á sus antiguos favorecedores. Tenia este wali1) espiados todos los pasos, y dadas las órdenes para prender al jóven Abderahman, y luego supo que un mancebo de sus mismas señas habia entrado en su provincia. Avisó á sus alcaides y mandó buscarle en toda la tierra, diciéndoles que no podian hacer al califa servicio mas agradable que la prision de aquel fugitivo.

Andaba Abderahman en tierra de Barca, y en todas partes halló gentes bien intencionadas y benéficas que se le aficionaban y deseaban servirle: su edad, su gentileza, cierta magestad que resplandecia en sus ojos, y su condicion afable ganaba los corazones y voluntad de cuantos le trataban. Los beduinos del aduar en que estaba hospedado fueron una noche alcanzados de una compañía de gente á caballo, enviada por Aben Habib para prender á Abderahman: preguntáronles por un jóven de Siria de tales señas, que los beduinos no dudaron que buscaban á su huesped Giafar Almanzor, que con este nombre le llamaban ellos, y recelando que no fuese para bien suyo, les responcieron: que cierto, el mismo que buscaban habia salido á caza de leones con otros jóvenes, y debian pasar la noche en valle. Partieron aquellos emisarios al indicado valle, y los honrados beduinos llegaron presurosos y manifestaron á su huesped lo que les habian preguntado y sus bien fundadas sospechas: agradecióles con lágrimas y sinceras espresiones lo que por él habian hecho, y acompañado de seis esforzados mancebos del aduar huyó durante la noche y protegido de sus, sombras á procurarse en mas apartados desiertos algun seguro asilo de los asechanzas de Aben Habib: atravesaron grandes llanuras y collados de arenas, oyeron sin temor el rugido de fieros leones, y continuando intrépidos

un cercano

1) Den Titel wali führten die Statthalter der arabischen Provinzen,

algunas jornadas llegaron á Tabart1) donde hallaron generosa acogida. Los hospedó en su casa un noble jeque 2) de los mas principales de la tribu zeneta, los visitaron en ella todos los de Tahart, y querian llevarlos a sus casas. No quiso Abderahman disimular aquí su origen y desgracias, sabiendo la nobleza y generosidad de esta tribu y que su madre Raha procedia de ella. Divulgada esta feliz circunstancia, todos los jeques zenetes le ofrecieron su amistad y favor, y se acrecentó la buena voluntad que ya le tenian y producia naturalmente su gentileza y afabilidad.

Entretanto en España continuaba la guerra civil: los muslimes de la España oriental mantenian el partido de los Alabdaries, que acaudillaba Amer ben Amrû el Coreiji: los de Andalucía У de tierra de Toledo, conducidos por el amir 3) Jusuf el Fehri, peleaban con varia fortuna contra ellos en las ásperas sierras de las fuentes del Tajo, posiciones difíciles que favorecian á los Alabdaries, que tenian ́ pocos caballos, y en ellos consistia la fuerza de la hueste de Jusuf el Fehri: se distinguió con hechos muy señalados el caudillo Wahib, hijo de Alabdari, en esta guerra de montaña el año ciento treinta y seis, y parte del ciento treinta y siete. Era el furor y la enemistad igual en ambas partes: los campos se talaban, los pueblos se destruian, todas las provincias estaban inquietas, y los habitantes sin seguridad y sin justicia, gravados con arbitrarias y violentas exacciones, forzados á seguir, segun las vicisitudes de las armas, uno u otro partido, detestando en su corazon de

ambos.

En este tiempo de calamidad algunos buenos muslimes de los que habian entrado en España el año ciento y trece del ejército de Coltum ben Ayadh el Maanic, entre otros Husam ben Melic de Damasco, Hosain ben Adagion el Ocaili, Hayût ben el Molemis Hadrami de Hemesa, Temam ben Alcama Abu Galib, Wahib ben Zahir, caudillos de gente de Siria establecida en España, en todos ochenta varones de integridad y prudencia, que veian con dolor los interminables males de la guerra civil, y el fuego de general discordia que incesantemente se encendia y acrecentaba: pospuesto todo temor, pero con la conveniente reserva y discrecion, se juntaron en Córdoba á conferir y consultar sin pasion, odio ni enemistad con los de ninguno de los dos

1) Stadt in Mauritanien, vier Tagereisen von Tremecen. 2) Scheich, Stammesältester. 3) Emir.

partidos, qué remedio podia hallarse para acabar la guerra civil y establecer en España un gobierno justo é independiente que asegurase la paz y quietud de los pueblos, la buena y constante administracion de justicia, la observancia de la ley, el premio de los buenos servicios, el castigo de los malhechores y una sucesion tranquila y permanente del mando. Hayût de Hemesa les dijo: que bien sabian las revueltas de oriente, la usurpacion de la soberanía del califado por los Alabâs contra los Omeyas, la tiránica arbitrariedad de los gobernadores de las provincias, así de las apartadas regiones orientales de Chowarezmia y Mawaralnahar, como de las occidentales de Egipto y de Africa, y el general desasosiego del imperio muslímico: que en España ellos conocian por experiencia que como pais tan apartado de oriente no podia esperarse que llegasen á tiempo los influjos de la justicia, aun cuando por fortuna ocupase el trono un califa tan justo como Abu Becre ú Omar: que por hartos años habian visto cuanto mal ocasionaba al gobierno de los pueblos la distancia del trono: que no debian esperar como débiles y tímidas aves el triunfo de alguno de los que contendian para hallar la paz y la justicia que anhelaban. Temam ben Alcama y otros muchos dijeron, que todos estaban persuadidos de las mismas razones: que todos creian que bien unida España, independiente de Asia y de Africa, regida por un buen príncipe seria el pais mas venturoso de la tierra; pero ¿donde iremos á buscar este príncipe que nos conviene? Callaron todos: entónces Wahib ben Zahir les dijo: no estrañeis que os proponga un jóven descendiente de nuestros antepasados califas, de la misma prosapia de nuestro Anobi Mahomad, en Africa vagaerrante entre las tribus bárbaras, y aunque perseguido y fugitivo está en ellas respetado y servido por su valor y su noble condicion. De Abderahman os hablo, hijo de Moavía, hijo del califa Hijèm ben Abdelmelic. Convinieron todos en este pensamiento, y nombraron a Temam ben Alcama y á Wahib ben Zahir, para que en nombre de los jeques de España, reunidos para el bien comun de ella, pidiesen á Abderahman ben Moavia que viniese con ellos á ser su amir y gobernar la España, que todos le ofrecian su fidelidad y obediencia, que querian que reinara en ella con absoluta independencia de los califas orientales y de todos sus gobernadores ó lugartenientes de Egipto y de Africa, y todos los buenos muslimes de España darian su vida por mantener su independencia y el imperio que le ofrecian.

Con mucho secreto partieron á Africa los encargados de esta mensajería, pretextando otros motivos de su partida, porque los parciales de Jusuf ó de Alabdari no lo entendiesen. Llegaron á Tahart, donde fueron bien recibidos de los jeques de la tribu zeneta, y presentados á Abderahman le comunicaron el propósito de su venida, y Temam ben Alcama le dijo: „Los muslimes de España, y en su nombre los principales jeques de aquellas tribus de Arabia, Siria y Egipto, nos envian á ofrecerte de todo buen corazon y buen talante no solo un asilo seguro contra tus enemigos, que este ya lo tienes en el amparo de estos nobles zenetes, sino el imperio de los pueblos de España; ya eres dueño de sus corazones, y en su buena voluntad y leal obediencia apoyarás tu honra con mas firmes fundamentos que los montes: algunos peligros y resistencia encontrarás; pero no estarás solo: verás á tu lado los esforzados caudillos, conquistadores de occidente, y los fieles pueblos que te desean y te llaman para que gobiernes aquel estado, que fué de tus abuelos: todos correrán á las peleas y á la muerte, si necesario fuese, para colocarte y mantenerte en la soberanía

que te ofrecen." Suspenso estuvo un poco Abderahman, y como esperando si Temam continuaba sus razones, y viéndolos pendientes de su respuesta, dijo:,, Ilustres caudillos, enviados de los muslimes de España, por vuestro bien y por corresponder à vuestros nobles deseos iré con vosotros, pelearé por vuestra causa, y si el Señor me ayuda y aprueba la obediencia que me ofreceis, tendreis en mí un hermano y compañero de vuestros peligros y prosperidades. Ni los trabajos ni las adversidades me intimidan, ni los horrores de las batallas y de la muerte me ponen espanto, que ya en pocos años la inconstante fortuna me ha enseñado á despreciar muchas veces la vida, y me ha puesto delante horrorosas imágenes de la muerte: y pues tal es como decís la voluntad de los honrados muslimes de España, yo soy contento de ser su caudillo y defensor, si Dios quiere.

Quedaron muy contentos de su determinacion los enviados, y le manifestaron cuanto convenia el secreto al buen término de sus cosas: les dijo Abderahman que en todo caso no podia dejar de participarlo á sus bienhechores, los jeques zenetes, que en esto nada se arriesgaba y él no partiria de allí sin hacer esta confianza. Dijéronle que á su discrecion quedaba todo. Sin mas dilatarlo habló á los jeques y les comunicó el negocio que traian aquellos caballeros, y la grave propuesta que le hacian: y con mucha

Span. Handb. I.

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