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sino para azibarar, ni aclara sino para enturbiar, y aun lo mas claro de él no deja de correr turbio. Llegaron á Ceuta, y el rey Tajfin sin consideracion à la magestad real envió preso al rey Aben Abed y á sus hijos á la ciudad de Agmât. En el camino un alarabe, llamado Abul Hasen Hasuri, hizo unos versos en elogio del infeliz Aben Abed, y aunque no eran comparables á los que le solia presentar Aben Zeidun, su privado, con todo eso se dice que le dió treinta y seis doblas de oro, que era todo lo que consigo llevaba, y la última merced que pudo hacer en su vida. En llegando á Agmât le encerraron en una torre donde vivió cuatro años con mucha pobreza, rodeado de sus hijas que le acompañaban y servian, si bien mas que de consuelo eran ocasion de acrecentar sus pesares y melancolía. Su amada Saida Cubra murió muy en breve, no pudiendo sufrir su corazon la desventura, pobreza y abatimiento de su esposo. Dice Aben Lebana que con ocasion de darle las pascuas entraron á visitarle algunos de los suyos en la torre donde estaba preso, y que le vieron rodeado de sus hijas que estaban vestidas de muy pobres y astrosos paños, y con todo esto dice que resplandecia en sus caras la magestad real, y debajo de aquellos pobres vestidos se descubria su delicadeza y mucha hermosura, que parecian como cuando el sol está eclipsado ó cubierto de nubes que ofuscan su resplandor, pero que no se oculta del todo su perfeccion: dice que era tan estrema su pobreza que llevaban sus pies descalzos y ganaban su sustento hilando, que como todos enmudeciesen de pesar, el rey Aben Abed dijo entonces una triste elegia, no sin lágrimas y profundo dolor. Sus hijos vivieron pobres en Africa, su hijo Amoated murió asesinado en Ramazan1) del año cuatro cientos ochenta y cuatro; y aquel dia habia enviado á su padre unos versos con un hijo suyo pequeño, en que le consolaba de su mala ventura. Y el mismo Aben Abed murió el año cuatro cientos ochenta y ocho: su reinado fué veinte y tres años. La dinastía de estos reyes de Sevilla duró setenta y tres años como él dice en unos versos, porque la poesía fué su recreo y desahogo, aun en sus mayores desgracias, y eran tan excelentes y bien sentidas sus cancio-. nes que eran vulgares y sabidas de todo género de gentes.

1) Der neunte muhammedanische Monat.

Toreno.

пед дога

Don José Maria Queipo de Llanos, Graf von Toreno, wurde im Jahre 1756 zu Oviedo geboren, machte seine Studien in Madrid und kehrte nach den Ereignissen von 1808 in seine Geburtsstadt zurück, entschlossen, sich ganz dem Dienste seines Vaterlandes zn widmen. Eine ausführliche Darstellung seiner politischen Laufbahn gehört nicht. hieher; wir wollen daher nur die Hauptthatsachen aus derselben hier anführen. Nachdem er 1809 die Unterhandlungen wegen der Allianz mit England geleitet hatte, war er 1810-12 Abgeordneter der Provinz Leon in den Cortes, wo er sich durch seine Vaterlandsliebe und feurige Beredsamkeit auszeichnete. Die politischen Stürme der folgenden Jahre vertrieben ihn aus seinem Vaterlande. Bis 1820 lebte er in Paris und kehrte alsdann nach Spanien zurück, wo er abermals seine heimathliche Provinz in den Cortes von 1820-1823 vertrat. Nach der Herstellung des absoluten Regiments musste wiederum nach Frankreich flüchten, kehrte in Folge der späteren theilweisen Amnestie zurück, wurde 1834 Finanzminister, 1835 Minister des Auswärtigen und Ministerpräsident, musste aber 1836 dem Ministerium Mendizabal weichen. Er wurde nun wieder Mitglied des Congresses und war in der Sitzungsperiode von 1837-1838 eine der Hauptstützen der französich-gesinnten Partei. Als 1841 die Partei der Moderados, zu welcher Toreno gehörte gestürzt wurde, ging er wieder nach Paris, wo er am 16. September 1843 starb.

er

Als Schriftsteller hat sich Toreno durch seine treffliche Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España, Madrid 1835-37. 5 Bnde. 8.; Paris 1851. 3 Bnde. 8. einen der geachtetsten Namen in der Geschichte der neueren spanischen Litteratur erworben.

Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España.

La tropa española en Dinamarca.

(Historia del levant. ect. Libro V.)

Hubiérase achacado á desvarío pocos meses antes el figurarse siquiera que aquellas tropas á tan gran distancia de su patria y rodeadas del inmenso poder y vigilancia de Napoleon, pisarian de nuevo el suelo español, burlándose de precauciones, y aun sirviéndoles para su empresa las mismas que contra su libertad se habian tomado. Constaba á la sazon su fuerza de 14,198 hombres, y se componia de la division que en la primavera de 1807 habia salido de España con el marques de la Romana, y de la que estaba en Toscana y se le juntó en el camino. Por agosto de aquel айо у á las órdenes del mariscal Bernardotte, príncipe de Ponte-Corvo, ocupaban dichas divisiones á Hamburgo y sus cercanías, despues de haber gloriosamente peleado algunos de los cuerpos en el sitio de Stralsunda. Resuelto Napoleon á enseñorearse de España, juzgó prudente colocarlos en paraje mas seguro, y con pretexto de una invasion en Suecia los aisló y dividió en el territorio danes. Estrecholos así entre el mar y su ejército. Napoleon determinó que ejecutasen aquel movimiento en marzo de 1808. Cruzó la vanguardia el pequeño Belt y desembarcó en Fionia. La impidió atravesar el gran Belt é ir á Zelandia la escuadra inglesa que apareció en aquellas aguas. Lo restante de la fuerza española detenida en el Sleswic, se situó despues en las islas de Langeland y Fionia y en la península de Jutlandia. continuó, excepto los regimientos de Asturias y Guadalajara, que de noche y precavidamente consiguieron pasar el gran Belt y entrar en Zelandia. Las novedades de España, aunque alteradas y tardías, habian penetrado en aquel apartado reino. Pocas eran las cartas que los españoles recibian, interceptando el gobierno frances las que hablaban de las mudanzas intentadas ó ya acaccidas. Causaba el silencio desasosiego en los ánimos, y aumentaba el disgusto el verse las tropas divididas y desparramadas.

Así

En tal congoja recibióse en junio un despacho de Don Mariano Luis de Urquijo para que se reconociese y prestase juramento á José 1), con la advertencia „,de que se diese

1) Dem Könige Joseph Bonaparte.

parte si habia en los regimientos algun individuo tan exaltado, que no quisiera conformarse con aquella soberana resolucion, desconociendo el interes de la familia real y de la nacion española." No acompañaron á este pliego otras cartas ó correspondencia, lo que despertó nuevas sospechas. Tambien el 24 del mismo mes habia al propio fin escrito al de la Romana el mariscal Bernadotte. El descontento de soldados У oficiales era grande, los susurros y hablillas muchos, y temíanse los jefes alguna seria desazon. Por tanto adoptáronse para cumplir la órden recibida convenientes medidas, que no del todo bastaron. En Fionia salieron gritos de entre las filas de Almansa y Princesa de viva España y muera Napoleon, y sobre todo el tercer batallon del último regimiento anduvo muy alterado. Los de Asturias y Guadalajara abiertamente se sublevaron en Zelandia, fué muerto un ayudante del general Fririon, y este hubiera perecido si el coronel del primer cuerpo no le hubiese escondido en su casa. Rodeados aquellos soldados fueron desarmados por tropas danesas. Hubo tambien quien juró con condicion de que José hubiese subido al trono sin oposicion del pueblo español. Cortapisa honrosa y que ponia á salvo la mas escrupulosa conciencia, aun en caso de que obligase un juramento engañoso, cuyo cumplimiento comprometia la suerte é independencia de la patria.

Mas semejantes ocurrencias excitaron mayor vigilancia en el gobierno frances. Aunque ofendidos é irritados, calladamente aguantaban los españoles hasta poder en cuerpo ó por separado libertarse de la mano que los oprimia. El mismo general en jefe vióse obligado à reconocer al nuevo rey, dirigiéndole, como á Bernadotte, una carta harto lisonjera La contradiccion que aparece entre este paso y su posterior conducta se explica con la situacion crítica de aquel general y su carácter; por lo que daremos de él У de su persona breve noticia.

Don Pedro Caro y Sureda, marques de la Romana, de una de los mas ilustres casas de Mallorca, habia nacido en Palma, capital de aquella isla. Su edad era la de 46 años, de pequeña estatura, mas de complexion recia y enjuta, acostumbrado su cuerpo á abstinencia y rigor. Tenia vasta lectura no desconociendo los autores clásicos latinos y griegos, cuyas lenguas poseia. De la marina pasó al ejército al empezar la guerra de Francia en 1793, y sirvió en Navarra á las órdenes de su tio, Don Juan Ventura Caro. Yendo de allí á Cataluña ascendió á general, y mostróse entendido

y bizarro. Obtuvo despues otros cargos. Habiendo ántes viajado en Francia, se le miró como hombre al caso para mandar la fuerza española que se enviaba al norte. Faltá bale la conveniente entereza, pecaba de distraido, cayendo en olvidos y raras contradicciones. Juguete de aduladores, se enredaba á veces en malos é inconsiderados pasos. Por fortuna en la ocasion actual no tuvieron cabida aviesas insinuaciones, así por la buena disposicion del marques, como tambien por ser casí unanime en favor de la causa nacional la decision de los oficiales y personas de cuenta que le

rodeaban.

Bien pronto en efecto se les ofreció ocasion de justificar los nobles sentimientos que los animaban. Desde junio los diputados de Galicia y Asturias habian procurado por medio de activa correspondencia ponerse en comunicacion con aquel ejército; mas en vano: sus cartas fueron interceptadas ó se retardaron en su arribo. su arribo. Tambien el gobierno ingles, envió un clérigo católico de nombre Robertson, el que si bien consiguió abocarse con el marques de la Romana, nada pudo entre ellos concluirse ni determinarse definitivamente. Miéntras tanto llegaron á Lóndres Don Juan Ruiz de Apodaca y Don Adrian Jácome, y como era urgente sacar, por decirlo así, de cautiverio á los soldados españoles de Dinamarca, concertáronse todos los diputados y resolvieron que los de Andalucía enviasen al baltico á su secretario, el oficial de marina Don Rafael Lobo, sugeto capaz y zeloso. Proporcionó buque el gobierno ingles, y haciéndose á la vela en julio arribó Lobo el 4 de agosto al gran Belt, en donde con el mismo objeto se habia apostado á las órdenes de Sir R. Keats parte de la escuadra inglesa que cruzaba en los mares del norte.

Don Rafael Lobo ancló delante de las islas dinamarquesas, á tiempo que en aquellas costas se habia despertado el cuidado de los franceses por la presencia y proximidad de dicha escuadra. Deseoso de avisar su venida empleó Lobo inutilmente varios medios de comunicar con tierra. Empezaba ya á desesperanzar, cuando el brioso arrojo del oficial de voluntarios de Cataluña, Don Juan Antonio Fabregues, puso termino á la angustia. Habia este ido con pliegos desde Langeland á Copenhague. A su vuelta con propósito de escaparse, en vez de regresar por el mismo paraje, buscó otro apartado, en donde se embarcó mediante un ajuste con dos pescadores. En la travesía columbrando tres navíos ngleses fondeados á cuatro leguas de la costa, arrebatado

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