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me procurásedes, de me seríades muy bien galardonada. Cierto, señor, dijo ella, por muy contenta me ternia en hacer servicio á tan alto hombre y tan buen caballero, como vos sois, si supiese en qué. Si me vos prometeis, dijo el rey, como leal doncella, de lo no descubrir sino allí donde es razon, yo os lo diré. Decidlo sin recelo, dijo ella, que enteramente por mi guardado os será. Pues amiga señora, dijo él, digo os que en fuerte hora yo miré la gran hermosura de Elisena, vuestra señora, que atormentado de cuitas y congojas soy hasta en punto de la muerte, en la cual si algun remedio no hallo, no se me podrá escusar. La doncella, que el corazon de su señora enteramente en este caso sabia, como ya arriba oistes, cuando esto oyó fué muy alegre y díjole: Mi señor, si me vos prometeis como rey, en todo guardar la verdad, á que mas que ningun otro que lo no sea obligado sois, y como caballero que segun vuestra fama por la sostener tantos afanes y peligros habrá pasado, de la tomar por muger cuando fuere tiempo, yo la porné en parte. donde no solamente vuestro corazon satisfecho sea, suyo, que tanto, ó por ventura mas que él, es en cuita y en dolor desa misma llaga herido; y si esto no se hace, ni vos la cobrareis ni yo creeré ser vuestras palabras de leal y honesto amor salidas. El rey, que en su voluntad estaba ya empremida la permision de Dios, para que desto si siguiese lo que adelante oireis, tomó la espada que cabe sí tenia, y poniendo la mano diestra en la cruz, dijo: Yo juro en esta cruz y espada, con que la órden de caballería recibí, de hacer eso que vos, doncella, me pedís, cada que por vuestra señora Elisena demandado me fuere. Pues agora holgad. Y partiéndose dél se

mas el

dijo ella, que yo cumpliré lo que dije. tornó á su señora, y contándole lo que con el rey concertara muy grande alegría en su animo puso. y abrazándola le dijo: Mi verdadera amiga, ¿cuando veré yo la hora, que en mis brazos tenga aquel, que por señor me habeis dado? Yo os lo diré, dijo ella. Ya sabeis, señora, como aquella cámara, en que el rey Perion está, tiene una puerta que á la huerta sale, por donde vuestro padre algunas veces se sale á recrear, que con las cortinas agora cubierta está, de que yo la llave tengo. Pues cuando el rey de allí salga, yo la abriré, y siendo tan noche que los del palacio sosieguen, por allí podremos entrar. sin que de ninguno sentidas seamos; V cuando sazon sea de salir, yo vos llamaré y tornaré vuestra cama. Elisena, que esto oyó, fué atónita de placer que no pudo hablar, y tornando en sí díjole: Mi amiga, en

vos dejo toda mi hacienda; mas ¿como se hará lo que decís? que mi padre está dentro en la cámara con el rey Perion, y si lo sintiese, seríamos todos en gran peligro. Eso, dijo la doncella, dejad á mí, que yo lo remediaré. Con esto se partieron de su hablar, y pasaron aquel dia los reyes y la reina y la infanta Elisena en su comer y cenar como ante. Y cuando fué noche, Darioleta apartó el escudero del rey Perion y díjole: Ay amigo, decidme, si sois hombre hidalgo. Sí soy, dijo él, y aun hijo de caballero; ¿mas porqué lo preguntais? Yo vos lo diré, dijo ella; porque querria saber de vos una cosa; ruego vos por la fé que á Dios debeis y al rey, vuestro señor, me la digais. Por santa Maria, dijo él, toda cosa que yo supiere vos diré, con tal que non sea en daño de mi señor. Eso vos otorgo yo, dijo la doncella; que ni vos preguntaré en daño suyo, ni vos terníades razon de me la decir. Mas lo que yo quiero saber es, que me digais: cual es la doncella que vuestro señor ama de estremado amor. Mi señor, dijo él, ama á todas en general, mas cierto no le conozco ninguna, que él ame de la guisa que decís. En esto hablando, llegó el rey Garinter donde ellos estaban hablando, y vió a Darioleta con el escudero, y llamándola le dijo: Tu, ¿qué tienes que hablar con el escudero del rey? Por Dios, señor, yo os lo diré: él me llamó y me dijo, que su señor ha por costumbre de dormir solo, y cierto que siente mucho empacho con vuestra compañía. El rey se partió della y fuése al rey Perion y díjole: Mi señor, yo tengo muchas cosas de librar en mi hacienda, y levántome á la hora de los maitines, y por no os dar enojo, tengo por bien que quedeis solo en la cámara. El rey Perion le dijo: Haced, señor, en ello como vos mas pluguiere. Así place á mí, dijo él. Entónces conoció él, que la doncella le dijera verdad, y mandó á sus reposteros, que luego sacasen su cama de la cámara del rey Perion. Cuando Darioleta vió, que así en efecto viniera lo que deseaba, fuése á Elisena, su señora, y contóselo todo como pasara. Amiga, dijo ella', agora creo, pues que Dios así lo endereza, que esto que al presente yerro parece, adelante será algun gran servicio suyo; y decidme lo que haremos, que la gran alegría que tengo me quita gran parte del juicio. Señora, dijo la doncella, hagamos esta noche lo que concertado está, que la puerta de la cámara que os dije, que yo la tengo abierta. Pues à vos dejo el cargo, de me llevar quando tiempo fuere, dijo Elisena. Allí estuvieron ellas hasta que todos se fueron á dormir.

En este vicio y placer estuvo allí el rey Perion diez dias, holgando todas las noches con aquella su muy amada amiga, en cabo de los cuales acordó, forzando su voluntad y las lágrimas de su señora, que no fueron pocas, de se partir. Así despedido del rey Garinter y de la reina, armado de todas armas, cuando quiso su espada ceñir no la halló, y no osó preguntar por ella, como quiera que mucho le dolia, porque era muy buena y hermosa; esto hacia, porque sus amores con Elisena descubiertos no fuesen y por no dar enojo al rey Garinter, y mandó á su escudero que otra espada le buscase, y así armado solamente las manos y la cabeza, encima de su caballo, no con otra compañía sino de su escudero, se puso en el camino derecho de su reino. Pero ántes habló con él Darioleta, diciéndole la gran cuita y soledad en que á su amiga dejaba, y él le dijo: Ay, mi amiga, yo vos la encomiendo como á mi proprio corazon. Y sacando de su dedo un muy hermoso anillo de dos que él traia, tal el uno como el otro, selo dió que le llevasse y trajesse por su amor. Así que Elisena quedó con mucha soledad y con grande dolor de su amigo, tanto que sino fuera por aquella doncella que la esforzaba mucho, á gran pena se pudiera sufrir, mas habiendo sus hablas con ella, algun descanso sentia. Pues así fueron pasando su tiempo, hasta que preñada se sintió, perdiendo el comer y el dormir y la su muy hermosa color. Allí fueron las cuitas y los dolores en mayor grado, y no sin causa, porque en aquella sazon era por ley establecido, que qualquiera muger, por de estado grande y senorio que fuese, si en adulterio se hallaba, no se podia en ninguna guisa escusar la muerte. Y esta tan cruel costumbre y pesima duró hasta la venida del muy virtuoso rey Artur, que fué el mejor rey de los que alli reinaron, y la revocó al tiempo que mató en batalla ante las puertas de Paris al Floyon. Pero muchos reyes reinaron entre él y el rey Lisuarte, que esta ley sostuvieron. Y como quiera que por aquellas palabras, que el rey Perion en su espada prometiere, como se os ha dicho, ante Dios sin culpa fuese, non lo era empero ante el mundo, habiendo sido tan ocultas. Pues pensar de lo hacer saber á su amigo no podia ser, que como él tan mancebo fuese y tan orgulloso de corazon, que nunca tomaba holganza en ninguna parte, sino por ganar honra y fama, que nunca su tiempo en otra cosa pasaba, sino andar de unas partes á otras como caballero andante. Así que por ninguna guisa ella remedio para su vida hallaba, no le pesando tanto por perder la vida del

mundo con la muerte, como la de aquel su muy amado señor y verdadero amigo. Mas aquel muy poderoso señor Dios, por permision del cual todo esto pasaba para su santo servicio, puso tal esfuerzo y discrecion á Darioleta, que ella bastó con su ayuda, de todo le reparar, como agora oireis.

Habia en aquel palacio del rey Garinter una cámara apartada de bóveda sobre un rio, que por allí pasaba; y tenia una puerta de hierro pequeña, por donde algunas veces al rio salian las doncellas á holgar, y estaba yerba, que en ella no albergaba ninguno. La cual por consejo de Darioleta Elisena á su padre y á su madre para reparo de su mala disposicion y vida solitaria, que siempre procuraba tener, demandó, y para rezar sus horas sin que de ninguno estorbada fuese, salvo de Darioleta que sus dolencias sabia, que la sirviese y la acompañase; lo cual ligeramente por ellos le fue otorgado, creyendo ser su intencion solamente reparar el cuerpo con mas salud y el alma con vida mas estrecha, y dieron la llave de la puerta pequeña á la doncella, que la guardase y abriese cuando su hija por allí se quisiese solazar. Pues aposentada Elisena allí donde oís, con algo de mas descanso por se ver en tal lugar (que á su parecer antes alli que en otro alguno su peligro reparar podia), hubo consejo con su doncella, qué se haria de lo que pariese. ¿Qué, señora? dijo ella. Que padezca, porque vos seais libre. ¡Ay, santa Maria! dijo Elisena ¿y como consentiré yo matar aquello, que fué engendrado por la cosa del mundo que yo mas amo? No cureis deso, dijo la doncella, que si os mataren, no dejarán á ello. Aunque yo como culpada muera, dijo ella, no querrán que la criatura inocente padezca. Dejemos agora de hablar mas en ello, dijo la doncella, que gran locura seria, por salvar una cosa sin provecho, que condenásemos a vos y á vuestro amado, que sin vos no podria vivir; y vos viviendo y él, otros hijos é hijas habreis, que el deseo deste os hará perder. Como esta doncella muy sesuda fuese y por la merced de Dios guiada. pensó ántes de la priesa tener el remedio, y fué así desta guisa que ella hubo cuatro tablas tan grandes, que así como arca una criatura con sus paños encerrar pudiese, y tanto larga como una espada, y hizo traer ciertas cosas para un betúmen, con que las pudiese juntar, sin que en ella ningun agua entrase, y guardólo todo debajo de su cama, sin que Elisena lo sintiese, hasta que por su mano juntó las tablas con aquel recio betúmen, y la hizo tan igual y tan bien formada, como si la hiciera un

maestro. Entonces la mostró á Elisena y díjole: Para que os parece que fué esto hecho? No sé, dijo ella. Saber lo heis, dijo la doncella. cuando menester será. Y ella dijo: Poco daria por saber cosa que se hace ni dice, que cerca estoy de perder mi bien y alegría. La doncella hubo gran duelo de así la ver, y viniéndole las lágrimas á los ojos, se le tiró delante porque no la viese llorar. Pues no tardó mucho. que a Elisena le vino el tiempo de parir, de que los dolores sintiendo como cosa tan nueva y tan estraña para ella, en grande amargura su corazon era puesto, como aquella que le convenia no poder gemir ni quejar, que su angustia con ello se doblaba. Mas en cabo de una pieza quiso el señor poderoso, que sin peligro suyo un hijo pariese. y tomándole la doncella en sus manos, vido que era hermoso si ventura hubiese, mas no tardó de poner en ejecucion lo que convenia, segun de antes lo pensara. y envolvióle en muy ricos paños, y pusolo cerca de su madre y trajo allí el arca que ya oistes. Y díjole Elisena: ¿Qué quereis hacer? Ponerlo aquí y lanzar en el rio, dijo ella, y por ventura guarecer podrá. La madre lo tenia en sus brazos llorando fieramente y diciendo: Mi hijo pequeño, cuan grave es à mi la vuestra cuita. La doncella tomó tinta y pargamino é hizo una carta que decia: Este es Amadis sin tiempo, hijo de rey; y sin tiempo decia ella, porque creia que luego seria muerto, y este nombre era allí muy preciado, porque así se llamaba un santo á quien la doncella le encomendó. Esta carta cubrió toda de cera, y puesta en una cuerda se la puso al cuello del niño. Elisena tenia el anillo, que el rey Perion le diera cuando se partió, y metiólo en la misma cuerda de la cera, y así mismo poniendo el niño dentro en el arca, pusieron la espada del rey Perion, que la primera noche que ella con él durmiera la echó de la mano en el suelo y por la doncella fué guardada, y aunque el rey la halló ménos, nunca osó por ella preguntar, porque el rey Garinter no hubiese enojo con aquellos que en la cámara entraban. Esto asi hecho, puso la tabla encima tan junta y bien calafateada, que agua ni otra cosa allí podia entrar, y tomándola en sus brazos y abriendo la puerta, la puso en el rio y dejóla ir; y como el agua era grande y recia, presto la pasó á la mar, que mas de media legua de allí no estaba. A esta sazon el alva parecia, y acaeció una hermosa maravilla de aquellas, que el señor muy alto, cuando á él place, suele hacer. Que en la mar iba una barca, en que un caballero de Escocia iba con su muger que de la pequeña Bretaña llevaba, parida de un

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