Lo que dura la furia del tormento. Que de la via espantosa atras me torne. Una sombra de bien se me presenta, Sin que de mí en el mundo se hablase. Así que del estado mas perdido Saco algun bien; mas luego en mí la suerte En un temor, que me ha puesto en olvido Y revuelta del vago pensamiento : Le di, que es causa , cuya fortaleza Es tal, que en cualquier parte que tocare, La hará revolver hasta que pare En aquel fin de lo terrible y fuerte, Que todo el mundo afirma que es la muerte. CANCION V. A LA FLOR DE GNIDO. Si de mi baja Lira Tanto pudiese el son, que en un momento Aplacase la ira Del animoso viento, Y la furia del mar y el movimiento: Y en ásperas montañas Con el suave canto enterneciese Las fieras alimañas, Los árboles moviese, Y al son confusamente los trujese: No pienses que cantado Seria de mí, hermosa flor de Gnido, A muerte convertido, De polvo y sangre, y de sudor teñido: Ni aquellos Capitanes En la sublime rueda colocados, El fiero cuello atados, Y los Franceses van domesticados. Mas solamente aquella Fuerza de tu beldad seria cantada, Tambien seria notada El aspereza de que estás armada. Y por tu gran valor y hermosura, Llora su desventura El miserable amante en tu figura. De quien tener se debe mas cuidado, Al remo condenado En la concha de Vénus amarrado. Por tí, como solia, Del áspero caballo no corrige La furia y gallardía; Ni con freno le rige, Ni con vivas espuelas ya le aflige. Por tí, con diestra mano No revuelve la espada presurosa, Huye la polvorosa Palestra, como sierpe ponzoñosa. En lugar de la cítara sonante Que con llanto abundante Hacen bañar el rostro del amante. Por tí, el mayor amigo Lo es importuno, grave y enojoso; Que ya del peligroso Naufragio fuí su puerto y su reposo, Vence el dolor á la razon perdida, Nunca fué aborrecida Tanto como yo dél, ni tan temida. No fuiste tú engendrada, Ni producida de la dura tierra; No debe ser notada Que ingratamente yerra Quien todo el otro error de sí destierra. Hágate temerosa El caso de Anaxárete, y cobarde |