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Lo que dura la furia del tormento.
No hay parte en mí que no se me trastorne,
Y que en torno de mí no esté llorando;
De nuevo protestando

Que de la via espantosa atras me torne.
Esto ya por razon no va fundado,
Ni le dan parte dello á mi juicio,
Que este discurso todo es ya perdido;
Mas es en tanto daño del sentido
Este dolor, y en tanto perjuicio,
Que todo lo sensible atormentado,
Del bien (si alguno tuvo) ya olvidado
Está de todo punto, y solo siente
La furia y el rigor del mal presente.
En medio de la fuerza del tormento

Una sombra de bien se me presenta,
Do el fiero ardor un poco se mitiga.
Figúraseme cierto á mi que sienta
Alguna parte de lo que yo siento
Aquella tan amada mi enemiga.
Es tan incomparable la fatiga,
Que si con algo yo no me engañase
Para poder llevalla, moriria,
Y así me acabaria

Sin

que de mí en el mundo se hablase. Así que del estado mas perdido

Saco algun bien; mas luego en mí la suerte
Trueca y revuelve el órden; que algun hora
Si el mal acaso un poco en mí mejora,
Aquel descanso luego se convierte

En un temor, que
Aquella por quien sola me he perdido.
Así del bien que un rato satisface,
Nace el dolor que el alma me deshace.
Cancion, si quien te viere se espantare
De la instabilidad y ligereza,

me ha puesto en olvido

Y revuelta del vago pensamiento :
Estable, grave y firme es el tormento;;

Le di, que es causa

, cuya fortaleza

Es tal, que en cualquier parte que tocare, La hará revolver hasta que pare

En aquel fin de lo terrible y fuerte,

Que todo el mundo afirma que es la muerte.

CANCION V.

A LA FLOR DE GNIDO.

Si de mi baja Lira

Tanto pudiese el son, que en un momento Aplacase la ira

Del animoso viento,

Y la furia del mar y el movimiento: Y en ásperas montañas

Con el suave canto enterneciese

Las fieras alimañas,

Los árboles moviese,

Y al son confusamente los trujese:

No pienses que cantado

Seria de mí, hermosa flor de Gnido,
El fiero Marte airado,

A muerte convertido,

De polvo y sangre, y de sudor teñido:

Ni aquellos Capitanes

En la sublime rueda colocados,
Por quien los Alemanes

El fiero cuello atados,

Y los Franceses van domesticados. Mas solamente aquella

Fuerza de tu beldad seria cantada,
Y alguna vez con ella

Tambien seria notada

El aspereza de que estás armada.
Y como por tí sola,

Y por tu gran valor y hermosura,
Convertida en viola

Llora su desventura

El miserable amante en tu figura.
Hablo de aquel cativo,

De quien tener se debe mas cuidado,
Que está muriendo vivo,

Al remo condenado

En la concha de Vénus amarrado.

Por tí, como solia,

Del áspero caballo no corrige

La furia y gallardía;

Ni con freno le rige,

Ni con vivas espuelas ya le aflige.

Por tí, con diestra mano

No revuelve la espada presurosa,
Y en el dudoso llano

Huye la polvorosa

Palestra, como sierpe ponzoñosa.
Por tí, su blanda Musa,

En lugar de la cítara sonante
Tristes querellas usa,

Que con llanto abundante

Hacen bañar el rostro del amante.

Por tí, el mayor amigo

Lo es importuno, grave y enojoso;
Yo puedo ser testigo,

Que ya del peligroso

Naufragio fuí su puerto y su reposo,
Y agora en tal manera

Vence el dolor á la razon perdida,
Que pouzoñosa fiera

Nunca fué aborrecida

Tanto como yo dél, ni tan temida.

No fuiste tú engendrada,

Ni producida de la dura tierra;

No debe ser notada

Que ingratamente yerra

Quien todo el otro error de sí destierra. Hágate temerosa

El caso de Anaxárete, y cobarde

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