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Con

cuyo son y acentos

A los airados vientos

Pudieras amansar, que agora es muda ; Me parece que oigo que á la cruda, Inexorable Diosa demandabas

Eu aquel paso ayuda:

Y tú, rústica Diosa, donde estabas ?
Ibate tanto en perseguir las fieras!
Ibate tanto eu un pastor dormido?
Cosa pudo bastar á tal crueza,
Que comovida á compasion, oido
A los votos y lágrimas no dieras,
Por no ver hecha tierra tal belleza?
¿O no ver la tristeza

En que tu NEMOROSO

Queda, que su reposo

Eră seguir su oficio, persiguiendo
Las fieras por los montes, y

ofreciendo

A tas sagradas aras los despojos?
Y tú, ingrata, riendo

Dejas morir mi bien ante mis ojos ?
Divina ELISA, pues agora el Cielo
Con inmortales pies pisas y mides,
I su mudanza ves, estando queda,

¿Por qué de mí te olvidas, y no pides Que se apresure el tiempo en que este velo Rompa del cuerpo, y ver me libre pueda ? ¿Y en la tercera rueda

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Busquemos otro ilano,

Busquemos otros montes y otros rios,
Otros valles floridos y sombríos,
Do descansar, y siempre pueda verte
Ante los ojos mios,

Sin miedo y sobresalto de perderte ?

Nunca pusieran fin al triste lloro
Los pastores, ni fueran acabadas
Las canciones que solo el monte oía,
Si mirando las nubes coloradas,
Al trasmontar del sol bordadas de oro,
No vieran que era ya pasado el dia.
La sombra se veia

Venir corriendo apriesa

Ya por

la falda espesa

Del altísimo monte, y

recordando

Ambos como de sueño, y acabando

El fugitivo sol de luz escaso

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Su ganado llevando

Se fuéron recogiendo paso á paso.

EGLOGA II.

ALBANIO. SALICIO. CAMILA. NEMOROSO...

ALBANIO.

En medio del invierno está templada
El agua dulce desta clara fuente
Y en el verano mas que nieve helada.
O claras ondas! como veo presente,
En viéndoos, la memoria de aquel dia,

De

que el alma temblar y arder se siente. En vuestra claridad vi mi alegría,

Escurecerse toda y entuviarse;
Cuando os cobré, perdí mi compañía,
¿Aquien pudiera igual tormento darse,
Que con lo que descansa otro afligido
Venga mi corazon á atormentarse?
El dulce murmurar de este ruido

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El mover de los árboles al viento, El suave olor del prado florecido, Podrian tornar de enfermo y descontento Cualquier pastor del mundo, alegre y sano, Yo solo en tanto bien morir me siento. O hermosura sobre el ser humano!

O claros ojos! ó cabellos de oro! O cuello de marfil ! ó blanca mano! ¿Como puede ora ser que en triste lloro Se convirtiese tan alegre vida, Y en tal pobreza todo mi tesoro ? Quiero mudar lugar, y á la partida Quizá me dejará parte del daño Que tiene el alma casi consumida. ¡Cuan vano imaginar, cuan claro engaño Es darme yo á entender que con partirme De mí se ha de partir un mal tamaño ! ¡Ay miembros fatigados, y cuan firme Es el dolor que os cansa y enflaquece! O si pudiese un rato aquí dormirme! Al que velando el bien nunca se ofrece, Quizá que el sueño le dará durmiendo Algun placer, que presto desparece.

En tus manos, ó sueño me encomiendo.

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SALICIO.

Caan bienaventurado

Aquel puede llamarse

Que con la dulce soledad se abraza,
Y vive descuidado,

Y lejos de empacharse

Eu lo que al alma impide y embaraza !
No ve la llena plaza,

Ni la soberbia puerta,
De los grandes Señores,

Ni los aduladores,

A quien la hambre del favor despierta :
No le será forzoso

Rogar, fingir, temer y estar quejoso. A la sombra holgando

De un alto pino ó robre,

O de alguna robusta y verde encina,
El ganado contando

De su manada pobre,

Que por la verde selva se avecina

Plata cendrada y fina,

Oro luciente y puro,
Bajo y vil le parece,

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