Con cuyo son y acentos A los airados vientos Pudieras amansar, que agora es muda ; Me parece que oigo que á la cruda, Inexorable Diosa demandabas Eu aquel paso ayuda: Y tú, rústica Diosa, donde estabas ? En que tu NEMOROSO Queda, que su reposo Eră seguir su oficio, persiguiendo ofreciendo A tas sagradas aras los despojos? Dejas morir mi bien ante mis ojos ? ¿Por qué de mí te olvidas, y no pides Que se apresure el tiempo en que este velo Rompa del cuerpo, y ver me libre pueda ? ¿Y en la tercera rueda Busquemos otro ilano, Busquemos otros montes y otros rios, Sin miedo y sobresalto de perderte ? Nunca pusieran fin al triste lloro Venir corriendo apriesa Ya por la falda espesa Del altísimo monte, y recordando Ambos como de sueño, y acabando El fugitivo sol de luz escaso Su ganado llevando Se fuéron recogiendo paso á paso. EGLOGA II. ALBANIO. SALICIO. CAMILA. NEMOROSO... ALBANIO. En medio del invierno está templada De que el alma temblar y arder se siente. En vuestra claridad vi mi alegría, Escurecerse toda y entuviarse; El mover de los árboles al viento, El suave olor del prado florecido, Podrian tornar de enfermo y descontento Cualquier pastor del mundo, alegre y sano, Yo solo en tanto bien morir me siento. O hermosura sobre el ser humano! O claros ojos! ó cabellos de oro! O cuello de marfil ! ó blanca mano! ¿Como puede ora ser que en triste lloro Se convirtiese tan alegre vida, Y en tal pobreza todo mi tesoro ? Quiero mudar lugar, y á la partida Quizá me dejará parte del daño Que tiene el alma casi consumida. ¡Cuan vano imaginar, cuan claro engaño Es darme yo á entender que con partirme De mí se ha de partir un mal tamaño ! ¡Ay miembros fatigados, y cuan firme Es el dolor que os cansa y enflaquece! O si pudiese un rato aquí dormirme! Al que velando el bien nunca se ofrece, Quizá que el sueño le dará durmiendo Algun placer, que presto desparece. En tus manos, ó sueño me encomiendo. SALICIO. Caan bienaventurado Aquel puede llamarse Que con la dulce soledad se abraza, Y lejos de empacharse Eu lo que al alma impide y embaraza ! Ni la soberbia puerta, Ni los aduladores, A quien la hambre del favor despierta : Rogar, fingir, temer y estar quejoso. A la sombra holgando De un alto pino ó robre, O de alguna robusta y verde encina, De su manada pobre, Que por la verde selva se avecina Plata cendrada y fina, Oro luciente y puro, |