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mundo preso con grandes cadenas; y como él finalmente, dejado el mundo, tomase el hábito en el monasterio de Clarevale, alegróse tanto el bienaventurado padre con esta conversion, que dijo en presencia de todos, que no era ménos admirable Cristo en la conversion de Fray Arnulfo, que en la resurreccion de Lázaro; pues estando él ligado con las ataduras de tantos vicios, y sepultado en el profundo de tantos deleites, le resuscitó Cristo y trajo á aquella nueva vida: la cual no fué ménos admirable en el suceso, que lo fué en la conversion. Y porque seria muy largo contar en particular todas sus virtudes, vengo á lo que hace á nuestro caso. Padecia este santo varon muchas veces una enfermedad de cólica, la cual le causaba tan grandes dolores, que le llegaban á punto de muerte. Y estando una vez así, casi sin sentido, perdida la habla, y tambien la esperanza de la vida, diéronle la extrema uncion, y él de ahí á poco volviendo sobre sí, comenzó subitamente á alabar á Dios y decir á grandes voces: Verdaderas son todas las cosas que dijiste, ó buen Jesu. Y como él repitiese muchas veces esta palabra, espantándose los monjes desto y preguntándole como estaba, y por qué decia aquello, ninguna cosa respondia, sino replicando la mesma sentencia: Verdaderas son todas las cosas que dijiste, ó buen Jesu. Algunos de los que allí estaban, decian que la grandeza de los dolores le habia privado de su juicio, y que por esto decia aquellas palabras. El entónces respondió: No es así, hermanos mios, no es así, sino que con todo mi juicio y entendimiento digo que son verdaderas todas las cosas que habló nuestro Salvador Jesu. Ellos respondieron: Nosotros tambien confesamos eso; mas ¿á qué propósito lo dices tú? Respondió él: Porque el señor dice en su evangelio que quien quiera que renunciare por su amor todas las aficiones de sus parientes, recebirá ciento tanto mas en este siglo, y despues la vida eterna en el otro. Pues yo experimento agora en mí, y confieso, que de presente recibo este ciento tanto mas en esta vida; porque os hago saber que la grandeza inmensa deste dolor que padezco, me es tan sabrosa por la firmeza de la esperanza, que por ella me han agora dado de mi salvacion, que no la trocaria por ciento tanto mas de lo que en este mundo dejé. Y si yo, siendo tan grande pecador, tal consolacion recibo con mis angustias, ¿cual será la que los santos y perfectos varones recibirán en sus alegrías? Porque verdaderamente el gozo espiritual que me causa esta esperanza, cien mil veces sobrepuja el gozo mundano que de presente en el mundo recibia. Diciendo él

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esto, maravilláronse todos de ver que un religioso lego y sin letras tales palabras dijese, si no manifiestamente se conocia que el Espíritu Santo, que en su ánima moraba, las decia.

En lo cual se ve claramente, como sin el estruendo y aparato de los bienes temporales del mundo, da Dios á los suyos mayor contentamiento y mayores cosas que las que por él dejaron; y por consiguiente, cuan engañados viven los que no creen que de presente se dé nada desto á la virtud.

Fragmento

del Sermon de la fiesta de la resurreccion del Señor.

Mas claro se mostró el sol en este dia que en todos los otros razon fué que le sirviese al señor con su luz en el dia de su alegría, como le sirvió escondiendo sus rayos en el dia de su pasion. Los cielos, que se cubrieron de luto viendo padecer á su Señor, por esconder su desnudez, en este dia con doblada caridad resplandecieron, viéndole salir del sepulcro vencedor. En tal dia como este ¿quien no se alegrara. En este se alegró toda la humanidad de Cristo, alegróse la tierra: hasta al mismo infierno cupo parte de esta general alegría.

Descendió pues el noble triunfador á los infiernos vestido de claridad y fortaleza... En el punto que el Señor allí bajó, luego aquella eternal noche resplandeció, y el estruendo de los que lamentaban cesó, y toda aquella cruel tienda de atormentadores tembló con la bajada del Salvador. Alli se turbaron los principados de Edom, y temblaron los poderes de Moab, y pasmaron los moradores de la tierra de Canaan.

Y todos en medio de sus tinieblas comenzaron entre si á murmurar y decir: ¿Quien es este tan fuerte, tan resplandeciente, tan poderoso? Nunca tal hombre como este se vió en nuestro infierno; nunca á estas cuevas tal persona nos envió el mundo, nuestro tributario. Acreedor es este, no deudor; quebrantador nuestro, no pecador. Juez parece, no culpado: á pelear viene, no á penar. Decid: adonde estaban nuestras guardas porteros, cuando este conquistador rompió nuestras puertas y cerraduras? ¿Como ha entrado por fuerza? ¿Quien será este que tanto puede? Si este fuese culpado, no seria tan osado: si tuviera alguna escuridad de pecado, no resplandecerian nuestras tinieblas con su luz. Mas si es Dios, ¿qué hace en el infierno? Si es hombre, ¿como tiene tanto atrevimiento? Si es Dios, ¿qué hace en el sepulcro? y si es

hombre, ¿como despoja nuestro limbo? ¡O cruz, como tienes burladas nuestras esperanzas y causada nuestra perdicion! En un árbol alcanzamos todas nuestras riquezas, y ahora en el de la cruz las perdimos.

Tales cosas decian y murmuraban entre sí aquellas compañías infernales, cuando el noble triunfador entró á libertar sus cautivos. Allí estaban recogidas todas las almas de los justos que desde el principio del mundo hasta aquel dia habian salido de esta vida. Allí estaba un profeta aserrado, otro apedreado; otro quebradas las cervices con una barra de hierro; y otros que con otras maneras de muertes gloriosas glorificaron al Señor. ¡O compañía gloriosa! ¡O nobilísimo tesoro! ¡O riquísima parte del triunfo de Cristo! Alli estaban aquellos dos primeros padres, pobladores del mundo: que así como fueron los primeros en la culpa, así lo fueron en la fé y esperanza. Allí estaba aquel santo viejo, que con la fábrica de aquella grande arca guardó los que despues volvieron á poblar el mundo, acabadas las aguas del diluvio. Allí estaba el padre de los creyentes, el cual primero mereció recebir el testamento de Dios, y en su carne la señal y divisa de los del pueblo de Dios. Allí estaba el santo padre de las doce tribus, que ganando con ropas ajenas y hábito estranjero la bendicion de su padre, figuró el misterio de la humanidad y encarnacion del Verbo divino. Allí estaba, tambien como huésped y nuevo morador de aquella tierra, el santo Baptista y el bienaventurado Simeon, que no quiso salir del mundo hasta ver con sus ojos el remedio de él, y recebirlo en sus brazos y cantar, antes que muriese, suavisimamente aquel tan dulce cántico. Alli tenia tambien su lugar el pobrecillo Lázaro del evangelio, que por la paciencia de sus llagas mereció ser participante de tan noble compañía y esperanza.

Todo este coro de almas santas esperaba allí gimiendo y suspirando por este dia: y en medio de todos ellos, como maestro de aquella capilla, aquel santo rey y profeta David repetia sin cesar aquella su antigua lamentacion, diciendo: Así como el ciervo desea las fuentes de las aguas, así desea mi alma á tí, mi Dios. Fuéronme mis lágrimas pan de dia y de noche, en cuanto dicen á mi alma: „¿adonde está tu Dios?" O santo rey! si esa es la causa de tu lamentacion, cese ya ese cantar, porque aquí está ya tu Dios presente, y aquí está tu Salvador. Muda ya ese cantar, y canta el que mucho ántes en espíritu cantaste, cuando escribiste: ,,Bendijiste, Señor, tu tierra; sacaste de captiverio á Jacob;

perdonaste la maldad de tu pueblo; disimulaste la muchedumbre de sus culpas." Y tú, santo Hieremias, que por este Señor fuiste apedreado, cierra ya el libro de tus lamentaciones por la destruicion de tu ciudad y templo, porque presto verás otro mejor templo reedificado, y otra mas hermosa Hierusalem por todo el mundo renovada.

Perez.

поздра

Eine ausführliche Darstellung der Begebenheiten, welche sich an diesen merkwürdigen Mann knüpfen, der eine Zeitlang der Günstling Philipps II. war, und später, obwohl nicht ohne eigene schwere Schuld, ein Opfer der Tyrannei des finstern Monarchen wurde, gehört der politischen Geschichte an. Wir müssen uns hier begnügen, nur die Hauptthatsachen aus Perez' Leben kurz anzuführen, und es dem Leser überlassen, über die Einzelnheiten desselben, welche erst in neueren Zeiten zum Gegenstande unparteiischer Untersuchungen gemacht worden sind, in den ausführlichen Geschichtswerken und einzelnen Monographieen, von denen wir nur die treffliche Schrift Mignet's: Antonio Perez et Philippe II. 2de édit. Paris, 1846. 8. und: Antonio Perez, estudios históricos por D. Salvador Bermudez de Castro. Madrid, 1842. 8. nennen, weitere Belehrung zu suchen.

Antonio Perez war der natürliche Sohn des Gonzalo Perez, Geheimschreibers Karls V., und wurde im J. 1539 zu Madrid geboren. Nachdem er in Löwen und Venedig seine Studien gemacht hatte und einige Jahre lang seinem Vater auf Reisen gefolgt war, wurde er anfangs Secretär des Cardinals Espinosa. Später bei Hofe eingeführt, gelang es ihm durch seine Talente und seine Geschmeidigkeit das Vertrauen Philipps II. in hohem Maasse zu gewinnen und sich nach und nach bis zu der Stellung eines Staatssecretärs für die castilianischen Angelegenheiten aufzuschwingen. Bis zum Jahre 1579 erhielt er sich unverändert in der Gunst des Königs. Um so überraschender war es daher, als er am 29. Juni des genannten Jahres plötzlich verhaftet wurde, angeklagt des im Jahre vorher an dem Secretär Johanns von Oesterreich, Escovedo, begangenen Mordes. Dieser Mord war, wie nach unparteiischen Untersuchungen nicht bezweifelt werden kann, auf Philipps Anstiften geschehen, und die Anklage

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