basen á algun puerto de esta peninsula. Esto formaba un punto muy principal de las instrucciones que llevaban los comandantes de escuadras, navios y galeras. Era muy arreglado á la buena politica, y podia abrir mucho camino para los proyectos futuros; pero el abuso de esta sabia precaucion hubo de tener malos efectos con un lance sucedido en Cartagena. El caso es, que llegó a aquel puerto una corta escuadra francesa. Su comandante destacó un oficial en una lancha para presentarse al gobernador y cumplimentarlo de su parte; pero le mandó, que antes de desembarcar en el muelle, observase, si en el traje de los españoles habia alguna particularidad que pudiese imitar la oficialidad francesa, para conformarse cuanto pudiese con las costumbres del pais; y que le diese parte inmediatamente, antes de saltar en tierra. Llegó al muelle el oficial à las dos de la tarde, tiempo el mas caloroso de una siesta de Julio. Miró qué gentes acudian al desembarcadero; pero el rigor del calor habia despoblado el muelle, y solo habia en él por casualidad un grave religioso con sus anteojos puestos, y no lejos un caballero anciano tambien con anteojos. El oficial frances, mozo intrépido, mas apto para llevar un brulote á incendiar una escuadra ó para abordar un navío enemigo, que para hacer especulaciones morales sobre las costumbres de los pueblos, infirió que todo vasallo de la corona de España de cualquier sexo, edad ó clase que fuese, estaba obligado por alguna ley hecha en córtes, ó por alguna pragmática sancion en fuerza de ley, á llevar de dia y de noche un par de anteojos por lo menos. Volvió á bordo de su comandante, y le dió parte de lo que habia observado. Decir cual fué el apuro de toda la oficialidad para hallar tantos pares de anteojos cuantas narices habia, es imposible. imposible. Quiso la casualidad, que un criado de un oficial que hacia algun género de comercio en los viajes de su amo, llevase unas cuantas docenas; y de contado se pusieron los suyos el oficial, algunos que lo acompañaban y la tripulacion de la lancha, de vuelta para el desembarcadero. Cuando llegaron á él, la noticia de haber entrado la escuadra francesa habia llenado el muelle de gente, cuya sorpresa no fué comparable con cosa de este mundo, cuando desembarcaron los franceses, mozos por la mayor parte, primorosos en su traje, alegres en su porte y cargados con tan importunos muebles. Dos ó tres compañías de soldados de galeras, que componian parte de la guarnicion, habian concurrido con el pueblo; y como aquella especie de tropa anfibia se componia de la gente mas deslavada de España, no pudieron contener la risa. Los franceses, poco sufridos, preguntaron la causa de aquella mofa con mas gana de castigarla que de inquirirla. Los españoles duplicaron las carcajadas, y la cosa paró en lo que se puede creer entre el vulgo soldadėsco. Al alboroto acudió el gobernador de la plaza y el comandante de la escuadra. La prudencia de ambos, conociendo de donde dimanaba el desórden y las consecuencias que podia tener, apaciguó con algun trabajo la gente, no habiendo tenido poco para entenderse los dos jefes, pues ni este entendia el español, ni aquel el frances; y menos se entendian un capellan de la armada y un clérigo de la plaza, que con ánimo de ser intérpretes empezaron á hablar latin, y nada comprehendian de las mutuas preguntas y respuestas por la gran curiosidad y por la variedad de la pronunciacion, y el mucho tiempo que el primero gastó en reirse del segundo, porque pronunciaba asperamente la u, y el segundo del primero, porque pronunciaba el diptongo au como o, mientras los soldados y marineros se mataban. Del mismo al mismo. (Cart. Marr. 61.) En esta nacion hay un libro muy aplaudido por todas las demas1). Lo he leido, y me ha gustado sin duda; pero no deja de mortificarme la sospecha de que el sentido literal es uno, y el verdadero es otro muy diferente..... Lo que se lee es una serie de extravagancias de un loco, que cree que hay gigantes, encantadoras etc., algunas sentencias en boca de un necio, y muchas escenas de la vida bien criticadas; pero lo que hay debajo de esta apariencia es en mi concepto un conjunto de materias profundas é importantes. Creo que el carácter de algunos escritores europeos (hablo de los clásicos de cada nacion) es el siguiente. Los españoles escriben la mitad de lo que imaginan: los franceses mas de lo que piensan, por la calidad de su estilo: los alemanes lo dicen todo, pero de manera que la mitad no les entiende: los ingleses escriben para sí solos. 1) Er meint den Don Quijote. se Span. Handb. I. 39 Muñoz. Juan Bautista Muñoz, geboren 1745 in Museros bei Valencia, studirte in letzterer Stadt und erhielt schon in seinem zwanzigsten Jahre den Lehrstuhl der Philosophie daselbst. In dieser Stellung, so wie durch verschiedene zum grossen Theil lateinisch abgefasste Schriften, deren Erwähnung jedoch nicht hieher gehört, erwarb er sich das ausserordentliche Verdienst, die neuere Philosophie statt der damals in Spanien noch immer herrschenden scholastischen in die spanische Wissenschaft einzuführen. In seinem reiferen Alter wurde er zum Historiographen von Indien ernannt und erhielt als solcher im Jahre 1779 von der Regierung den Auftrag, die Geschichte Americas zu schreiben. Zu diesem Zwecke durchreiste er mehrere Jahre lang ganz Spanien und Portugal, durchforschte die Archive von Simancas, Sevilla, Cadix und Lissabon, und kehrte mit einer reichen Sammlung bisher ganz unbekannter oder unbenutzter Documente, Originalbriefen von Columbus, Pizarro, Jimenes u. s. w., zurück. Der erste Band seiner Historia del Nuevo Mundo erschien zu Madrid 1793. 4., und enthält die Geschichte der Entdeckungen und Eroberungen in der neuen Welt bis zum Ausgange des funfzehnten Jahrhunderts. Leider blieb dieser Band der einzige. Bald nach seiner Vollendung sah sich Muñoz durch anhaltende Kränklichkeit genöthigt, seine Arbeit über ein Jahr lang zu unterbrechen. Endlich konnte er dieselbe wieder aufnehmen und hatte zwei neue Bände, welche seine Geschichte bis zum Jahre 1516 fortsetzten, im Manuskripte vollendet, als ein Schlagfluss am 19. Juli 1799 seinem Leben ein Ende mackte. Diese handschriftlich hinterlassenen Bände sind nie gedruckt worden; auch hat kein Anderer den Versuch gemacht, die Arbeit fortzusetzen, deren erster Theil indessen durch die klassisch schöne Darstellung und Sprache, so wie durch die tiefe ganz des Reformators der spanischen Philo sophie würdige Auffassung zur Genüge erkennen lässt, dass das Werk, von Muñoz vollendet, eins der trefflichsten Geschichtswerke der spanischen Litteratur geworden wäre. Mit vollem Rechte zählen daher die Spanier selbst dieses Fragment zu ihren klassischen Schriften und namentlich zu den besten neueren Mustern ihrer Prosa. Die Academie der Geschichte zu Madrid, welche sich durch den Muñoz gewordenen ehrenvollen Auftrag in ihren Rechten gekränkt sah und wahrscheinlich den philosophischen Historiker in ihm hasste, unterwarf übrigens seine Geschichte einer genauen Prüfung, musste sich jedoch, da sie trotz aller Mühe nichts daran zu tadeln finden konnte, zuletzt damit begnügen, ihm einen Druckfehler zum Vorwurfe zu machen. Historia del Nuevo Mundo. Cristóval Colon. (Historia del Nuevo Mundo. Lib. II. Cap. 11–33.) Teníanse algunas noticias fidedignas de los términos orientales del continente antiguo desde la península de Malaca hasta la de Corea por las relaciones de Marco Polo, el primero y último europeo que se supiese haber visitado regiones tan distantes. De los millares de islas derramadas por el archipiélago asiático comunicó el mismo ciertas nociones vagas habidas de los pilotos chinos. El anchuroso espacio contenido entre aquellas islas y las del Africa, ocupadas poco antes por los españoles y portugueses, era todavía para nuestros navegantes, nada menos que para los árabes, un mar de tinieblas. Su enorme grandeza habia hecho sospechar en todos tiempos que allí se ocultaban tierras de increible extension. Empero bien consideradas todas las autoridades, tradiciones y cartas, en nada habia certidumbre, ni aun probabilidad tan fundada, que pudiese librar de la nota de temerario y loco á quien se arrojase á buscar aventuras sin destino en un inmenso piélago. En vano las habian buscado los antiguos cartagineses, los árabes del tiempo medio, y los modernos descubridores de Portugal y España. La infructuosa porfía de los últimos parecia una demonstracion clara, de que si realmente existian las decantadas tierras occidentales, no estaban á una distancia proporcionada de aquellas adonde era necesario volver para salvar las vidas. Persistiendo esta necesidad, ni los aventureros podian internarse lo suficiente en el golfo, ni hubieran insistido mucho en unas tentativas tan inútiles como arriesgadas y costosas. Mas la eterna providencia, al tiempo que habia destinado abrir la mutua comunicacion de ambos mundos, deparó un hombre extraordinario que descubriese caminos nuevos. Fué este Cristóval Colombo ó Colon, como él quiso llamarse despues de establecido en España, naturalizando su persona y apellido en el pais, donde meditó y logró hacerse cabeza de una ilustrísima familia. Nació en la ciudad de Génova por los años 1446. Su padre Domingo, aunque ciudadano de aquella capital, tenia fábrica y tienda de tegidos de lana, no alcanzando á la honrada subsistencia de su casa las posesiones del corto patrimonio que le habian dejado sus mayores en el Placentino. Empleó Cristóval la tierna edad en el estudio de las letras: poco tardó en aprender la lengua latina y los principios matemáticos que bastaban para entender los autores de cosmografia, á cuya lectura se mostró particularmente inclinado. A los catorce años, vuelto de la universidad de Pavía á su patria, emprendió la profesion náutica, y la siguió por veinte y tres continuos con tal aplicacion y constancia, que jamas estuvo fuera del mar tiempo considerable. Tuvo industria para satisfacer su ilimitada curiosidad, navegando todos los mares frecuentados por los europeos. Y aun con deseo de adelantar sobre lo conocido discurrió por el océano septentrional cien leguas mas allá de la isla de Islandia, la última Thule, ó límite de lo que se creyó navegable hasta aquella era. Donde quiera que aportase procuraba trato y conversacion con los naturales para adquirir noticias de la tierra. Las cuales comparaba con los escritos de los autores, y enriquecia con observaciones propias. A esta práctica tan ingeniosa y diligente añadió el conocimiento de las ciencias auxiliares de la navegacion, el uso de la sana astronomía, el arte del dibujo geográfico, y mano expedita y primorosa para delinear y construir cartas, esferas y otros instrumentos. Para consumar la carrera, y grangearse el alto honor y estado á que le incitaban sus generosos pensamientos, se estableció en Lisboa hácia fines del reinado de Alfonso V. Y entonces los portugueses obtenian justamente el concepto universal de primeros navegantes del mundo; y el ministerio, enseñado del infante D. Enrique y de la experiencia, hacia buen acogimiento y partido á cualesquiera extrangeros aven |