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de noble inspiracion tiró del sable, y ordenó á los dos pescadores, únicos que gobernaban la nave, hacer rumbo á la escuadra inglesa. Un soldado español que iba en su compañía, ignorando su intento, arredróse y dejó caer el fusi de las manos. Con presteza cogió el arma uno de los marineros, y mal lo hubiera pasado Fabregues, si pronto y resuelto este, dando al danes un sablazo en la muñeca, no le hubiese desarmado. Forzados pues se vieron los dos pescadores á obedecer al intrépido español. Déjase discurrir de cuanto gozo se embargarian los sentidos de Fabregues al encontrarse á bordo con Lobo, como tambien cuanta seria la satisfaccion del último, cerciorándose de que la suerte le proporcionaba seguro conducto de tratar y corresponder con los jefes españoles.

No desperdiciaron ni uno ni otro el tiempo que entónces era á todos precioso. Fabregues á pesar del riesgo se encargó de llevar la correspondencia, y de noche y á hurtadillas le echó en la costa de Langeland un bote ingles. Avistóse á su arribo y sin tardanza con el comandante español, que tambien lo era de su cuerpo, Don Ambrosio de la Cuadra, confiado en su militar honradez. No se engañó, porque asintiendo este á tan digna determinacion, prontamente y disfrazado despachó al mismo Fabregues para que diese cuenta de lo que pasaba al marques de la Romana. Trasladóse á Fionia, en donde estaba el cuartel general, y desempeñó en breve y con gran zelo su encargo.

Causaron allí las nuevas que traia profunda impresion. Crítica era en verdad y apurada la posicion de su jefe. Como buen patricio anhelaba seguir el pendon nacional, mas como caudillo de un ejército pesábale la responsabilidad en que incurriria, si su noble intento se desgraciaba. Perplejo se hubiera quizá mantenido á no haberle estimulado con su opinion y consejos los demas oficiales. Decidióse en fin al embarco, y convino secretamente con los ingleses en el modo y forma de ejecutarle. Al principio se habia pensado en que se suspendiese hasta que, noticiosas del plan acordado, las tropas que habia en Zelandia y Jutlandia se moviesen todas á un tiempo ántes de despertar el recelo de los franceses. Mas informados estos de haber Fabregues comunicado con la escuadra inglesa, menester fué acelerar la operacion trazada.

Dieron principio á ella los que estaban en Langeland enseñoreándose de la isla. Prosiguió Romana y se apoderó el 9 de agosto de la ciudad de Nyborg, punto importante

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para embarcarse y repeler cualquiera ataque que intentasen 3000 soldados dinamarqueses existentes en Fionia. Los españoles acuartelados en Swendborg y Faaborg al mediodia de la misma isla, se embarcaron para Langeland tambien el 9, y tomaron tierra desembarazadamente. Con mas obstáculos tropezó el regimiento de Zamora, acantonado en Friedericia: engañóle Don Juan de Kindelan, segundo de Romana, que allí mandaba. Aparentando desear lo mismo. que sus soldados, dispusose á partir y aun embarcó su equipaje; pero en el entretanto no solo dió aviso de lo que ocurria al mariscal Bernadotte, sino que temiendo que se descubriese su perfidia, cautelosamente y por una puerta falsa se escapó de su casa. Amenazados por aquel desgraciado incidente apresuráronse los de Zamora á pasar á Middlefahrt, y sin descanso caminaron desde allí por espacio de veintiuna horas, hasta incorporarse en Nyborg con la fuerza principal, habiendo andado en tan breve tiempo mas de dieciocho leguas de España. Huido Kindelan y advertidos los franceses, parecia imposible que se salvasen los otros regimientos que habia en Jutlandia: con todo lo consiguieron dos de ellos. Fué el primero el de caballería del Rey. Ocupaba á Aarhuus, y por el cuidado y zelo de su anciano coronel, fletando barcas salvóse y arribó á Nyborg. Otro tanto sucedió con el del Infante, tambien de caballería, situado en Manders y por consiguiente mas lėjos y al norte. No tuvo igual dicha el de Algarbe, único que allí quedaba. Retardó su marcha por indecision de su coronel, y aunque mas cerca de Fionia que los otros dos fué sorprendido por las tropas francesas. En aquel encuentro el capitan Costa, que mandaba un escuadron, al verse vendido prefirió acabar con su vida tirándose un pistoletazo. Imposible fué á los regimientos de Asturias y Guadalajara acudir al punto de Corsoer, que se les habia indicado como el mas vecino á Nyburg desde la costa opuesta de Zelandia. Desarmados antes, segun hemos visto, y cuidadosamente observados, envolviéronlos las tropas danesas al ir á ejecutar su pensamiento. Así que entre estos dos cuerpos, el de Algarbe de caballería, algunas partidas sueltas y varios oficiales ausentes por comision ó motivo particular, quedaron en el norte 5160 hombres, y 9038 fueron los que unidos en Langeland y pasada reseña se contaron prontos á dar la vela. Abandonáronse los caballos, no habiendo ni transportes ni tiempo para embarcarlos. Muchos de los ginetes no tuvieron ánimo para matarlos, y siendo enteros y viéndose

solos y sin freno, se extendieron por la comarca y esparcieron el desórden y espanto.

Don Juan de Kindelan habia en el intermedio llegado al cuartel general de Bernardotte, y no contento con los avisos dados, descubrió al capitan de artillería Don José Guerrero, encargado por Romana de una comision importante en el Sleswic. Arrestaronle, y enfurecido con la alevosía de Kindelan apellidól traidor delante de Bernardotte, quedando aquel avergonzado y mirándole despues al soslayo los mismos á quienes servia: merecido galardon á su villano proceder. Salvó la vida á Guerrero la hidalga generosidad del mariscal frances, quien le dejó escapar y aun en secreto le proporcionó dinero.

Mas al paso que tan dignamente se portaba con un oficial honrado y benemérito, forzoso le fué, obrando como general, poner en práctica cuantos medios estaban á su alcance para estorbar la evasion de los españoles. Ya no era dado ejecutarlo por la violencia. Acudió a proclamas y exhortaciones, esparciendo ademas sus agentes falsas nuevas, y procurando sembrar rencillas y desavenencias. Pero cuan grandioso espectáculo no ofrecieron los soldados españoles en respuesta á aquellos escritos y manejos! Juntos en Langeland, clavadas sus banderas en medio de un círculo que formaron, y ante ellas hincados de rodillas, juraron con lágrimas de ternura y despecho ser fieles á su amada patria y desechar seductoras ofertas. No, la antiguedad con todo el realce que dan á sus acciones el transcurso del tiempo y la elocuente pluma de sus egregios escritores, no nos ha transmitido ningun suceso que á este se aventaje. Nobles é intrépidos sin duda fueron los griegos, cuando unidos á la voz de Jenofonte para volver a su patria, dieron á las falaces promesas del rey de Persia aquella elevada y sencilla respuesta: „Hemos resuelto atravesar el pais pacificamente si se nos deja retirarnos al suelo patrio, y pelear hasta morir si alguno nos lo impidiese." Mas á los griegos no les quedaba otro partido que la esclavitud ó la muerte; á los españoles, permaneciendo sosegados y sujetos á Napoleon, con largueza se les hubieran dispensado premios y honores. Aventurándose á tornar á su patria, los unos, llegados que fuesen, esperaban vivir tranquilos y honrados en sus hogares; los otros, si bien con nuevo lustre, iban á empeñarse en una guerra larga, dura y azarosa, exponiéndose, si caian prisioneros, á la tremenda venganza del emperador de los franceses.

Urgiendo volver á España, y siendo prudente alejarse de costas dominadas por un poderoso enemigo, abreviaron la partida de Langeland, y el 13 se hicieron á la vela para Gotemburgo en Suecia. En aquel puerto, entónces amigo, aguardaron transportes, y ántes de mucho dirigieron el rumbo a las playas de su patria.

Donoso Cortes.

Don on Juan Donoso Cortés wurde im Jahre 1809 in dem kleinen Orte el Valle in Estremadura geboren. Er studirte in Salamanca und Sevilla Philosophie und Jurisprudenz, konnte aber, als er sich im Jahre 1829 zur Advocatur meldete, nicht zugelassen werden, weil er das erforderliche Alter noch nicht erreicht hatte. Inzwischen erhielt er den Lehrstuhl der schönen Wissenschaften an dem neu gestifteten Collegium von Cáceres. Im Jahre 1832, während der schweren Krankheit Ferdinands VII., war er es, der im Interesse der Infantin Isabella durch seine Verbindungen in Estremadura diese Provinz bewog, sich entschieden für das alte Successionsrecht zu erklären. Nach dem Ministerwechsel richtete er an die Königin Regentin eine Denkschrift über die Lage der Monarchie und das unzweifelhafte Thronfolgerecht Isabella's. Die in dieser Schrift ausgesprochenen Ansichten erschienen jedoch zu liberal, und ihre Veröffentlichung musste unterbleiben. Im Februar 1833 wurde er Oficial im Justizministerium und 1834 Secretär der Königin. Im folgenden Jahre wurde er mit dem General Rodil nach Estremadura gesandt, um die aufständische Provinz zum Gehorsam zu bringen. Der Lohn für den ausgezeichneten Erfolg seiner Sendung war der Orden Karls III. Anfangs 1836 wurde er Sectionschef im Justizministerium und wenige Monate darauf Secretär des Ministerraths, welcher letzteren Stellung er jedoch bald wieder entsagte. Zu den von Isturiz berufenen Cortes, welche bekanntlich wegen der gleich darauf folgenden Revolution von La Granja nicht zusammentraten, war er zum Abgeordneten für Badajoz gewählt worden. Etwas später erhielt er den Lehrstuhl des Staatsrechts am Athenäum zu Madrid, und dirigirte eine Zeitlang das Porvenir. In den Cortes von 1839 war er Deputirter von Cadiz und nach der Prorogation dieser Versamm

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