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buena inteligencia y armonía, que es la mas urgente é imperio sa condición de la existencia y bienestar de dos pueblos limítrofes.

Si, ont a nuestras esperanzas, se persistiese en apellidar deberes, nuestros favores, sería un menoscabo de nuestra soberanía, reprobado por el decoro; y si se pretendiese conservar el todo ó gran parte de los 300,000 pesos anuales que hemos estado pagando de contribución indirecta á Bolivia, no sería consultar la utilidad del Perú, sino sancionar la ruina de su agricultura y comercio. En tal caso, preferible es, que continúe la actual interdicción, ó volvernos á colocar bajo el influjo del decreto de 842 y del nuestro de Noviembre. No se nos oculta, que semejante estado sería violento, de transición, que haría padecer á nuestras provincias del Sur; pero también padecería Bolivia, y sus padecimientos le harían al fin comprender los del vecino, y la necesidad de ser equitativa y justa, para merecer la recompensa. Esos son los auspicios, bajo los que conviene estipular el tratado, porque respetándose en él los recíprocos intereses, por falta de pábulo, se irían progresivamente apagando los viejos resentimientos y animosidades, en cuyo lugar brotaría la cordialidad fraterna, que se encargaría de la eterna conservación de la paz-Pero un tratado injusto no es tratado, sino tregua de corta duración, y sangriento desenlace.

Se temerá, por algunos, que esta conducta nos conduzca á la guerra. ¡Dura cosa sería por cierto que no pudiese haber paz sino comprándola el Perú á costa de su soberanía, y del sacrificio de los intereses de sus pueblos! crímen que el Gobierno no se cree autorizado á cometer.

Protesta sí, que no será él quien primero apele å las armas: mas si las de Bolivia cometiesen la sacrilega profanación del suelo patrio, para venir á castigarlo de la culpa de no haber traicionado los derechos é intereses que se le han encomendado, entónces repite-llegaría esa única emergencia, en que también se armaría el Perú, para repeler la fuerza con la fuerza.

Bolivia, no el Perù, sería, pues, la que hiciese la guerra insensata, puesto que se haria en territorio peruano, ¿y cuál el fruto que cosecharía de ella? Tomar en su cabeza, aunque en escala menor, la misma lección de amargo desengaño, que ha servido á la europa de escarmiento. El entusiasmo en que incendia los corazones la justicia de la causa, las ventajas que el nacionalismo posee en la defensa de los propios hogares harian casi indudable nueetro triunfo. Y ¿sí tal sucediese???.

El Perù no abusaría de una victoria, que no

había buscado, ni apetecido.

Como tan caprichosa la suerte no sería extraño tampoco, que se declarase por las banderas bolivianas. ¿Más, qué habría adelantado? ¿Nos dictaría el tratado de Comercio, sobre los cadáveres de nuestros guerreros? El olor á ellos, que conserva. Tía eternamente, lo haría odioso, repugnante, insubsistente. ¿Conquistaría á Puno y Moquegua? ¡Delírios insensatos! Para enfrenar el resentido nacionalismo de pueblos colindantes, y la exacerbación añadida por las necesarias depredaciones de la invasión, y resistir á los nuevos ejércitos que armaríamos, necesitaba Bolivia sostener uno, que no bastaría á pagar el décuplo de sus rentas. No tratemos, pues, como historia posible, novelas descabelladas; ocupémonos de los negocios de las naciones con la seriedad y grave circunspeción que merecen.

La conquista es planta exótica en la atmósfera del siglo XIX, y en ningún suelo hay menos posibilidad que arraigue que en el del nuevo mundo. Después de una ó dos batallas á lo mas, llegaríamos al término comun de toda contienda-la necesidad de tratar, y tratar con la cordura que inspiran el aniquilamiento de las fuerzas, y la desesperación de los pueblos, que harían prestar oídos á los clamores de la conveniencia, á las agrias reprensiones de la justicia, y á los lamentos de la humanidad. ¿Por qué, pues, no principiar por donde siempre habría de ser indispensable acabar? ¿No vale mas negociar de buena fé-sin degollar millares de hombres, cuyo sudor reclaman á gritos nuestros desiertos-sin agotar tesoros, abrumados bajo el peso de las meras cargas naturales-sin devorar cosechas menguadas, que tan pocos brazos tenemos para volver á fecundar? Tal al menos es la senda de política, que el ejemplo respetable de las naciones maestras, de acuerdo con sus sentimientos filantrópicos, (hicieron) desde el principo emprender á nuestro Gobierno, y hoy conserva, la mas incontrastable resolución de no desviarse de ella. ¡Ojalá que la Divina Providencia Ileve iguales convicciones al seno del Gabinete boliviano, sustituyéndolas á las bélicas inclinaciones en que ha parecido hasta ahora rebosar!

Su Ministerio ha solicitado del Congreso extraordinario, convocado, con ese objeto, la autorización para hacernos la guerra: nosotros venimos en busca de la eficaz cooperación de Jas Cámaras, para afianzar la paz sobre cimientos tan perdurables, como inconmovibles.

Lima, Setiembre 10 de 1847.

JOSÉ G. PAZ SOLDAN.

Con fecha tres de Noviembre de 1847 se celebró en Arequipa el Tratado de paz y comercio, que se registra en el tomo II, página 286.

Reclamación del General don Andres Santa-Cruz

sobre incumplimiento del Gobierno de Bolivia.

A. S. C.

A S. E. el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.

Señor Ministro:

París, 12 de Enero de 1848.

Siendo el Gobierno de V. E. parte signataria del tratado celebrado en la ciudad de Santiago respecto de mi persona, creo de mi deber instruirle de la violación del mencionado convenio por el Gobierno de Bolivia, no habiendo éste cumplido las obligaciones que contrajo por los artículos 2.o, 3o y 4o (1).

Con la mira de que el Gobierno de V. E. se instruya de las razones en que fundo esta declaración, tengo el honor de pasar, por su conducto, la segunda comunicación que dirijo al Gobierno de Bolivia sobre el particular.

Supuesto que por mi parte ha sido cumplida religiosamente la obligación que acepté por el artículo 1.o, no obstante de serme onerosísima y contraria á todas las reglas de equidad, tenía derecho á esperar que se cumplieran del mismo modo las condiciones indispensables para mi permanencia en Europa. No habiendo sido así, me dirijo á V. E. asi como al Gobierno de Chile para que, si lo creyesen conveniente como es justo, se sirvan en desempeño de los deberes, que tambien contrajeron,

[1] Véase ese convenio en el tomo IV, página 53.

excitar al de Bolivia, a fin de que cumpla los suyos, á menos de que se considere anulado el precitado convenio.

Con este motivo, tengo el honor de ofrecer á V. E. mi consideración y mi respeto.

ANDRES SANTA CRUZ.

Callao, Marzo 28 de 1848.

Diríjase al Gobierno de Bolivia el correspondiente reclamo para el cumplimiento del Tratado que se expresa en esta comunicación, y póngase su contenido en conocimiento del Gobierno de Chile, para que acuerde lo conveniente.

Rúbrica de S. E. [1]

Ministerio de

Relaciones Exteriores.

PARDO.

Lima, Abril 1.o de 1848.

En una nota, fecha en París. á 12 de Enero del corriente año, y dirigida por don Andres Santa Cruz al Gobierno de la

(1) General Don Ramón Castilla.

República, como parte signataria del tratado celebrado en la ciudad de Santiago el 7 de Octubre de 1845, asegura que el Gobierno de Bolivia no ha cumplido las obligaciones que contrajo por los artículos 2.5, 3.°o y 4.°; exponiendo que, supuesto que, por parte de él, ha sido observada religiosamente la obligación que le impuso el artículo 1.o, no obstante de serle onerosísimo, tenía derecho á esperar que se lienaran del mismo modo las condiciones indispensables para su permanencia en Europa, y que con este propósito se dirigía al Gobierno del Perù, así como al de Chile, para que, si lo creían conveniente como era justo, se sirviesen, en desempeño de los deberes, que tambien contrajeron, excitar al de Bolivia, á fin de que cumpliese los suyos, á menos de que se considerara anulado el precitado convenio.

Instruído S. E. el Presidente de la República de esta comunicación, me ha ordenado dirigirme á V. E. á fin de que se sirva hacer presente al Excmo. Gobierno de Bolivia el reclamo de don Andres Santa Cruz, y en su consecuencia acuerde las providencias que convengan para que lo atienda en cumplimiento del tratado que cita, caso de que, como lo asegura, no se hayan llenado las obligaciones que aquel impone al Gobierno de V. E.

Con este motivo, tengo el honor de reiterar á V. E, los sentimientos de distinguida consideración, en que soy de V. E. atento, obsecuente servidor.

MARIANO JOSÈ SANZ.

Al Excmo. señor Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Bolivia.

Ministerio de Relaciones Exteriores

Lima, 1. de Abril de 1848.

Para que el Excmo. Gobierno de su República pueda acordar lo que estime conveniente, tengo el honor de trasmitir a

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