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no serlo, pudiesen ver desde más alto, con mayor desinterés profesional ó doctrinal los arduos problemas que se intentaba resolver, y estuviesen por ello en aptitud de hacer prevalecer en todo proyecto de creación ó reforma y en la puntualización de los medios de realizarlo, el punto de mira pedagógico ó educativo sin el que toda empresa escolar resulta estéril y vana. Precisaba, en suma, darse cuenta de los elementos de unidad y armonía que existiesen en los diversos órganos encargados de la función docente y educadora que el Estado moderno se ha atribuído, (con plena razón, porque de otro modo se confinaría en la vida moral de hoy sin reconocerse el derecho de garantir su vida de mañana), y vigorizar esos elementos y hacerlos convenir al mismo fin trascendental.

Esta fué la razón que determinó en el animo del señor Presidente de la República, la idea de substituir la extinguida Junta Superior con un cuerpo encargado de asesorar permanentemente al Ministerio de Instrucción Pública en todos los actos que, con independencia de los administrativos, constituyesen la dirección de la enseñanza para tener así plena conciencia de su responsabilidad, ya que no podía ni debía perder un solo ápice de su libertad de resolver. Ese cuerpo organizado desde hoy, es el "CONSEJO SUPERIOR DE EDUCACION PUBLICA.”

Denominación del Consejo.

Y á no pocos, casados indisolublemente con las rutinas de nuestro vocabulario oficial, debe de haber llamado la atención el nombre que lo define, puede decirse; esa denominación obedece á un principio. El papel del Estado en la organización del porvenir exige, como indeclinable factor, la preparación de energías morales, intelectuales y físicas, religiosamente unidas á él en el culto de un mismo ideal. Y á eso responde la genuina acepción del vocablo: "educación," vale decir, “nutrición" encaminada á un desenvolvimiento; una nutrición, génesis de toda fuerza, de toda energía. Y es verdad que en el lenguaje pedagógico usual se diversifican las acepciones de los vocablos "instrucción" y "educación;" pero no es menos cierto que, por lo que á su finalidad común mira, toda instrucción no debe ser sino un factor de desarrollo, si

no elemento de educación. Por no serlo generalmente así hoy, la condenan algunos de entre los primeros, de entre los próceres y caudillos del movimiento intelectual; así se explica que uno de los legisladores del pensamiento moderno, Herbert Spencer, en flamante libro sugestivo ("Coments and Facts') se subleve contra la supuesta influencia moral del cultivo puro de la inteligencia, y ataque rudamente las conclusiones optimistas de los apóstoles de la escuela, de los que creen que la enfermedad endémica del crímen y del mal, tiene al alfabeto como profilaxia suprema. Y no seré yo quien niegue que la verdad fundamental de tesis semejante (que muchos, y yo entre ellos, hemos sostenido antaño) no resulte falseada al exagerarla. Pero es evidente que esa tesis es un toque de atención, que hará volver la cabeza al ejército inmenso de maestros, y le hará meditar sobre lo vano y dañoso de la instrucción cuando no es una educación y cuando no va aparejada con la educación del sentimiento y de la emoción, que es lo que se llama cultura moral. Por eso os llamáis un CONSEJO DE EDUCACION, porque esa debe ser vuestra mira primordial; el principio de que cuanta alimentación ofrezcáis á los espíritus, debe ser fácilmente asimilable, á riesgo de estorbar si no, el crecimiento de las nuevas generaciones, y el fin de que toda instrucción debe formar el "medium" psicológico, interno, propicio al desarrollo del ser moral, de la voluntad, del carácter, de la conciencia, de la responsabilidad, normarán vuestro criterio y orientarán vuestras opinio

nes.

Conceptúo deber importantísimo, exponeros cómo el Gobierno ha entendido la aplicación de este criterio á la obra emprendida desde hace muchos años y que precisamente con esta institución á que dais realidad y vida, entra en un gran período. Al exponeros lo hecho hasta hoy, trazaremos, en simples lineamientos, la tarea que, previo vuestro consejo, trataremos de realizar en lo porvenir.

I.

Estado presente y necesidades de la educación pública.
Escuelas de párvulos.

Y comenzando la ascensión por el primer peldaño pedagógico os encontraréis con los establecimientos de educación infantil. Los ensayos hechos hasta hoy, bajo los auspicios del Estado, son profundamente desalentadores. Yo no sé si al niño menor de seis años debe encerrársele en alguna escuela; dudo que halla para él otra mejor que la del aire libre y maestros más eminentes que los árboles, los pájaros y las fuentes, y mejores ejercicios que los juegos, y tengo para mí, que toda madre atenta al nacimiento del alma de sus hijos es un Pestalozzi y un Froebel espontáneo, y que no hay en todo el curso de la vida enseñanza más útil ni superior que la que se recibe entre besos y advertencias maravillosamente matizadas por el instinto materno, puesto que así aprendemos á andar, á hablar, á orar. Pero no siempre esto es posible en los hogares, en buenas condiciones, y la sociedad, sin obligar á nadie, brinda en instituciones "ad hoc," que ha llamado escuelas maternales, kinder gartens, etc., las facilidades para "educar" jugando al niño, jugando de un modo sabiamente organizado para convertir el instinto en disciplina.

Problema delicadísimo que está resuelto en los libros pedagógicos, pero que no hemos acertado á resolver en nuestros establecimientos oficiales. Todo ensayo de escuela de párvulos, por falta de práctica y de local, ha resultado frustráneo hasta hoy. En la que debería servir de modelo y arquetipo, encontraréis dos ó trescientos niños hacinados en dos ó tres malos salones, obligados á no tener recreos porque no hay local para ello, (y "ello" es lo principal) aprendiendo, como allí se dice, lecciones de Froebel, que llegan á ser de una desesperante monotonía, y resultando al cabo "instruiditos," como decía una maestra, instruiditos para su edad. "Horresco referens!" En suma, sin que esto envuelva una censura á las señoras que rodean de maternal solicitud á los niños, y ponen en el cumplimiento de su deber una admirable dosis de buena voluntad, la escuela de párvulos es una

escuela preparatoria de la instrucción primaria, no es el abrigo del ser moral en germen, cuyas facultades se espían al despertar, para facilitar los primeros vuelos; no es la incubadora en que se procura, á fuerza de calor graduado y de vigilancia, que las almas no adquieran, al comenzar la vida, elementos de muerte, es la jaula en que se enseña al ave prisionera un canto, que reemplaza al suyo, un canto monótono que la convierte en autómata.

Hay allí un mal grave que remediar: autonomía del kindergarten, que no tiene conexión forzosa con la escuela normal, que debe ser dirigido más bien por madres que por solteras; en locales apropiados; bajo la dirección temporal de personas que ha yan conocido y practicado el arte de la pedagogía infantil en los países en que florece: tales son, en brevísimo resumen, los medios que nos llevarán, en mi concepto, á remediar un mal grave.

Escuelas Primarias elementales.

La escuela primaria elemental es la escuela obligatoria; es, por lo menos, aquella en que el Gobierno imparte la porción de la educación integral que la ley ha declarado obligatoria en el Distrito Federal y los Territorios. Pronto se os comunicarán las reformas que se han juzgado necesarias en la ley constitutiva de la enseñanza obligatoria; para adecuarse á nuestro peculiar estado social, instituciones de este género necesitan del tiempo, es decir, la acumulación de la experiencia de ensayos cuya eficacia es preciso aquilatar con un constante estudio. El que os dirige la palabra, que fué el primero que sostuvo como diputado, el principio de la enseñanza obligatoria y laica hasta hacerlo tomar forma de ley, lo hizo con una fe profunda que no se ha menoscabado; yo creía y creo, que para hacer pasar nuestra democracia de la región de lo ideal á la realidad política, precisa hacer alfabeta al ciudadano, para hacer alfabético el voto primario, para poderlo hacer algún día obligatorio, y para ello no había, no hay otro camino que la educación obligatoria. Esto es lo que olvidan quienes juzgan que con enseñar á leer, escribir y contar someramente, la misión del Estado queda apurada: sin pensar en poner en manos del niño la llave con que podrá abrir las puertas de la natura

leza, para explicarse la marcha gigantesca del mundo industrial que lo rodea; sin pensar en que abandonar los recursos educativos de la ciencia, adecuados á la escuela elemental, equivale á inutilizarla.

Y no sólo esta consideración nos guiaba á los autores de la ley primitiva, en el campo de la práctica, (no en el de la teoría, porque allí la cuestión estaba ganada definitivamente:) nos impulsaban otros propósitos: suprimir un elemento primordial de desigualdad é inferioridad de nuestros braceros. y artesanos, respecto de los colonos y operarios extranjeros, que en mayor número cada día deben afluir á nuestro país. Por eso bien extraño es que no todos los Estados hayan generalizado, aunque fuese con el programa mínimo, esta reforma, no sólo política, sino esencialmente económica y social, que, por difícil de realizar que sea, será siempre y cada vez con mayor apremio, más necesaria que difícil.

Y á la misma altura que las razones superiores que acabamos de apuntar, y cuya trascendencia percibirá vuestro criterio, mejor que el mío, existe otra fundamental también, y este fué otro de nuestros propósitos; procurar la unificación del idioma, inestimable lazo de unificación moral en una nación, sobre todo, cuando se halla vecina á un gigantesco grupo, de lengua radicalmente distinta. La poliglocia de nuestro país es un obstáculo á la propagación de la cultura y á la formación plena de la conciencia de la patria, y sólo la escuela obligatoria generalizada en la nación entera, puede salvar tamaño escollo. Y, dicho sea de paso, ello os dará la clave de por qué los autores de la primitiva ley de instrucción obligatoria, llamamos al castellano lengua nacional: no sólo porque ella es la lengua que habló desde su infancia la actual sociedad mexicana, y porque fué luego la herencia de la nación, sino porque siendo la sola lengua escolar, llegará á atrofiar y destruir los idiomas locales y así la unificación del habla nacional, vehículo inapreciable de la unificación social, será un hecho.

Entretanto, muchos de los obstáculos que se nos anunciaron han aparecido y van siendo vencidos. La falta de los maestros ha ido subsanándose, la mejoría de la situación de estos beneméritos, abnegados servidores del progreso social, se va logrando paulatinamente, la multiplicación de escuelas sin la que es inútil é injusto aplicar severamente la penalidad de la

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