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Oliva's Werke sind nicht zahlreich. Seine Uebersetzungen des Amphitryo des Plautus, der Electra des Sophocles und der Hecuba des Euripides in spanische Prosa haben nur geringen litterarischen Werth. Ebenso unbedeutend sind seine wenigen Gedichte, und einige kleine Gelegenheitsabhandlungen. Das Werk, welches ihn berühmt gemacht hat, ist sein Diálogo de la dignidad del hombre, das älteste wirklich klassische Muster didaktischer Prosa in der spanischen Litteratur. Er lässt darin zwei Freunde sich über die menschliche Natur unterreden. Jeder legt seine Ansichten über dieselbe in einem ausführlichen Vortrage dar, und zwar der eine als ihren Ankläger, der andere als ihren Vertheidiger. Ein dritter soll zwischen beiden entscheiden. Zu einer solchen Entscheidung kommt es jedoch nicht, indem der Schiedsrichter sich mit einigen Worten der Anerkennung des beiderseits bewiesenen Scharfsinnes aus der Affaire zieht. Dem Werke fehlt es somit an einem befriedigenden Schlusse. Auch passt der Titel Dialog nicht für das Ganze, da das eigentliche Gespräch nur die kurze Einleitung bildet. Hiervon abgesehen, wird der Diálogo de la dignidad del hombre, den wir mit Weglassung des einleitenden Gespräches und einiger trivialen Stellen, hier in seiner ganzen Länge folgen lassen, mit Recht unter die klassischen Werke der spanischen Litteratur gezählt. Es fehlt ihm nicht an glücklichen Gedanken, die Entwickelung ist von musterhafter Klarheit, die Sprache rein, edel und elegant. Die erste Hälfte ist indessen die bei weitem vorzüglichere.

Die erste Ausgabe von Perez de Oliva's Werken besorgte sein Neffe, Ambrosio de Morales (Córdova 1586. 4.) Sie kamen jedoch bald in den Index der verbotenen Bücher, und wurden daher erst zweihundert Jahre später wieder gedruckt (Madrid 1787. 2 Vol. 12.)

Diálogo de la dignidad del hombre.

Aurelio. Suelen quejarse los hombres de la flaqueza de su entendimiento, por la cual no pueden comprehender las cosas, como son en la verdad. Pero quien bien considerare los daños de la vida y los males por do el hombre pasa del nacimiento á la muerte, parecerle ha que el mayor bien que tenemos es la ignorancia de las cosas humanas con la cual vivimos los pocos dias que duramos, como quien en sueño pasa el tiempo de su dolor. Que si tal conocimiento

con

de nuestras cosas tuviesemos, como ellas son malas, mayor voluntad desearíamos la muerte que amamos la vida. Por esto quisiera yo doblaros, si pudiera, el descuido, y meteros en tal ceguedad y tal olvido, que no vierades la miseria de nuestra humanidad ni sintierades la fortuna, su atormentadora. Pero pues por vuestra voluntad, que grande mostrais de saber lo que del hombre siento, soy yo casi compelido á haceros esta habla, si por ventura mis palabras fueren causa que recibais dolor, cual ante no habiades sentido, vosotros teneis la culpa, que mandais aquesto á quien no puede dejar de obedeceros. Oid pues, señores, atentos, y hablaros he en esto que mandais, no segun que pertenece para ser bien declarado (porque á esto no alcanza la flaqueza del entendimiento, aunque solo es agudo en sentir sus males) sino hablaré yo en ello segun la experiencia que podemos alcanzar en los pocos dias que vivimos, de tal manera que el tiempo baste y la paciencia que para oir teneis aparejada.

Primeramente considerando el mundo universo y la parte que dél nos cabe, veremos los cielos hechos morada de espíritus bienaventurados, claros y adornados de estrellas lucientes, muchas de las cuales son mayores que la tierra: donde no hay mudanza en las cosas, ni hay causas de su detrimento, mas antes todo lo que en el cielo hay persevera en un ser constante y libre de mudanza. Debajo suceden el fuego y el aire, limpios elementos, que reciben pura la lumbre del cielo. Nosotros estamos acá en la hez del mundo y su profundidad, entre las bestias, cubiertos de nieblas, hechos moradores de la tierra, do todas las cosas se truecan con breves mudanzas, comprehendida en tan pequeño espacio, que solo un punto parece comparada á toda el mundo: y aun en ella no tenemos licencia para toda. Debajo las partes sobre que se rodea el cielo, nos las defiende el frio, en muchas partes los ardores, las aguas en muchas mas, y la esterilidad tambien hace grandes soledades; y en otros lugares la destemplanza de los aires. Así que de todo el mundo y su grandeza estamos nosotros retraidos en muy chico espacio, en la mas vil parte dél, donde nacemos desproveidos de todos los dones, que á los otros animales proveyó naturaleza. A unos cubrió de pelos, á otros de pluma, á otros de escama, y otros en conchas cerrados: mas el hombre tan desamparado, que el primer don natural que en él hallan el frio el calor, es la carne. Así sale al mundo, como á lugar estraño, llorando y gimiendo, como quien da señal de las miserias que viene á padecer. Los otros animales poco

y

nacen

despues de salidos del vientre de su madre, luego como venidos á lugar proprio natural, andan los campos, pacen mas el las yervas, y segun su manera gozan del mundo: hombre muchos dias despues que nace, ni tiene en su poderío de moverse, ni sabe do buscar su mantenimiento, ni puede sufrir las mudanzas del aire. Todo lo ha de alcanzar por luengo discurso y costumbre: do parece, que el mundo como por fuerza lo recibe, y naturaleza, casi importunada de los que al hombre crian, le da lugar en la vida. Y aun entónces le da por mantenimiento lo mas vil. Los brutos que la naturaleza hizo mansos, viven de yervas y simientes y otras limpias viandas: el hombre vive de sangre, hecho sepultura de los otros animales. Y si los dones naturales consideramos, ver los hemos todos repartidos por los otros animales. Muchos tienen mayor cuerpo, do reine su ánima: los toros mayor fuerza, los tigres ligereza, destreza los leones y vida las cornejas. Por los cuales ejemplos y otros semejantes bien parece, que debe ser el hombre animal mas indigno que los otros, segun naturaleza lo tiene aborrecido y desamparado: y pues ella es la guarda del mundo, que procura el bien universal, creible cosa es, que no dejara al hombre á tantos peligros tan desproveido, si él algo valiera para el bien del mundo. Las cosas que son de valor, estas puso en lugares seguros, do no fuesen ofendidas. Mirad el sol donde lo puso; mirad la luna y las otras lumbres con que vemos, mirad donde puso el fuego, por ser el mas noble de los elementos. Pues á los otros animales, si no los apartó á mejores lugares, armólos á lo menos contra los peligros deste suelo: á las aves dió alas con que se apartasen dellos, á las bestias les dió armas para su defensa, á unas de cuernos, y á otras de uñas, y á otras de dientes, y á los peces dió gran libertad para huir por las aguas. Los hombres solos son los que ninguna defensa natural tienen contra sus daños: perezosos en huir y desarmados para esperar. Y aun sobre todo esto naturaleza crió mil ponzoñas y venenosos animales que al hombre matasen, como arrepentida de haberlo hecho. Y aunque esto no hubiera, dentro de nosotros tenemos mil peligros de nuestra salud. Primeramente la discordia de los elementos tenemos nosotros en los cuatro humores, que entre sí pelean cólera con flema, y sangre con melancolía: de los cuales si alguno vence, como es fácil cosa, desconcierta toda la templanza humana, y da la puerta á mil enfermedades. De manera que nuestros humores mismos, en que está la vida fundada, nuestros enemigos son, que entre sí pelean por nuestra destruicion.

Agora pues, ¿qué diré de tantas menudas canales, como hay en nuestro cuerpo, por do anda la sangre y los espíritus de vida, que siendo alguna dellas rota ó estorbada, se pierde la salud? ¿Qué diré de la flaqueza de los ojos y de sus peligros, estando en ellos el mayor deleite de la vida? ¿Qué diré de la blandura de los niervos, de la fragilidad de los huesos? ¿Qué diré? sino que fuimos con tanto artificio hechos, porque tuviesemos mas partes do poder ser ofendidos. Y aun en esta miserable condicion que pudimos alcanzar, vivimos por fuerza, pues comemos por fuerza que á la tierra hacemos con sudor é hierro, porque nos lo dé: vestímonos por fuerza que á los otros animales hacemos con despojo de sus lanas y sus pieles, robándoles su vestido: cubrímonos de los frios y las tempestades con fuerza que hacemos á las plantas y á las piedras, sacándolas de sus lugares naturales do tienen vida. Ninguna cosa nos sirve ni aprovecha de su gana, ni podemos nosotros vivir, si no con la muerte de las otras cosas que hizo naturaleza. Aves, peces y bestias de la tierra, frutas y yerbas, y todas las otras cosas perecen, para mantener nuestra miserable vida, tanto es violenta cosa y de gran dificultad poderla sostener.

Harto serian grandes causas y bastantes estas que dichas tengo, para conocer cual es el hombre, sino que bien veo que está Antonio considerando, como yo he mostrado las miserias del cuerpo, á las cuales él despues querrá oponer los bienes que suelen decir del alma. Agora pues, Antonio, porque ninguna parte del hombre te quede, do yo no te haya anticipado, quiero mostrar en el alma mayores males que para el cuerpo hay. Ya tu bien sabes como el alma nuestra su principal asiento tiene en el célebro, blando y fácil de corromper, y como en unas celdillas dél, llenas de leve licor, hace sus obras principales con ayuda de los sentidos, por do se le traslucen las cosas de fuera. Y sabes tambien, cuan fácil cosa sea embotarle ó desconcertarle estos sus instrumentos, sin los cuales ninguna cosa puede. Los sentidos de mil maneras perecen; y siendo estos salvos, otras causas tenemos dentro, que nos ciegan y nos privan de razon. Si el estómago abunda de vapores, luego ellos redundan á las partes del célebro y enturbian los lugares, que ha menester el alma tener puros. Si se inflaman las entrañas con el ardor, se engendra frenesía, y si el corazon es por de fuera tocado de sangre, suceden desfallecimiento y tinieblas escuras, do el alma se olvida de todas las cosas. ¿Pero qué es menester probarlo con estas cosas que están mas apartadas, pues la mesma ánima con

Bien sabemos que sus obras mas excelentes se destruye? en altas imaginaciones metidos muchos han perdido el seso, y que desta manera no podemos meter nuestra alma en hondos pensamientos sin peligro de su perdicion. Mas pongamos agora que todas estas cosas no le empezcan, y que persevere tan perfecta y tan entera como puede segun naturaleza: y consideremos primero, cuanto vale el entendimiento, que es Este si el sol del alma, que da lumbre á todas sus obras. bien mirais, aunque es alabado, y suele por él ser ensalzado el hombre, mas nos fué dado para ver nuestras miserias que para ayudarnos contra ellas. Este nos pone delante los trabajos por do habemos pasado, este nos muestra los males presentes, y nos amenaza con los venideros antes de ser llegados. Mejor fuera, me parece, carecer de aquesta lumbre, tenerla hallar nuestro dolor con ella: principalque para mente pues tan poco vale, para enseñarnos los remedios de nuestras faltas. Que aunque algunos piensan que vale mas nuestro entendimiento para la vida, que la ayuda natural que tienen los otros animales, no es así; pues nuestro entendimiento nace con nosotros torpe y escuro, y antes que convalezca, son pasadas las mayores necesidades de la vida por la flaqueza de la niñez y los ímpetus de juventud, que son los que mas han menester ser con la razon templados. Entónces ya puede algo el entendimiento, cuando el hombre es viejo y vecino de la sepultura, que la vida lo ha ménos menester. Y aun entonces padece mil defectos en los engaños que le hacen los sentidos: y tambien porque él de suyo no es muy cierto en el razonar y en el entender: unas veces siente uno, y otras veces el mesmo siente lo contrario, siempre con duda y con temor de afirmarse en ninguna cosa. De do nace, como manifiesto vemos, tanta diversidad de opiniones de los hombres, que entre sí son diversos. Por lo cual yo muchas veces me duelo de nuestra suerte: porque teniendo nosotros en sola la verdad el socorro de la vida, tenemos para buscarla tan flaco entendimiento, que si por ventura puede el hombre alguna vez alcanzar una verdad, mientras la procura se le ofrece necesidad de otras mil, que no puede seguir. Mejor están los brutos animales proveidos de saber: pues saben desde que nacen lo que han menester sin error alguno: unos andan, otros vuelan, otros nadan guiados por su instinto natural. Las aves sin ser enseñadas edifican nidos, mudan lugares, proveen al tiempo; las bestias de tierra conocen sus pastos y medicinas, y los peces nadan á diversas partes, todos guiados por el instinto que les dió

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