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TIPOGRAFIA DE LA REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

OLÓZAGA, I.-TELÉFONO S. 1.385

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AÑO X. TOмO X.-FEBRERO DE 1923.-CUAD. XLVI

E

NSAYO SOBRE LA VIDA Y OBRAS DE
DON PEDRO CALDERON DE LA
BARCA

CAPITULO XII

Más discusiones sobre la licitud del teatro.

Quejas y reclamaciones de la Villa de Madrid.-Se reanudan las representaciones.-Nuevos poetas que aparecen. Obras de CALDERÓN en cuarta parte de sus comedias.-Autos (1665-1680).

este período. Publica la

Y para siempre quisieran y pretendían los antiguos adversarios del espectáculo, en especial algunos de los Consejeros de Castilla, que consiguieron, por de pronto, un decreto de la Reina Madre, prohibiendo en toda España la representación de comedias hasta que el Rey, su hijo, tuviese gusto por ellas (1). Era Carlos II, que tenía cuatro años: de modo que antes de llegar a su mayor edad habría desaparecido hasta el recuerdo de teatros y funciones.

Pasado el período del luto oficial, acudió a los pies del trono, como siempre, la Villa de Madrid, alegando los mismos inconvenientes de falta de recursos para los establecimientos benéficos que subsistían de los que les proporcionaban los corrales. Consultó, también como siempre, la Reina al Consejo de Castilla, que opinó por mayoría de votos en favor del restablecimiento de las representaciones de teatro. Pero una minoría, importante por el número y clase de los que la constituían, formuló un enérgico voto particular ponderando, como de costumbre, los daños que causaban y la conveniencia de prohibirlas en absoluto (2). Acu

(1) Consulta del Consejo de Castilla del 6 de diciembre de 1666, donde se cita el decreto prohibitorio que es de septiembre del año anterior. (2) Todavía en abril de 1672, cuando nadie soñaba ya en suspender las representaciones dramáticas, el presidente de Castilla, Conde de Vi

dió de nuevo el Ayuntamiento con sus quejas y clamores, y la Reina, después de oír otros pareceres secretos, mandó que continuasen ejecutándose las comedias como antes de morir el rey don Felipe (1).

Pero en tanto habían transcurrido cerca de dos años con los teatros cerrados. Los poetas habían cesado de componer; lɔs cómicos se habían desbandado y muchos cambiado de profesión, de tal modo, que cuando el arrendatario quiso abrir los teatros de Madrid le fué muy difícil formar una regular compañía, que empezó a trabajar en el corral del Príncipe, a las órdenes de Ma

Ilaumbrosa, escandalizado por los gastos que en ellas hacían el Marqués de Liche y el Príncipe de Astillano, uno hijo de don Luis de Haro y otro del Duque de Medina de las Torres, pedía a la Regenta que prohibiese las funciones, diciendo: "Corriendo la disposición de las compañías por dirección menos estrecha que la de un Ministro Protector o de unos diputados de la Villa, se fué apartando el uso de las comedias de toda regla y moderación que pudieran templar los dictámenes que han tenido por ilícito y dañoso este divertimiento. Después han crecido los inconvenientes, reduciéndose la formación de las compañías de la Corte a personas ciertas y las más relajadas, arraigándolas sus mismos vicios en ella, y haciendo más escandalosas sus costumbres la continuación en Madrid, sin que los castigos, reclusiones y destierros que se han ejecutado por mis antecesores y por mí en esta gente produzcan escarmiento. Con que llega ya, según el estado presente a ser inseparable el remedio de la prohibición." (V. nuestra Bibliografía de las controversias sobre la licitud del teatro en España. Madrid, 1904, pág. 470.)

No era muy blando el Presidente con aquellas pobres muchachas a quienes por fuerza se les obligaba a permanecer en la Corte, embargándoles sus ropas para que no se fugasen a provincias, donde preferían trabajar porque ganaban más y cuando huían se las volvía a traer entre alguaciles y corchetes y se las encerraba en algún convento, cuando no en la galera, como se había hecho con María de Heredia, o en algún emparedamiento, como el de Murcia, adonde se llevó a Bernarda Manuela, la Grifona. Otras veces los magnates las robaban a sus maridos, como hizo el Almirante de Castilla con Mariana de León, mujer de Alonso de Olmedo, quien no la volvió a ver y el Conde de Monterrey con Isabel de Gálvez, mujer de Francisco García el Pupilo, arrebatándola por medio de sus criados al acabar de representar y llevándosela en un coche, por fuerza, a una quinta del Conde.

(1) V. las Controversias sobre la licitud del teatro en España, Madrid, 1904, 4.o, págs. 171 y sigs., y pág. 425. El Memorial de la Villa es de 6 noviembre de 1666; el parecer de la mayoría de los Consejeros lleva la fecha 6 de diciembre del mismo año y la misma el voto particular de los consejeros don Antonio de Contreras, don Francisco Ramos del Manzano, don García de Medrano, don Antonio de Vidania y don Diego de Ribera. La resolución última de la Reina es de 30 de diciembre del mismo año.

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